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Lo que la biometría puede hacer por el periodismo

Los medios de comunicación podrían beneficiarse enormemente de esta tecnología, conocer mejor a sus lectores, personalizar sus contenidos y lograr un impacto que vaya más allá del número de visitas, retuits o 'likes'

Vivimos sumergidos en plena era de la computación afectiva, un momento en el que la biometría y sus aplicaciones son la base de los últimos desarrollos tecnológicos. Los patrones faciales, la voz, las huellas dactilares y el iris son solo algunos ejemplos de sistemas biométricos que están marcando el cambio en sectores como la seguridad, la automoción, la salud o la administración gubernamental.

Un informe de Statista prevé que el mercado de la biometría en EE UU alcance los 7.200 millones de dólares para 2020. En dos años más, el mercado biométrico móvil habrá superado los 50.000 millones en ingresos anuales, de acuerdo con los datos de Acuity Market Intelligence.

Sus diversas aplicaciones, han llevado al mercado biométrico a experimentar un auge considerable y a convertirse en el punto de mira de empresas de todo el mundo, especialmente si hablamos de reconocimiento facial.

Por citar solo algunos ejemplos, Nvidia y AnyVision, ambas multinacionales muy conocidas en el sector de la tecnología, se han asociado para crear un sistema de reconocimiento facial que pueda integrarse en cámaras de vigilancia y crear así ciudades inteligentes. El ministro de Inmigración australiano puso en marcha el proyecto Viajeros sin contacto para ofrecer a los visitantes un proceso de autorización automatizada. Hace unos días, saltaba la noticia de que en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 se implementará un sistema de reconocimiento facial para identificar a los atletas participantes, a los miembros del personal y a la prensa.

Regulando la biometría

El debate sobre la responsabilidad ante este tipo de tecnología es latente y necesario. Brad Smith, presidente de Microsoft, afirmaba en su blog que cuanto más poderosa sea la herramienta, mayor será el beneficio o daño que pueda causar. Pero todas las herramientas se pueden usar para bien o para mal, incluso una escoba.

Resulta extraordinario ver como la prensa descubre y escribe sobre el avance de la biometría informática, pero el periodismo también tiene potencial para traerse estas técnicas a su ámbito. Con ese objetivo, presenté en la Conferencia IAMCR 2018 de Oregon (EE UU) Reimagining Sustainability: Communication and Media Research in a Changing World: un estudio que aplicaba el reconocimiento facial de emociones y seguimiento ocular a noticias.

Mediante la detección de emociones a través de parámetros faciales y eye tracking, pude conocer lo que los lectores experimentaban ante noticias reales sobre el problema del plástico en los océanos. Con este sistema se podía realizar un seguimiento en tiempo real de las emociones que expresaban a medida que avanzaban en la lectura, qué palabras les resultaban más o menos atractivas y, sobre todo, se podía tener conciencia del impacto real que algunos temas tienen sobre el lector.

Los medios de comunicación tienen la labor de informar, pero también de concienciar, especialmente si hablamos de temas graves que nos afectan a nivel global. Cuando comencé el estudio, esperaba encontrar altos porcentajes de tristeza y de enfado, una emoción ligada al desarrollo de respuestas y acciones. Hoy, gracias al reconocimiento facial, sé que estaba equivocada.

El periodismo, al igual que otros sectores, podría beneficiarse enormemente de esta tecnología, conocer más a los lectores y seguidores, personalizar los contenidos y lograr un impacto que vaya más allá del número de visitas, retuits o likes.

En ramas como la comunicación política, la biometría puede aplicarse al análisis de discursos electorales. Por ejemplo, el software de la empresa valenciana Emotion Research Lab, analiza las emociones de políticos a través de sus expresiones faciales durante sus intervenciones. Los periodistas podemos utilizar esa información para analizar la coherencia de su mensaje y ofrecer un enfoque innovador. O quizá para identificar en cuestión de segundos a los asistentes a una sesión parlamentaria.

También podría aplicarse en entrevistas para conocer mejor a nuestro interlocutor. O para verificar una fuente. Existen ciertos temas de gran envergadura en los que sería de gran ayuda conocer si la persona que tenemos delante está mintiendo. Y si hablamos de contenidos, las oportunidades se multiplican: conocer si una noticia provoca la emoción que buscamos, saber si un titular causa impacto o, simplemente, ser consicientes de si un tema interesará a los lectores.

Gemma García es periodista, investigadora en computación afectiva y doctoranda por la UCM y Stanford University

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