Antiestética digital para retratar las imperfecciones de la vida real
Claudia Maté (Madrid, 1985) pertenece a esa generación de artistas que descubrió la creación a través del 'software'
Lo que me fascina de internet es la libertad que nos proporciona a la hora de aprender, descargar, crear y compartir. Junto con un ordenador es un círculo que se complementa perfectamente, sin necesidad de nada más”. Claudia Maté (Madrid, 1985) pertenece a esa generación de artistas que descubrió la creación a través del software.
“Mi padre trabajaba en el terreno del grabado, pero también era diseñador gráfico. Desde muy pequeña me enseñó a utilizar Photoshop, y ese fue mi punto de partida hacia el mundo digital”, recuerda. Comenzó por el collage digital y más tarde pasó a la animación en Flash y la programación. “Ahí descubrí lo mucho que me gustaban la interactividad y el movimiento”.
- Más que Net.art
La obra de Maté se encuadró desde un principio en la corriente Net.art, a menudo asociada a una estética determinada. “Para mí, es erróneo, no está asociado a corrientes estéticas”, apunta ella. “Una obra Net.art es aquella que necesita de internet para la reproducción de la misma”. Entre su trabajo, en el que abunda la programación 3D y el vídeo, hay ejemplos de esa tendencia, pero no todo lo que crea puede ser clasificado con esa etiqueta. Tampoco en ninguna otra conocida. Junto a Carlos Sáez creó Cloaque, una actualización del cadáver exquisito en clave digital, y su línea creativa se ha ido definiendo más por la negación de una estética. “Al trabajar con la antiestética añadimos capas de expresión”, defiende. “La vida real no es perfecta, por lo que el arte tampoco debería serlo. Para mí, la estética es más superficial y, normalmente, la asocio a productos comerciales”.
La vida real no es perfecta, por lo que el arte tampoco debería serlo
En ese ideario entra tanto la cultura pop pasada por un filtro perverso (en New faces presentaba a iconos como Scarlett Johansson deformados por una lente digital) como la crítica contemporánea, como en el vídeo Behind the wall, en el que un (aún más) aterrador Trump se convierte en un payaso con reminiscencias de It. Esa visión también le ha valido ilustres encargos: creó un híbrido entre ojo y pez en gif para la exposición David Bowie Is en la The Art Gallery de Ontario, y animó la portada del disco Homogenic de Björk para la retrospectiva del MoMA a la cantante islandesa.
Para ella, la programación en 3D es una línea creativa tan fértil que aún no le encuentra fin. “Con el 3D puedes crear cualquier cosa desde cero sin levantarte de la silla, sin necesitad de actores, escenarios o cámaras. Puedes darle rienda suelta a tu imaginación y hacer lo que quieras”.
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