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Los ludópatas de internet: jóvenes, competitivos e indefensos

Póker, ruleta, bingo o apuestas por internet: el juego online atrae y envenena a un público distinto al tradicional

Sergio C. Fanjul
Artur Galocha

Ahora es muy fácil. Basta un ordenador y una conexión a internet, en la intimidad del hogar, para entrar en una colorida página, abrirse una cuenta y ponerse a jugar. Podría parecer un videojuego inocente, pero lo que aquí se juega es dinero de verdad, aunque muchas veces esa no sea la percepción real. Parecen solo números que se mueven en la cuenta bancaria. La tecnología ha acercado a nuestras casas, a nuestros smartphones, la posibilidad de jugar al póker, a la ruleta, al bingo, de apostar a lo que sea, y también ha permitido la proliferación de casas de juego por los barrios, sobre todo en los más desfavorecidos. Y eso puede crear un problema social en torno a una nueva forma de acercarse a la ludopatía.

“El número de ludópatas no ha variado, tiene una prevalencia del 1% de la población. Los cambios que ha traído el juego online han sido mayormente cualitativos”, explica Juan Lamas, director técnico de la Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados (Fejar), aglutinadora de 22 asociaciones que tratan a 8.400 pacientes. Es decir, si antes el perfil tendía a ser el de hombres mayores, casados y con hijos, que jugaban a las máquinas tragaperras o en los casinos, ahora el perfil del nuevo ludópata corresponde a un hombre más joven que se adentra en el juego por internet.

Mientras que las legislaciones para el juego presencial dependen de cada comunidad autónoma, el juego online es regulado por el Ministerio de Hacienda en todo el Estado, a través de la Dirección General de Ordenación del Juego. Hacienda ha ofrecido datos pero ha preferido no hacer comentarios en este reportaje. En 2018, la cantidad invertida en juego online fue de 669 millones de euros (una vez deducidos los premios pagados), según el informe Mercado de juego online estatal. Supone una notable subida de un 25,48% más que el año anterior. La mitad se jugó en apuestas, la otra mitad se divide entre bingo, casinos, concursos o póker, siempre por internet.

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Los diferentes jugadores muestran diferentes características en su fuero interno: “El jugador clásico es carente de identidad marcada, no tiene un propósito o una estrategia en el juego, juega de forma autómata, con sentimiento de vergüenza después”, explica Fernando Botana, psicólogo especialista en adicciones de la madrileña clínica Impasse. “Es una persona que ha sido dañada antes de que se conformara su personalidad: tiene un déficit de maduración”, prosigue.

En cambio, el jugador de nuevo cuño, el online, “es competitivo, tiene estrategia, quiere ganar por encima de todo”. Los jugadores online no suelen tener esa vergüenza después del juego y tienen sensación de control, de poder dejarlo cuando lo deseen, eso hasta que el deterioro ya es muy grave. Pegados a la pantalla hubo en 2018 casi un millón y medio de jugadores activos, lo que supone un 5,24% más que en 2017. El 85% son hombres y sus edades están entre los 18 y 45 años, según datos de Hacienda.

Los tratamientos a seguir durante la terapia también son diferentes: “El jugador clásico, desmotivado, depresivo, dañado en su personalidad, necesita comprensión y acompañamiento, mientras que con el jugador online, que ha entrado en conflicto consigo mismo, hay que trabajar para dominar esos impulsos, ver cómo puede superarlos”, dice Botana. Según señala el especialista, curiosamente, muchos jugadores online se sienten superiores a los jugadores de tragaperras. La adicción online, además, se genera mucho más rápidamente que la presencial.

Sin embargo, hay quien ve que los contornos se vuelven borrosos. “Estamos observando que se difumina la diferencia entre juego online y presencial”, explica Bayta Díaz, psicóloga de la Asociación para Prevención y Ayuda al Ludópata (APAL). Una cosa puede llevar a la otra: muchas personas empiezan jugando online y acaban jugando presencialmente, o viceversa, generándose jugadores mixtos. Además, en algunos establecimientos de hostelería ya aparecen coloridas máquinas, similares a las tragaperras, desde las que se pueden realizar apuestas deportivas en una gran variedad de deportes y en ligas de todo el mundo. Para algunos expertos estas máquinas suponen un nuevo reto, ya que pueden conectar con la juventud incluso sin la necesidad de acudir a una casa de apuestas. Son un nuevo reclamo.

Así, el juego es hoy accesible de muchas maneras, casi en cualquier parte, sobre todo ahora que los gadgets tecnológicos son una extensión más de nuestro cuerpo. “La facilidad de acceso al juego hace que personas que no se verían a sí mismas jugando a una tragaperras o entrando en un casino, ahora contacten con el juego en la intimidad”, explica la psicóloga. “El juego online elimina barreras, horarios y lugares, puede estar siempre presente, incluso utilizando varias plataformas a la vez”.

El juego online elimina barreras, horarios y lugares y puede estar siempre presente.

Bayta Díaz, psicóloga de la Asociación para Prevención y Ayuda al Ludópata

La omnipresencia de internet ha obligado a los psicólogos a tener nuevas cosas en cuenta que no tenían con los ludópatas presenciales. “Hemos tenido que ajustar algunas pautas y adaptar a marchas forzadas”, dice Díaz, “ahora recomendamos que se utilicen sistemas de control parental para no acceder a determinadas webs, que se eliminen todas las apps relacionadas con el juego o los resultados deportivos, que se tenga cuidado con los créditos rápidos”. Si el smartphone es un nuevo órgano de nuestro cuerpo, la tentación es ahora constante.

Según observa Díaz, las plataformas apuestan por un marketing muy agresivo: “Cuando pierdes algo de dinero, eso tarda en aparecer en tu cuenta bancaria, de modo que pasa un tiempo hasta que percibes la pérdida”, explica. “Se hacen ofertas ajustadas a tu ritmo de juego, te ofrecen bonos especiales, todo es más personalizado con el objetivo de que sigas gastando”.

Un problema añadido son las fuertes campañas de publicidad que usan para atraer a los clientes, muchas veces utilizando caras conocidas como Carlos Sobera, Rafa Nadal, Gerard Piqué o Cristiano Ronaldo, modelos de conducta que asocian el juego al triunfo y a lo aspiracional y que afectan sobre todo a los más jóvenes. Algunos de los anuncios que se pueden ver en televisión son especialmente agresivos: “Apuesta, apuesta, apuesta / vive, vive, vive”, dice una voz machacona en el que protagoniza Sobera. El gasto en marketing de las plataformas, según Hacienda, fue de 328 millones de euros en 2018, un 48% mayor que el año anterior.

“Llevamos denunciando desde 2012 estas prácticas de publicidad”, dice Lamas, “de hecho, existe un acuerdo en el Congreso para limitar el gasto en marketing de estas empresas, pero permanece metido en un cajón”. Un punto del acuerdo de los Presupuestos Generales de 2019 proponía luchar contra “fórmulas de publicidad muy agresivas vinculadas a la imagen de personas famosas”. Los Presupuestos no se aprobaron y el presidente Sánchez convocó las elecciones del pasado 28A. Las asociaciones piden, además, que la propuesta se acompañe de medidas de información y prevención. Además, reclaman servicios asistenciales integrados en los servicios de salud y recursos para ellos. “Mientras que las compañías se gastan 300 millones en publicidad, solo se dedican 100.000 euros a estos servicios asistenciales”, protesta Lamas. “El peso lo llevamos las asociaciones”.

Mientras, las casas de apuestas proliferan en las calles de las ciudades, sobre todo en los barrios más vulnerables y de rentas más bajas. Estos locales se convierten en algunas ocasiones en lugares de encuentro de la juventud que escucha allí los cantos de sirena del juego.

La Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (Fravm) ha creado un grupo de trabajo sobre el problema de las casas de apuestas del que forma parte Silvia García, directiva de la federación. “Nuestra preocupación surgió porque los afectados van más allá del perfil habitual asociado al juego: implica también a mucha juventud y a miembros del colectivo inmigrante. Eso nos dio la voz de alarma”. En Madrid, algunos de los distritos más afectados son Puente de Vallecas, Usera, Quintana y Tetuán, zonas periféricas tradicionalmente obreras. En Tetuán, las asociaciones de vecinos se manifestaron el pasado octubre contra lo que consideran una lacra: han descrito la calle principal, Bravo Murillo, como “un casino al aire libre”. En ese distrito hay 61 establecimientos de este tipo, solo por detrás de Carabanchel, Centro o Puente de Vallecas.

“La juventud no tiene ahora espacios de socialización y se meten en las casas de apuestas, que suelen tener un bar como reclamo”, dice García. “Lo peor es que luego se llevan el juego puesto en el smartphone”. Según han constatado, atrae especialmente a personas con trabajos muy precarios, en situaciones de desempleo, con condiciones sociales complicadas. “Utilizan el juego para obtener un sobresueldo, un pequeño plus”, concluye García, “aunque sean pequeñas apuestas la deuda puede llegar a ser muy grande”. Piden que se legisle para evitar la concentración que se observa de estos negocios en pocos metros de acera o para que estén a distancia de los centros educativos. Que no haya más cantos de sirena a cada paso, por las calles y cada vez que pasamos el pulgar por la pantalla del móvil.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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