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'Gig economy'
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Uber, Deliveroo y Amazon retan a las conquistas sociales del siglo XX

¿Debe ser de baja calidad el empleo asociado a las plataformas? ¿Debemos asumir un nuevo tipo de relaciones laborales a la sombra de estas nuevas expresiones digitales de mercados?

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Debe ser el empleo asociado a las plataformas de baja calidad? ¿Debemos asumir un nuevo tipo de relaciones laborales a la sombra de estas nuevas expresiones digitales de mercados? Uber, Deliveroo, divisiones de Amazon como Turk, o UpWork, entre otras, están cambiado el paisaje laboral de numerosos países y plantean una serie de retos laborales para el regulador y para quienes tratan de evitar una involución en las conquistas sociales del siglo XX.

La clave reside en que el diseño de estos mercados genera una cierta tendencia natural a la aglomeración de poder. Y no solo en el caso de las plataformas digitales tipo gig economy. Se observa además en otros segmentos digitales liderados por Google, Facebook o Amazon. Este poder de mercado, oligopolístico cuando no cercano al monopolio, necesariamente influirá en las relaciones laborales de aquellas plataformas que necesitan del concurso de oferentes para la prestación de los servicios que ofertan desde sus páginas webs.

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Las plataformas digitales son mercados llamados duales, donde la propia web, o plataforma, conecta a dos grupos de personas o empresas. Por un lado, están los clientes. Estos son, por ejemplo, aquellos que desean trasladarse dentro de una ciudad mediante el uso de un coche de Uber. O también una empresa que desea contratar una tarea realizada a través de Amazon Turk. Estos clientes son los que pagarían el precio pactado o el determinado por la oferta de la plataforma.

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Al otro lado encontraremos las personas o empresas que ofrecerán el servicio. Dependiendo de los servicios ofertados, así como de la cualificación exigida, las plataformas podrán clasificarse en grupos diferenciados. Por ejemplo, los servicios prestados pueden ser complejos, como es el caso de Upwork, y normalmente llevado a cabo por personas con una elevada preparación o cualificación. Por el contrario, en otras plataformas los oferentes del servicio realizan microtareas o en colaboración con muchos otros oferentes, sin que sea necesario en muchos casos el concurso de una especial cualificación. Son estos los casos de Uber, Deliveroo, Glovo o Amazon Turk.

Estas personas o empresas que ofrecen el servicio son clave: son los que abonan a la plataforma el precio o cuota que conlleva aparecer en su base de datos y estar presente a los ojos de quienes quieren contratar un servicio. ¿Por qué? Tanto el conductor como el ciclista o el hotel tienen mucho más que perder que los clientes en el caso en el que sus servicios no estén disponibles a través de la plataforma.

¿Qué explica esta tendencia a la aglomeración en los servicios prestados por las plataformas digitales? La primera razón responde al tamaño del mercado dual del que la plataforma es su expresión digital. Cuantos más oferentes y demandantes estén vinculados a través de estas plataformas, mayor será su valor. La razón es que, a mayor masa crítica, mayor probabilidad de obtener el servicio demandado o mayor probabilidad para poder realizar una tarea remunerada. Esta externalidad de red confiere a las plataformas esa tendencia a la concentración, que se extiende a Facebook, Google, Amazon o Twitter. Siempre querremos estar donde está todo el mundo. Los beneficios de participar en una red social, sea Facebook o Twitter, por poner solo dos ejemplos, son mayores cuanto mayor es el número de personas presentes. Las interacciones probables se multiplican y más probable es que encontremos lo que buscamos.

Esta externalidad de red funciona de igual modo para Uber, ya que a mayor número de conductores, más rápido y ágil será el servicio. Del mismo modo, a mayor número de clientes, más incentivos habrá para que alguien quiera conducir para Uber. Igual ocurre con las plataformas de reservas, como Airbnb: a mayor disponibilidad de oferta, más gente entra a buscar, lo que incentiva que un mayor número de oferentes quiera estar presente en la plataforma.

En segundo lugar, en estas plataformas se da una situación de costes marginales hundidos, que supone que expandir su negocio tenga un coste prácticamente nulo. En tercer lugar, las mismas externalidades de red generan barreras de entrada para nuevos competidores, obligados a vivir a la sombra (y posiblemente con pérdidas) en aquellos mercados ya copados por grandes. Todo ello confiere a estas un poder de mercado relativamente elevado. Solo la existencia de otros competidores con igual masa crítica o con productos diferenciados puede amenazar dicho poder.

¿Qué son las externalidades de red?

La rentabilidad de las plataformas depende en parte de lo que denominamos externalidades de red. Una externalidad es un beneficio o coste que transciende de las partes que la generan. La externalidad de red implica el beneficio que supone para los que participan en una plataforma el hecho de que muchos participemos en ella. Cada cual que se incorpora a una red lo hace por obtener un beneficio (información, contacto personal, network, etc). Pero al hacerlo genera además un beneficio en el resto de participantes al elevar marginalmente el número de personas y por ello el número de interacciones posibles. Cuantos más participen de la red, más querrán hacerlo, generando una fuerza de atracción y, por ello, facilitando la concentración del mercado en pocas plataformas.

En todo caso, confirmar que realmente las plataformas disponen de un elevado poder de mercado no es fácil, por lo que tratar de limitarlo desde el control y la regulación exige un análisis cuidadoso. Por ejemplo, las externalidades de red que permiten la concentración de mercados pueden, paradójicamente, fomentar el efecto contrario. Así, una subida en el coste de uso de las plataformas puede reducir su atractivo, provocando una importante pérdida de clientes potenciales, y con ello de gran parte de su masa crítica.

Además, la existencia del multi-homing, la posibilidad de que los clientes usen diversas plataformas con servicios (por ejemplo, se puede tener cuenta en Telegram y estar presente en Whatsapp), reduce considerablemente dicho poder de mercado. A pesar de todo ello, podemos asumir que, en algunos de estos mercados, la actividad de las plataformas se acerca claramente a lo que todos entendemos por oligopolio o monopolio.

¿Qué consecuencias tiene este poder de mercado sobre las relaciones “laborales” que surgen entre plataforma y oferentes? En primer lugar (y como es obvio), un mayor poder de mercado facilita a las plataformas imponer condiciones onerosas en la realización de los servicios. Y no solo en plataformas con contratación de servicios no cualificados. Plataformas de contratación de tareas cualificadas suelen monitorizar al trabajador durante la realización de sus tareas, lo que puede ser sumamente criticable. La situación en otras plataformas suele ser incluso más onerosa, como la realización de las tareas sin horarios fijados, disponibilidad inmediata (on demand), etcétera.

Pero no solo son las condiciones “laborales” o de prestación de servicios. Un trabajo de José Azar, Ioana Marinescu y Marshall I. Steinbaum muestra cómo el poder de mercado se traduce en peores condiciones laborales, concretamente en menores salarios para los trabajadores. Es más, Nicholas Bloom, Fatih Guvenen, Benjamin S. Smith, Jae Song y Till von Wachter han demostrado que, si bien los salarios pagados en empresas grandes suelen ser también mayores, el premio asociado al tamaño de la empresa en que se trabaja está cayendo desde hace algunas décadas en Estados Unidos. Una posible explicación vendría, de nuevo, por el aumento del poder de mercado de las grandes corporaciones. En este sentido, la tendencia natural a la concentración del poder puede traducirse en peores condiciones laborales para sus “oferentes” así como menores pagos (salarios).

En conclusión, el surgimiento de nuevas formas de empleo a través de las plataformas está condicionado a que los mercados donde estas operan, por sus particulares características, puedan tener una tendencia natural a la concentración oligopolística o incluso monopolística. Esto confiere a dichas plataformas la capacidad de imponer condiciones de trabajo y de pagos que les reporta un máximo beneficio, así como un margen de comercio elevado. En este sentido será necesario emprender un proceso minucioso de análisis sobre si las plataformas se han constituido o no como oligopolios o monopolios y, en el caso que sea de este modo, dictaminar las regulaciones pertinentes para ampliar la competencia. No es pequeña tarea. 

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