¿Coche autónomo? Bueno para la vida, malo para el negocio

El futuro del transporte pasa por que las empresas compartan datos. No lo decimos nosotros. Lo dicen los expertos consultados por Red Hat Films en un documental de apenas un cuarto de hora sobre el coche eléctrico. Solo así (o mejor así) se conseguirá un transporte más eficiente y más seguro.

Esta colaboración, sin embargo, no parece estar a la orden del día en una carrera en la que Pekín, Detroit y Silicon valley compiten ferozmente contrarreloj. Montar una automovilística es difícil, claro está, pero no tanto una startup que trabaje la inteligencia artificial aplicada. La última (que se sepa) es DeepMap, una compañía dedicada a crear mapas para coches sin conductor humano fundada por antiguos directivos de Google.

Y es que, según aseguran en medios como CNBC, los coches autónomos van a ser más disruptivos que la llegada del propio automóvil en el siglo XIX y que su presencia va a ser una constante en la próxima década.

No son los únicos implicados en este asunto. El oráculo de Omaha, el venerado Warren Buffett, se congratuló recientemente del hecho de que la llegada de los coches autónomos vaya a reducir el número de accidentes. Pero el negocio es el negocio, y el inversor cree que “va a ser malo para el negocio”. No le falta razón: un coche autónomo es, se calcula, unas diez veces más seguro que uno convencional. Este dato se ve reforzado por el hecho de que eliminamos de la ecuación los conductores ebrios.

La innovación en el transporte no se reduce solo a máquinas capaces de conducir coches. El transporte compartido no lo inventaron Uber o Blablacar. Hace mucho tiempo que está y se llama autobús. La movilidad es algo en lo que todos entran. Wired, por ejemplo, ha anunciado que Citymapper, la app de gestión de trayectos en transporte público, va a lanzar su propia línea de transporte urbano en Londres.