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Cacharreando con moléculas: los peligros del ‘modifíquese sus células usted mismo’

El 'biohacking' crece gracias al abaratamiento de procesos hasta hace poco muy costosos. Las consecuencias de la experimentación particular son desastrosas

Getty Images

En octubre de 2017, Josiah Zayner se inyectó una solución de ADN en el brazo para, teóricamente, aumentar el tamaño de sus músculos. Todo el proceso fue retransmitido en directo por internet. "Quería demostrar lo lejos que había avanzado la ingeniería genética, que no es tan cara y puede ser usada por cualquiera que tenga los conocimientos", explicó a EL PAÍS RETINA durante una entrevista por correo electrónico.

El 'biohacker' Josiah Zayner

Excientífico de la NASA con un posgrado en biofísica por la Universidad de Chicago, el estadounidense es un firme defensor del biohacking, un movimiento mundial que aspira a hacer avanzar la biología con experimentos fuera de laboratorios industriales y académicos, su hábitat natural. El sueño es tan grande como el de la revolución que experimentó la informática cuando salió de los laboratorios de IBM para entrar en los hogares gracias a los ordenadores personales. Desde el sistema operativo de código abierto Linux hasta las populares apps de nuestros teléfonos inteligentes deben su existencia a la descentralización del proceso innovador que permitió el ordenador.

Siete meses después del experimento en vivo, los músculos de Zayner no cambiaron pero su pensamiento, sí. Ahora dice que lamenta la publicidad que le dio a todo aquello: "Mis acciones parecen haber provocado que alguna gente pensara que la terapia genética puede hacerse sin conocimiento o estudios, y varias personas terminaron tratando de inyectarse sin entender cuál era la manera apropiada de hacerlo ni los riesgos que implicaba".

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Zayner prefiere no mencionarlo, pero Aaron Traywick podría ser uno de ellos. Con 26 años y estudios en marketing y relaciones públicas, fundó en 2016 Ascendance Biomedical, una empresa que se había fijado como meta desarrollar terapias con genes para el tratamiento del cáncer, los herpes o el VIH sin el inconveniente de cumplir con la regulación que exigen las autoridades sanitarias para la investigación. La única manera de saltársela y no romper la ley al mismo tiempo era experimentando sobre uno mismo. Traywick, como Zayner, no tuvo ningún reparo en hacerlo.

Cuatro meses después de la retransmisión de Zayner, Traywick también se hizo filmar en directo mientras se inyectaba un gen que supuestamente le curaría los herpes. Tres meses después apareció muerto en un tanque de aislamiento sensorial. Aunque el biohacking no parece haber jugado ningún papel en su muerte (sospechan que se ahogó en el líquido del tanque porque tomó ketamina antes de entrar), la noticia ha devuelto actualidad a un movimiento revolucionario que, según el científico español Víctor de Lorenzo, corre el riesgo de ser confundido con las "estupideces que hacen una o dos personas buscando sus cinco minutos de fama".

Un aperitivo indigesto

Antes de inyectarse el ADN que supuestamente haría crecer sus músculos, Josiah Zayner ya se había hecho popular por un experimento menos sofisticado pero más llamativo. Sufría de colon irritable, de úlceras y de la incomodidad de tener que defecar hasta tres veces por día. Pensó que podía terminar con sus malestares si cambiaba los microorganismos dentro de su intestino. Hasta ahí todo bien. El problema es que para lograrlo había que ingerir, previa purga, los excrementos de un amigo con una salud estomacal de hierro.

Acompañado por un periodista de la revista The Verge y filmando partes del proceso, Zayner lo hizo. Según dijo a The Verge, ahora se siente mejor y va al baño con menos frecuencia. El único efecto secundario que dijo tener no parece muy nocivo: ahora es capaz de comerse una caja de Oreos de una sentada; antes, no le gustaban los dulces.

Investigador del Centro Nacional de Biotecnologia del CSIC, De Lorenzo es un firme defensor del biohacking hecho "de forma rigurosa", aunque él prefiere llamarlo la biología del hazlo tú mismo, o DIYbio, por sus siglas en inglés. "El biohacking es un termino de connotaciones negativas, porque remite a algo que uno no debería estar haciendo; mientras que el espíritu del DIYbio es sacar fuera del ámbito académico la metodología de la biología molecular más avanzada, pero no para contradecir sino para ampliar la investigación y hacerla llegar a más gente".

Actualmente hay alternativas baratas a procedimientos que cuestan mucho dinero en el mundo industrial Víctor de Lorenzo, investigador del Centro Nacional de Biotecnologia del CSIC

Según De Lorenzo, un enfoque alternativo no implica seguir el ejemplo de Zayner y abandonar las pautas de racionalidad probando sobre uno mismo tratamientos que carecen de un fundamento científico sólido. El principal corsé del que hoy es posible liberarse, dice, es el de la financiación. "Actualmente hay alternativas baratas a procedimientos que cuestan mucho dinero en el mundo industrial y de las agencias de investigación que permiten hacer cosas que en esos mundos no interesan tanto".

El abaratamiento de la tecnología genética es el ejemplo más citado. En los últimos 20 años, el coste de secuenciar el ADN se ha dividido por 1.000. De acuerdo a un estudio de la empresa Biodesic, solo en los últimos diez años, el coste de sintetizar una molécula de ADN se ha dividido por diez. Como dice De Lorenzo, hoy es posible pedir en muchos laboratorios la síntesis de ADN por unos precios infinitamente más bajos que hace pocos años: "En unos días te lo mandan a casa en un paquetito”. Según de Lorenzo, el precio de síntesis de ADN está “en torno a los 10 céntimos de dólar por par de bases y se abarata cada día: un gen de tamaño medio tiene un millar de pares de bases, así que el ADN de un gen sintético está en torno a los 100 dólares”.

Y no es el único avance. "Hay científicos muy serios haciendo un esfuerzo por repensar procesos para lograr que su coste se divida hasta por 1.000, algo que en países como la India está fomentado desde el propio establishment científico. Hasta ahora, muy pocos colectivos han tenido acceso a la investigación biológica debido a los gigantescos costes; la gran misión del DIYbio es abaratar el coste de los aparatos necesarios para la investigación molecular o la ingeniería genética", explicó.

Uno de los científicos dedicados a la difícil tarea de volver a pensar la tecnología es Manu Prakash, un bioingeniero indio de la Universidad de Stanford al que muchos ven como el Steve Jobs del DIYbio. Entre sus invenciones más célebres figura el Foldscope, un microscopio de cartón que cuesta un dólar y tiene una capacidad de aumento de hasta 2.000x. Además de fomentar la curiosidad por la ciencia en niños de todo el mundo, sirve entre otras cosas para detectar bacterias en el agua o para diagnosticar enfermedades analizando la sangre en lugares sin electricidad.

Otro de los logros de Prakash es la centrifugadora de los 20 céntimos. Recordando al juguete que hace girar un botón cuando se tira de las cuerdas que lo atraviesan (en Sudamérica lo llaman runrún), en el laboratorio de "ciencia frugal" de Prakash se dieron cuenta de que si sustituían ese botón por un disco de cartón transformaban al juguete en una centrifugadora manual. Con una herramienta tan sencilla se pueden separar los glóbulos y el plasma de la sangre para detectar la presencia de parásitos como el plasmodio de la malaria.

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