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El video mató a la estrella del médico

Queramos o no, con el paso del tiempo, a medida que la tecnología vaya siendo mejor que la experiencia del médico —el llamado ojo clínico—, será mala praxis no emplearla.

Francisco José 'Lobo' Carrasco
Francisco José 'Lobo' Carrasco

Los ecos de la primera cirugía monitorizada mediante el uso de una red 5G en el Mobile World Congress 2019 —ese 5G que tardará cinco años en llegar pero para el que ya quieren vendernos tecnología— aún retumban. Y nos dejaron con ganas de más. Pero entre esos ecos de esperanza en una red mejor, y para lograr unos mejores servicios en tiempo real, también se escuchan voces que reclaman el freno y casi la marcha atrás en temas de salud. En vez de avanzar, piden análisis tras análisis, al estilo de futbolistas como Lobo Carrasco. El actual comentarista era un futbolista de los 80, famoso por su habilidad en pasar los últimos minutos de los partidos difíciles con el balón pegado al banderín de córner, recibiendo patadas y esperando que pitasen el final para así sacar ventaja del resultado de la inmovilización. Nadie le ha superado en eso hasta ahora.

Pues esos ecos detractores claman contra lo inevitable enrocados en el córner, en favor de un statu quo presencial, símbolo de un retorno a un paraíso de oferta médica sin límites, que es claramente insostenible hoy en día y menos en el futuro, que augura un déficit de medios y médicos.

Este entorno parece no querer implicarse en proyectos como la telemedicina y la sensorización a distancia, que ofrecen un control casi continuo de los pacientes más frágiles y crónicos. Son los crónicos quienes representan un mayor coste al sistema sanitario, y aún así están en ocasiones poco atendidos, lo que provoca descompensaciones y nuevos ingresos hospitalarios con inquietante regularidad, incluso semanal. Mediante un modelo de seguimiento con sensores y big data se podría actuar precozmente y se evitarían estas demasiado frecuentes descompensaciones.

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Pero esos ecos detractores no pueden dejar de enfocarse en el caso, recientemente publicitado y sucedido en un hospital de Káiser Permanente (KP). Este grupo asegurador y hospitalario americano es modelo y referente de gestión sanitaria desde hace décadas, ya que han implementado una especie de robots de comunicación a distancia, una mezcla de la Roomba con un ipad a bordo, al más puro estilo ciencia ficción de los 80.

El problema surge cuando estalla la noticia de que un médico notifica a familiares y a un paciente ingresado su funesto pronóstico a través de un vídeo robot, sin necesidad de cercanía. Esto representa sin duda una imagen descorazonadora de una medicina tecnificada y deshumanizada. La videollamada y, por extensión, toda la tecnología, queda condenada como un instrumento para alejarnos en vez de acercarnos.

La realidad es otra, según KP. Ellos dicen no tener robots que mantienen conversaciones por vídeo sobre el final de la vida de pacientes. A modo de paréntesis, hasta el doctor Eric Topol, el gran gurú y médico futurista, previene sobre el estado inicial de la IA y los algoritmos sobre el final del camino de la vida. Lo que sí dice tener el grupo KP es la herramienta de videocontacto para mejorar el seguimiento del médico por parte de la familia y el paciente.

Esos ecos detractores claman contra lo inevitable enrocados en favor de un statu quo presencial, símbolo de un retorno a un paraíso de oferta médica presencial sin límites

A veces nos cuesta recordar que el médico lo que hace es consumir su tiempo para atender pacientes y, por tanto, cualquier ahorro en desplazamiento es más tiempo para ellos. Pero a veces también olvidamos que la pantalla es una barrera para muchos y que hay tantas sensibilidades como personas. La pérdida inminente de un ser querido naturalmente puede exacerbar cualquier sentimiento de rechazo. También debemos plantearnos temas como el control de calidad de la comunicación que se da en Sanidad y que reciben los pacientes.

Porque, queramos o no, con el paso del tiempo, a medida que la tecnología vaya siendo mejor que la experiencia del médico —el llamado ojo clínico—, será mala praxis no emplearla, como hoy es mala praxis en ciertos casos no hacer una radiografía, no existente antes de la Primera Guerra Mundial, o una resonancia magnética, popularizada en los años 80 del siglo pasado. En el futuro las personas van a seguir valorando de los médicos la empatía y la capacidad de estar cerca y explicar qué pasa y prepararlos para lo que pueda suceder.

Esto era algo que antes se hacía yendo a visitar al paciente a su cama, a su casa, dos o tres veces al día. Y, en el futuro, quizá se haga más a menudo, con realidad virtual, aumentada o mixta, como prueban las hololens de Microsoft. No obstante, con o sin tecnología mediante, es nuestro deber como médicos mantener vivo ese vínculo sagrado entre médico y paciente. Es lo mínimo que los pacientes y sus familias se merecen.

Frederic Llordachs es socio y cofundador de Doctoralia.

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