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La automatización cambiará nuestra vida de forma dolorosa y duradera

El profesor de Ciencias de la Computación y director de Ken Kennedy Institute for Information Technology en la Rice University de Houston advierte sobe los peligros de las innovaciones tecnológicas

Getty Images

A medida que mejoran las tecnologías propias de la Inteligencia Artificial y de la Automática, crece la preocupación de mucha gente sobre el futuro del trabajo. Si millones de trabajadores no van a poder conseguir un empleo, la pregunta mirando al futuro es: ¿De qué forma personas y familias van a satisfacer sus necesidades vitales y no vitales y que cambios podrían darse (o van a ser necesarios) para que las sociedades se adapten a las nuevas circunstancias?.

Muchos economistas dicen que no hay preocuparse excesivamente. Argumentan lo ocurrido en las gran transformación ya vivida en las tareas relacionadas con el trabajo humano y en los mercados laborales- específicamente con la revolución industrial de los siglos XVIII y XIX- que no condujo ni a grandes convulsiones, ni a mayores sufrimientos personales. Uno de estos economistas razona que:

“Desde los albores de la era industrial, se ha reiterado el temor al desempleo masivo debido a los cambios en la tecnología. Los economistas neoclásicos predijeron que esto no sucedería porque la gente encontraría otros empleos, aunque tal vez después de un largo período de dolorosos ajustes. Por lo general, esa predicción ha sido correcta”.

Sin duda está en lo correcto en lo de después de un largo período de dolorosos ajustes. Las secuelas de la Revolución Industrial supusieron dos revoluciones comunistas, cuyo peaje en muertes se aproxima a los 100 millones de persona. La influencia estabilizadora del moderno estado del bienestar solamente emergió tras la segunda guerra mundial, casi 200 años después de los inicios de la Revolución Industrial en el siglo XVIII.

Hoy, a medida que la globalización y la automatización aumentan la productividad de las empresas, muchos trabajadores han visto cómo sus salarios se estancaban. La potencia cada vez mayor de la automatización y de la inteligencia artificial significa que puede haber más dolor. ¿Están estos economistas minimizando aquello históricamente registrado cuando proyectan el futuro para decirnos esencialmente que no nos preocupemos ya que en un siglo o dos las cosas mejorarán?

Alcanzando un punto de inflexión

Para sacar consecuencia de la Revolución Industrial, debemos ponerla en el contexto histórico apropiado. La Revolución Industrial fue un punto de inflexión. Durante muchos miles de años anteriores, el crecimiento económico era prácticamente insignificante, siguiendo, en general, el ritmo del crecimiento de la población: los agricultores cultivaron un poco más de alimentos, los herreros construyeron algunas herramientas más, etc., pero las personas que vivieron en las primeras sociedades agrarias de Mesopotamia, Egipto, China e India se habrían reconocido a sí mismas en el mundo de la Europa del siglo XVII.

Fotograma de Tiempos Modernos, de Charles Chaplin
Fotograma de Tiempos Modernos, de Charles ChaplinGetty Images

Sin embargo, cuando en el siglo XVIII aparecen la energía del vapor y las maquinas industriales, la actividad económica despegó claramente. El crecimiento que ocurrió en solo un par de siglos cientos de años fue de una escala muy diferente a lo que había sucedido hasta entonces. Es posible que ahora estemos en un punto de inflexión similar, al que algunos llaman la Cuarta Revolución Industrial, donde todo lo sucedido en el pasado puede parecer poca cosa en comparación con el potencial de productividad y de rentabilidad que pueda darse a partir de ahora.

Hacer predicciones incorrectas

Es fácil subestimar de antemano el impacto de la globalización y la automatización: yo mismo he incurrido en ese error. En marzo de 2000, el índice NASDAQ alcanzó su punto máximo y luego se desplomó, eliminando 8.000 millones en valoraciones de mercado en los dos años siguientes. Simultáneamente, la difusión global de Internet permitió la subcontratación externa de la producción de software, lo que nos generó temores de que los puestos de trabajo en tecnología de la información desaparecieran masivamente de EEUU.

La ACM (Association for Computing Machinery) se preocupó por lo que este fenómeno pudiera significar para la educación en informática y para el empleo futuro de los nuevos ingenieros. Un grupo de estudio, que copresidí, informó en 2006 que no había ninguna razón real para creer que los empleos en el sector de la computación estuvieran emigrando desde los países desarrollados. Lo ocurrido en la última década ha confirmado aquella esa conclusión.

Hoy, a medida que la globalización y la automatización aumentan la productividad de las empresas, muchos trabajadores han visto cómo sus salarios se estancaban. La potencia cada vez mayor de la automatización y de la inteligencia artificial significa que puede haber más dolor. ¿Están estos economistas minimizando aquello históricamente registrado cuando proyectan el futuro para decirnos esencialmente que no nos preocupemos ya que en un siglo o dos las cosas mejorarán?

Hoy, a medida que la globalización y la automatización aumentan la productividad de las empresas, muchos trabajadores han visto cómo sus salarios se estancaban. La potencia cada vez mayor de la automatización y de la inteligencia artificial significa que puede haber más dolor. ¿Están estos economistas minimizando aquello históricamente registrado cuando proyectan el futuro para decirnos esencialmente que no nos preocupemos ya que en un siglo o dos las cosas mejorarán?

Expandiendo la fabricación

Tanto en la primera revolución industrial como en la actual, los primeros efectos se vivieron en las factorías y fabricas del mundo desarrollado. Al sustituir obreros por tecnología, la productividad industrial de Estados Unidos casi se duplicó entre 1995 y 2015. Como resultado, mientras la producción industrial de Estados Unidos está actualmente en su punto más alto, el empleo alcanzó su punto máximo en 1980, y desde 1995 ha estado disminuyendo sensible y continuadamente.

A diferencia de lo ocurrido durante el siglo XIX, los efectos de la globalización y la automatización se están extendiendo por la mayoría de los países en desarrollo. La Curva del elefante del economista Branko Milanovic muestra cómo a nivel mundial las personas, clasificadas por los ingresos obtenidos en 1998, vieron aumentados sus ingresos en 2008. Mientras los ingresos de los muy pobres en los países desarrollados se estancaban, el aumento de los ingresos s en las economías emergentes sacaban de la pobreza a cientos de millones de personas. Por otro lado las personas situadas en la parte alta de la escala de ingresos también se beneficiaron de la globalización y de la automatización. Al contrario, simultáneamente se estancaron los ingresos de las personas de clase trabajadora y media del mundo desarrollado. En Estados Unidos, por ejemplo, los ingresos de los actuales trabajadores del sector industrial, ajustados por la inflación, están prácticamente en el nivel que tenían alrededor de 1970.

Ahora la automatización también está llegando a las economías del mundo en desarrollo. Un informe reciente de la Organización Internacional del Trabajo descubrió que más de dos tercios de los 9,2 millones de trabajos textiles y de calzado del sudeste asiático están actualmente amenazados por la automatización.

Despertando a los problemas

Además de extenderse por todo el mundo, la automatización y la inteligencia artificial están comenzando a impregnar a economías enteras. Los contables, los abogados, los camioneros e incluso los trabajadores de la construcción -cuyos puestos de trabajo no se modificaron en gran parte por la primera Revolución Industrial- están a punto de encontrar que su trabajo cambia sustancialmente, si no es enteramente absorbido por máquinas digitales.

Hasta hace muy poco, la clase profesional educada mundial no se reconocía en lo que estaba sucediendo con las personas de clase trabajadora y media en los países desarrollados. Pero ahora está a punto de sucederles a ellos.

Los resultados serán sorprendentes, perjudiciales y potencialmente duraderos. Los acontecimientos políticos del año pasado dejan en claro que el tema de la prosperidad compartida no puede ser ignorado. Ahora es evidente que el voto brexit en el Reino Unido y la elección del presidente Donald Trump en los Estados Unidos fueron impulsados en gran medida por motivos económicos.

Nuestra economía y sociedad actuales se transformarán de manera significativa, sin que se adivinen correcciones o adaptaciones simples que puedan disminuir sus efectos. Pero al tratar de hacer predicciones económicas basadas en el pasado, vale la pena recordar y ejercer la precaución prevista por el distinguido economista israelí Ariel Rubinstein en su libro de 2012, "Fábulas económicas":

"Estoy obsesivamente ocupado en negar cualquier interpretación que sostenga que los modelos económicos producen conclusiones de valor real".

La afirmación básica de Rubinstein, que es que la teoría económica nos dice más acerca de los modelos económicos que de lo que nos revela sobre la realidad económica, es una advertencia: no debemos escuchar a los economistas cuando se trata de predecir el futuro del trabajo. Es necesario escuchar también a los historiadores, que a menudo aportan una perspectiva más profunda que las predicciones de los modelos económicos. La automatización cambiará significativamente la vida de muchas personas con maneras que pueden ser dolorosas y duraderas.

Moshe Y. Vardi es profesor de Ciencias de la Computación y Director de Ken Kennedy Institute for Information Technology. Rice University, Houston

Artículo originalmente publicado en The Conversation

Traducción de Gregorio Martín, Universitat de Valencia

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