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Las musas usan la tecnología, pero no dejan que se aproveche de ellas

Las modalidades artísticas experimentan con realidad virtual, IoT e inteligencia artificial sin que interfiera en su trabajo creativo

Por mucho que algunos puristas defiendan que el suyo es un feudo incorruptible, las modalidades artísticas no se libran de la incursión tecnológica en su entorno. Internet de las cosas, realidad virtual y aprendizaje automático se cuelan lentamente en los escenarios de óperas y teatros y pueden ayudar a escribir las lineas de las novelas del futuro.

Las reticencias del sector para acoger estas iniciativas suelen partir del desconocimiento. "La gente tiene en la cabeza que la inteligencia artificial tiene que ver con ciencia ficción: muchos piensan que es sinónimo de robots superinteligentes", lamenta Pablo Gervás, director del grupo de investigación en interfaces basados en el lenguaje en la Universidad Complutense de Madrid.

Durante su intervención en el evento sobre disrupción creativa que celebró ayer EL PAÍS RETINA, Gervás quiso aclarar que la intervención de la tecnología en el mundo del arte no terminará por sustituir el talento creativo de los artistas; más bien le simplificarán el trabajo. "La lavadora facilitó la vida de las personas, pero no terminó con la necesidad de lavar ni acaba con ciertas tareas como separar la ropa blanca de la de color", explicó a modo de ejemplo.

Nos vemos obligados a ser radicales en la experimentación de estas innovaciones

Natalia Camacho, directora de producción audiovisual del Teatro Real

Uno de los proyectos que ha llevado a cabo este profesor universitario comenzó con la creación de un software para identificar argumentos de cuentos populares rusos y terminó con la escritura de un musical de forma automática gracias a algoritmos de inteligencia artificial que se representó en Londres con bastante éxito. "Me hizo gracia una de las críticas", recuerda Gervás. "Decía que nuestra obra podía ser muy futurista por su composición, pero tenía los mismos problemas que otros musicales. Pero, ¿qué esperas de un algoritmo que aprende al recoger información de otros musicales?"

La incursión en este terreno viene en ocasiones justificada por la necesidad de generar nuevas audiencias. Es el caso del Teatro Real, que ha desarrollado una aplicación en colaboración con Samsung para que el público pueda disfrutar de la ópera en realidad virtual. "La edad media de nuestro público es de 60 años. Nos vemos obligados a ser radicales en la experimentación de estas innovaciones", defiende Natalia Camacho, directora de producción audiovisual del teatro.

En su opinión, la integración de nuevos formatos es esencial para la reinvención del género. "Tenemos que buscar nuevos públicos y lenguajes para cambiar algo tan antiguo como es la ópera".

Lo mismo sucede con la danza. ¿Cómo podemos extender la presencia corporal de un bailarín en escena? Es la pregunta que trata de responder Pablo Palacio, compositor y cofundador del Instituto Stocos, un organismo que desarrolla software para llevar al ámbito sonoro las tareas de diferentes disciplinas. El organismo en el que trabaja ha optado por internet de las cosas, desarrollando un modelo de zapato interactivo capaz de hacer sonido al caminar valorando la propiocepcion, la parte del pie que se apoya y la fuerza con la que lo hace."Nos centramos en el movimiento, que pueda ser enriquecido mediante la tecnología", defiende.

Sin embargo, Palacio tiene claro que, aunque el artista pueda beneficiarse del impulso tecnológico para dar un componente distintivo a su actuación, ni la robótica ni la realidad virtual acabarán pie quitarle presencia sobre el escenario. "No creo que en el futuro la tecnología pueda suplir la complejidad y belleza de los movimientos de los cuerpos naturales", sostiene.

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