‘Influencers’ virtuales con millones de seguidores, ¿farsa o nueva tendencia?
Hay perfiles de Instagram que muestran el día a día de personas creadas por ordenador que no existen en la vida real: colaboran con firmas de alta costura, componen música y sus andanzas son seguidas por millones de usuarios
Lil Miquela tiene 19 años, es música, modelo e influencer. En su perfil de Instagram muestra su día a día: queda para cenar con unos amigos, se toma un helado, va a hacerse un tatuaje, graba una canción con una productora famosa de Nueva York. Y todo, vestida de firmas como Prada, Balenciaga, Chanel y Burberry. Lo normal. Más de 1,5 millones de seguidores siguen sus andanzas como icono de moda. Pero la probabilidad de que te cruces con Miquela por la calle es de cero absoluto. Esta joven no es de carne y hueso: solo existe dentro de un ordenador. Pero esto no es impedimento para que las marcas apuesten por ella como embajadora de sus productos. Ha aparecido en la revista Vogue vestida de Alexander Mcqueen y la revista TIME la nombró el año pasado una de las 25 personas más influyentes de internet. Su existencia da una vuelta de tuerca al negocio de las influencers y abre el debate sobre el futuro del marketing.
En sus publicaciones, Miquela se describe a sí misma como un robot, pero no está tan claro que la inteligencia artificial tenga algo que ver con ella. Los pies de foto de sus publicaciones y la gestión de su perfil apuntan más a que hay un equipo de carne y hueso creando las imágenes y contestando comentarios. En las fotos ves a Lil Miquela, pero podría ser un señor de Cuenca. Empezó sus andanzas por Instagram en 2016. En ese momento, muchos se preguntaban si era real. Brud, la agencia creativa que creó este avatar, aún no había explicado abiertamente que no era una persona de verdad y jugaba con la incertidumbre mientras el número de seguidores no dejaba de aumentar.
En este documento publicado por la compañía que creó a Lil Miquela se resuelven algunas preguntas frecuentes. Una de ellas es la inevitable: "¿Miquela es real?" A lo que la compañía responde: "Tanto como Rihanna". No es una respuesta descabellada. En lo que a la mayoría de seres humanos concierne, Rihanna podría ser un avatar virtual. Total, las probabilidades de que te cruces con ella por la calle también rozan el cero absoluto.
Finalmente, un supuesto hackeo a su cuenta confirmó la naturaleza digital de Miquela. Pero, ¿el hecho de que no sea real influye en su éxito? Desde que se supo la verdad, sus seguidores no han hecho más que subir. Distintos medios especializados apuntan a que el hackeo que sufrió su cuenta no era más que una estrategia de marketing. Pero aun así, su forma de vestir y de peinarse se sigue imitando y la ropa que muestra se convierte en tendencia. Los acuerdos publicitarios siguen creciendo y su presencia en revistas de moda aumenta.
- Más allá de Lil Miquela
Aunque es la que más seguidores acumula, Miquela no es la única instagrammer virtual que está triunfando. Shudu ha sido nombrada la primera supermodelo digital del mundo y también vive en Instagram. Cameron-James Wilson, un fotógrafo londinense de 29 años, fue su creador. Tal y como explica el medio The Lily, Shudu y Lil Miquela surgen en un momento en el que los filtros de Instagram, Snapchat y las aplicaciones de edición de fotos que se basan en la inteligencia artificial han borrado las líneas entre la realidad y la fantasía, "convirtiendo a la gente común en pinturas o avatares digitales".
La manipulación de imágenes siempre ha estado en el punto de mira y ha sido una técnica criticada por perpetuar estándares de belleza poco realistas. "Ahora, algunos temen que una ola entrante de modelos digitales ponga aún más presión sobre las personas, particularmente las mujeres, para estar a la altura", explica The Lily. Renee Engeln, profesora y psicóloga de la Universidad Northwestern (EEUU) que estudia la imagen corporal, asegura que existe un inconveniente preocupante en la normalización de los modelos digitales. Los críticos del mundo de la moda han acusado durante mucho tiempo a la industria de imponer expectativas poco realistas sobre el público. Engeln asegura que los modelos digitales podrían exacerbar esa tendencia.
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