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Los alumnos españoles fallan a la hora de buscar fuentes fiables

Instituciones, organismos y entidades públicas y privadas se están sirviendo de las nuevas tecnologías para desarrollar distintas soluciones que puedan servir para mejorar las condiciones de vida.

Getty Images

Casi el 80% de los españoles se encuentra al menos una noticia falsa a la semana, el 55% dicen ser capaces de identificarlas y el 88% considera que son un problema para la democracia, según datos del Eurobarómetro de 2018. Contra esto, contar con una buena formación, un criterio claro y tener pensamiento crítico son fundamentales. 

Un estudio de la Universidad de Stanford encendió las alarmas en 2016: los estudiantes de instituto y universidad de EE UU no solo no entendían bien la diferencia entre un anuncio y una noticia; también eran víctimas fáciles de los engaños más burdos en cuestión de noticias falsas, información interesada y rumorología en general.

En España, la situación no es distinta: el profesorado español entiende que el mayor reto para la introducción de las tecnologías en las aulas es su propio aprendizaje, según un estudio reciente elaborado por Blinklearning, compañía tecnológica especializada en el desarrollo de soluciones para la educación. Entre los déficits más importantes que se detecta entre el alumnado es la dificultad o incapacidad para seleccionar fuentes de información fiables (47%), la incapacidad para percibir los riesgos a los que se exponen en la red (38%) o la falta de creatividad para extraer el máximo potencial de las herramientas a su alcance (28%).

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Vista la situación, Google, en colaboración con Fad (Fundación de Ayuda contra la Drogadicción), el Gobierno de España y los principales medios de comunicación españoles, ha puesto en marcha el proyecto (In)fórmate, que tiene por objetivo formar a 30.000 jóvenes de 14 a 16 años en pensamiento crítico. 

No ayuda que se trate de una generación que ha abandonado la lectura de la prensa tradicional o la búsqueda de la información en informativos de TV o radio en favor de las redes sociales. “Cuando yo era adolescente, la única manera que tenías de enterarte de lo que había pasado era leyendo un periódico o escuchando la radio o viendo la televisión. Y los anuncios estaban claramente diferenciados de la información. La situación es muy diferente hoy en día: hoy es necesario enseñar estas cosas, dar a los jóvenes las herramientas para poder discernir”, explica Dámaso Reyes, de News Literacy Project, la ONG que lleva diez años trayendo a las aulas educación sobre los medios de comunicación.

El uso de dispositivos en las aulas, eso sí, está más que generalizado. El 73% de los encuestados por Blinklearning utiliza las TIC a diario en las aulas. Las pizarras digitales y proyectores (58%), los portátiles o pc (55%) y los móviles (25%) son los dispositivos más habituales; los que menos los ipads (19%), tabletas Android (15%), tabletas windows (8%) y los chrome-books (3%). En cuanto a las herramientas, las más usadas son las plataformas colaborativas (79%), las aplicaciones educativas orientadas a usos específicos (60%) o los medios sociales (56%). 

Más del 70%, la relación entre el uso de la tecnología y la motivación del alumnado es innegable. Los factores son diversos: por el atractivo visual, la inmediatez en cuanto a la obtención de información, la variedad y riqueza de los recursos digitales, y porque trabajan con herramientas que les resultan familiares.

Peor no todos los expertos ven con buenos ojos el incorporar tecnología en las aulas de forma masiva. “En Suecia llevamos más de cincuenta años con experimentos pedagógicos y veinte años con la tecnología dentro de las aulas, hay que pensar en dinero y en tiempo: la compra de ordenadores conlleva mucha inversión y no es seguro que haya sido un dinero bien utilizado”, cuestiona Inger Enkvist, catedrática emérita de Literatura Española en la Universidad de Lund y autora de distintos estudios sobre educación, en el pasado Foro de la Cultura en Burgos. 

El ingeniero de telecomunicaciones español y profesor de Universidad en Suecia David Cuartielles representa la postura contraria. Es partidario de desterrar los libros de texto en papel, “aunque no sus contenidos” y defiende que en un contexto de dependencia de las plataformas tecnológicas, “educar sin la comprensión profunda de esas plataformas es no educarlos en el mundo tal como es hoy en día”. La tecnología, añade, es una herramienta, pero puede ser también la base para algunas asignaturas”.

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