La guerra comercial entre EE UU y China, la esperanza para la tecnología europea
La inversión en tecnología en Europa mejora al calor de las tensiones entre las dos superpotencias innovadoras. La diferencia es grande, y la UE trata de corregir el abismo con un nuevo fondo de 3.500 millones
La Unión Europea de tomar cartas en el asunto ante la pérdida de fuelle del ecosistema innovador europeo ante la pujanza de EE UU y China. El Gobierno comunitario planea lanzar un fondo dotado con 3.500 millones de euros para invertir en las fases tempranas de startups en el continente.
La apetencia por la inversión tecnológica es menor en Europa que en sus rivales, según aseguró a Bloomberg Jean-Eric Paquet, director general de Investigación e Innovación en una entrevista con la agencia Bloomberg. Esta cautela hace que muchas de las empresas no reciban suficiente financiación del capital riesgo y, por lo tanto, no sean capaces de superar el llamado Valle de la muerte, desarrollarse y convertirse en gigantes capaces de competir con los grandes nombres del sector. Las empresas tecnológicas europeas apenas suponen el 8% del valor total de las corporaciones tecnológicas de todo el mundo, según los datos del informe The State of European Research, elaborado por la firma de capital riesgo Atomico.
No obstante, la guerra comercial entre China y EE UU puede suponer un alivio para la Unión Europea. Algo más de una de cada cinco rondas de financiación recaudadas en Europa durante el presente ejercicio involucró a un inversor estadounidense o asiático, frente a uno de cada 10 en 2015, según datos también de Atomico. Según sus datos (quizás algo interesados, por otra parte), las empresas tecnológicas europeas están preparadas para recaudar un récord de 34.300 millones en 2019, con un alza del 39%. Las cifras europeas, no obstante, están a años luz de las de China o EE UU. Las inversiones en este último país caerán este año un 49% desde los 117.800 millones el año pasado.
“Europa podría ser potencialmente el principal beneficiario de las tensiones entre EE UU y China”, asegura Tom Wehmeier, jefe de investigación de Atomico. Para ello, según Paquet, resulta clave ayudar a las empresas en sus primeras etapas. Sobre todo a las que están centradas en lo que se conoce como deep tech (avances tecnológicos y científicos con implicaciones empresariales), como manufactura, biotecnología, tecnología para la salud e inteligencia artificial. “Las inversiones en deep tech suponen un fuerte riesgo para los inversores y, en ocasiones, tienen por delante un largo camino hasta la liquidez. Sus bajas valoraciones, sin embargo, abren la puerta a retornos significativos”, aseguran desde Propel(x), un mercado online de inversiones radicado en San Francisco.
Este fondo ampliado se gestionará desde el Consejo Europeo de Innovación (EIC) por sus siglas en inglés). Este organismo se encuentra en una fase piloto en la actualidad y verá la luz de forma definitiva en 2021 en el marco del próximo Programa de Investigación e Innovación de la UE Horizonte Europa. Su grupo asesor estará formado por 22 personas, con dos representantes españolas entre ellas: la economista Ana Maiques es la cofundadora y primera ejecutiva de Neuroelectrics y Laura González-Stefani, la primera ejecutiva y fundadora de TheVentureCity y ex directiva de Facebook.
Hacerse más fuerte en el sector tecnológico constituye una tarea estratégica para la Unión Europea. En un informe interno elaborado durante el verano por la Dirección General de Redes de Comunicación, Contenido y Tecnología ya puso de manifiesto que Europa está poniendo en riesgo sus “valores y su influencia estratégica” por culpa de su excesiva dependencia del hardware y software de terceros, sobre todo de EE UU y China.
“Los fundamentos de la sociedad europea y sus valores se verán sometidos a una presión creciente, ya que depender de terceros países significa confiar en sus valores”, asegura el documento. “La posición e influencia de Europa en los mercados globales se erosionará, afectando el liderazgo europeo y poniendo en peligro nuestra soberanía tecnológica en las principales cadenas de valor estratégicas industriales”.
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