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¿De quién te fías más, de tu médico o del ‘smartphone’?

El 'ehealth' atrae a farmacéuticas, aseguradoras, médicos y pacientes. ¿El riesgo? Hacen negocio con información sensible

El big data en salud mueve grandes volúmenes de información que sirven para crear patrones y anticiparse a las enfermedades, para actuar más rápido. Pero también tienen un reverso oscuro: ubican al personal por zona, edad, género, síntomas e historial. Parece claro que le telemedicina ha llegado para quedarse.

La comunidad médica alerta sobre los riesgos del llamado empoderamiento del paciente, que acude a consulta con una batería de respuestas a contrastar con el profesional. Esta es una de las motivaciones que esgrime el sector del ehealth: controlar la información a través de los médicos. La otra, no menos importante, es hacer que pase por un canal seguro para evitar perder el control de informes, imágenes en movimiento y fotografías. Las aplicaciones médicas están sometidas a leyes de protección de datos que solo permiten recopilar datos anónimos, pero tanto para enviar archivos como vídeo y fotos se necesitan blindar los canales.

Con esta idea nació Diana, una app que tiene detrás a la farmacéutica Roche y la agencia Flash2Flash. “Cuando nos pusimos a trabajar en ella nos dimos cuenta de que había muchas aplicaciones sin rigor médico”, apunta Diana López, una de sus creadoras. “Se necesitan avales de comunidades de doctores y de pacientes y la mayoría de las aplicaciones que encuentras en las tiendas de iOS y Android no tienen a nadie detrás. ¿Qué pasa en estos casos con los datos de los pacientes?”. Esta aplicación, que según los desarrolladores hace hincapié en la psicooncología y los hábitos del paciente, extrae información sobre “datos genéricos” que se quedan en el teléfono de la mujer. “Les preguntamos sobre sus tratamientos y cruzamos esos datos con la información que nos dan sobre sus síntomas. Con eso les ofrecemos gráficas para que, si por ejemplo se ven cansadas, lo perciban como algo normal”, ilustra. Pero el médico no tiene acceso a esta información, “primero porque nos pidieron que no les diéramos esos datos para poder hablar con la paciente, y segundo porque no tienen tiempo para esto”.

Según la consultora Tania Hevia, directora desde hace cuatro años de Wake App Health, que las farmacéuticas logran con estas apps que el paciente “se adhiera mejor al tratamiento”, lo que consigue que repercute en un menor despilfarro para el sistema. Con las aplicaciones, este sector consigue los llamados datos agregados (y no individualizados) que les sirven para ver “cómo está funcionando el medicamento en función del contexto del paciente”. En el caso del enfermo crónico, los datos sirven a la Administración para controlar mejor su tratamiento.

Aseguradoras y médicos se resisten todavía a adoptar este tipo de modelos. “Hablamos de transformación digital”, apunta Hevia, “cuando deberíamos hablar de transformación cultural, lo que implicaría que todos los agentes del sistema trabajasen juntos”. De la misma opinión es Izanami Martínez, consejera delegada de Doctor24, empresa pionera en videoconsultas que cerró a los dos años de vida. “Por entonces concluimos que el único público objetivo para la consulta en vídeo podía ser el de urgencias”, señala. Esta experta en innovación valora que otras aplicaciones sigan intentándolo. Se refiere a Sanitas, que ha lanzado un producto de este tipo de consultas que le funciona, o a Quirón, que lo implementa en procesos como los posoperatorios. También menciona a Vida, recién aterrizada en el mercado desde Suecia, donde tiene 200 doctores y 60.000 pacientes.

Con 100.000 usuarios en los países donde está presente, Vida ofrece por 20 euros la consulta de atención primaria de forma inmediata y programada. No descartan abrir más patologías, como pediatría. “Cada país demanda un modelo”, apunta su responsable en España, Diego Guzmán. “Empezamos con psicología porque nos parecía lo mejor en un país donde la gente sufre depresión”. Los datos que maneja esta empresa, aseguran, “se almacenan bajo estrictos protocolos de seguridad”, y gran parte de la información que les sirve para mejorar el servicio se nutre de la información que el Ministerio de Sanidad publica, “por ejemplo alergias o vacunaciones”, e informes privados.

Top Doctors es su competencia. Lo que les diferencia en este momento, además de la penetración -la segunda entró antes, en 2013- es que Vida sólo tiene de momento atención primaria y Top Doctors tiene un cuadro de especialidades más amplio, además de citación en línea para reservar hora en consultas de distintas clínicas. “Desarrollamos plataformas seguras para mover todo el big data para que los médicos puedan tomar decisiones cada vez mejores a través de información agregada”, subraya Alberto Porciani, CEO de la empresa. En su opinión, la sanidad “está viviendo lo mismo que hace unos años pasó con las agencias de viajes y el sector hotelero”.

Antes de que la consulta vía Internet se pusiera sobre la mesa, quien sonaba era Doctoralia. La empresa, con 10 años de experiencia en el sector, se tiene por “el Tripadvisor de la medicina”, bromea su cofundador, Frederic Llordachs. Nació como una plataforma colaborativa en la que se opinaba sobre médicos, se les puntuaba y se podía pedir cita. “El teléfono móvil ha cambiado los hábitos de consumo”, explica Llordachs. “Los médicos somos conservadores porque nos han enseñado a serlo. Hasta que no haya mucha gente usando estas aplicaciones, no vamos a cambiar”. Para él, esta transición es imparable, y sucederá “a pesar” de los médicos. “La gente duda y va a Google”, reflexiona. “Se acabó la veneración a lo que diga el médico, así que hay que volver a educar al paciente para que recurra a fuentes rigurosas”.

Getty Images

Algunas aplicaciones no solo se relacionan con la red: también lo hacen directamente con el cuerpo del paciente. Los llamados wearables van desde medidores de la tensión a termómetros e incluso blísteres con dosis de fármacos conectados a la nube. Este último es el caso de la startup española Insulclock, que empezará a comercializar en septiembre de este año su dosificador conectado para diabéticos y que ya cuenta con licencias y beneplácitos de comunidades autónomas, Estado y hospitales como la Fundación Jiménez Díaz, donde han hecho experimentos piloto, y de farmacéuticas como Lilly.

Este blíster está diseñado para los enfermos de diabetes, pero su tecnología es aplicable a tratamientos respiratorios, de fertilidad, a pacientes crónicos y a la hormona del crecimiento, según explican sus fundadores, José Luis López y Jesús Arenas. López, que es diabético, señala que el modelo de negocio funciona primero para el paciente, que debe llevar un cálculo riguroso de su tratamiento, pero también para el resto de actores que orbitan detrás. “Se pierde mucho tiempo en pautar mal los tratamientos y esto ayudará a ahorrar al sistema sanitario, a las aseguradoras y a las farmacéuticas”, expone el directivo.

“Los ciudadanos podrán controlar su historia clínica, que se compartirá con las farmacéuticas, siempre con un contrato cuyo incumplimiento debería ser un delito penal”, vaticina Jordi Serrano Pons, fundador de UniversalDoctor. También le da un repaso a la telemedicina: “Será una opción importante porque gracias a ella se evitan preguntas tontas y se ayuda a la gente que vive lejos del centro de salud”, cuenta, “pero no termina de funcionar porque, en ocasiones, tu paciente te va a pedir un abrazo”.

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