La revolución de la economía del donut
La cuarta revolución industrial ha dejado atrapadas a muchas empresas en una especie de doble personalidad: la financiera y la sostenible. Kate Raworth, una economista británica, propone un donut como brújula económica del siglo XXI
Queremos ser un donut”. Kate Raworth recibe peticiones como esta a diario. Empresarios, directivos y políticos contactan con ella para preguntarle cómo conseguirlo. Esta británica de cuarenta y ocho años no es ni una famosa repostera ni una reputada nutricionista. Raworth es profesora en Oxford y hace unos años tuvo una visión: la economía del siglo XXI debería tener forma de donut.
La imagen imperante del progreso económico tiene una forma muy diferente: es una línea de PIB ascendente e infinita. Raworth propone sustituirla por un círculo que refleje un sistema justo para las personas y para el planeta. En ese donut alternativo se tendrían en cuenta las necesidades básicas de las personas; agua, empleo, educación e igualdad y las limitaciones del planeta; contaminación atmosférica, cambio climático, pérdida de biodiversidad...
“Tenemos que pensar que vivimos en un sistema complejo y dinámico. Por eso hay que cambiar nuestra visión tradicional sobre los modelos económicos”, argumentaba durante un reciente encuentro en Madrid para presentar la versión española de su donut: “Economía Rosquilla” (Editorial Paidós).
La brújula de Raworth permitiría a las economías y a las empresas enfrentarse a los desafíos sociales y medioambientales del futuro. Y esa idea redonda está calando, tal y como demuestra la reciente participación de la economista en el foro de Davos (Suiza). La británica, que trabajó durante años en la ONG Oxfam, confiesa que durante esa etapa las empresas se mostraban recelosas con sus datos. “Ahora lo comparten todo conmigo. Hago como de terapeuta corporativa porque muchas compañías están atrapadas en una doble mentalidad; por un lado se tienen que preguntar cuánto dinero pueden ganar con los cambios y por otro quieren saber cuántos beneficios pueden generar para la sociedad si intentan parecerse al donut”.
Cualquier multinacional es consciente de la repercusión que tiene su cadena global. Kate Raworth
La clave para resolver este conflicto de personalidad radica en el accionariado de las empresas, según Raworth. Los mercados financieros son los dueños y en el territorio bursátil el beneficio sigue siendo el rey. El impacto en el planeta y las personas queda fuera de la ecuación de rentabilidad. “Necesitamos nuevos tipos de finanzas, como el banco Triodos. Cualquier multinacional es consciente de la repercusión que tiene su cadena global. Si hablamos de una empresa textil, se sabe cuál es el impacto del cultivo de algodón en el uso de agua, de productos químicos... No creo que el objetivo de estas compañías sea crecer indefinidamente sino cómo pueden hacer las cosas mejor, cómo puede ser más gratificante trabajar en ellas”.
- Adictos al crecimiento
La adicción al crecimiento que impregna todo lo económico es uno de los principales obstáculos para cambiar a la mentalidad donut. “No hay nada en la naturaleza que crezca infinitamente. ¿Por qué hemos de pensar que hemos sido capaces de diseñar un sistema que sí lo puede hacer?”.
El sistema necesita un transplante de corazón que deje de lado “la obsesión por un crecimiento interminable y sitúe en el centro la redistribución y la regeneración por diseño”, explica Raworth. “La realidad ha demostrado que el crecimiento no soluciona la desigualdad ni tampoco está resolviendo la cuestión medioambiental. El PIB no puede ser el objetivo porque entonces siempre ganará a la redistribución y a la regeneración”.
La profesora pone de ejemplo los paneles solares. Hace unos años eran muy caros, pero la tecnología ha permitido abaratar considerablemente su coste. “Por supuesto que la economía circular es más cara, pero esto cambiará a medida que las iniciativas pioneras sean más numerosas”.
Los políticos están hambrientos de nuevas ideas porque sienten que están atrapados en las viejas
Desde la propia Unión Europea se impulsan medidas para transitar a un modelo económico más sostenible, pero Raworth califica estas iniciativas como “vieja economía vestida con un nuevo traje”. Sostiene que la verdadera economía circular crea productos reciclables por diseño y en código abierto. “La naturaleza rompe las cosas para luego crear algo nuevo. Nosotros deberíamos tener un lector universal que nos informara de todos los materiales que tiene un producto para poder transformarlo. Las empresas se resistirán porque no querrán perder el control de ese ciclo de su producto. Un iPhone no se puede desmontar, por ejemplo”.
- Más activista que optimista
Las ideas de esta economista pueden parecer revolucionarias y ella misma es consciente del reto que supone que cale una nueva narrativa. “Pero si creemos que no ocurrirá, entonces no pasará. Yo me considero más activista que optimista”, aclara.
Hay países que han empezado a dar pasos en la dirección del donut. Suecia ha aprobado una ley de emisiones cero por la que se compromete a no emitir ningún gas invernadero a partir de 2045. Austria quiere dejar atrás la idea del usar y tirar y abrazar la economía del reciclaje. En Nueva Zelanda el gobierno liderado por Jacinda Arden ya ha dicho públicamente que quiere ser un país donut. En Holanda, el libro de Raworth llegó hasta un debate parlamentario. “Los políticos están hambrientos de nuevas ideas porque sienten que están atrapados en las viejas. Me asombra el éxito que ha tenido en este terreno porque no escribí el libro para ellos, sino para los estudiantes de economía”.
A la teoría clásica que se sigue enseñando predominantemente en las universidades de todo el mundo le han surgido alternativas como la economía de la complejidad, la ecológica, la feminista, la institucional o la del comportamiento. Raworth lo resume de esta manera: “Lo que hice fue juntarlas a todas en la misma habitación para ver cómo bailaban”. Y le salió un donut (o una rosquilla en versión española).
- El donut español
Todavía no hay ningún país o empresa que haya logrado entrar en el virtuoso círculo del donut, pero eso no significa que no se pueda analizar cómo de cerca o de lejos están de conseguirlo. Tomando en cuenta todos los indicadores sociales y medioambientales que plantea Raworth, la rosquilla española tendría este aspecto:
El círculo interior casi lleno de color azul indica que los fundamentos sociales están cubiertos (excepto en el caso del empleo porque nuestro país sigue teniendo una elevada tasa de paro). Pero España estaría fuera de límites en cinco de las variables que marca el techo ecológico del donut
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