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Monumental enfado político: radiografía de unas elecciones no deseadas

Francisco Camas y José Pablo Ferrándiz, de Metroscopia, analizan en un libro recién publicado la situación posterior al 10-N

Claudi Pérez
El líder del PSOE, Pedro Sánchez (tercero por la izquierda), celebra los resultados electorales en la sede de Ferraz de Madrid.
El líder del PSOE, Pedro Sánchez (tercero por la izquierda), celebra los resultados electorales en la sede de Ferraz de Madrid.Luis Sevillano

“Yo soy el banco”. Sobre la crisis europea se han escrito libros sesudos —y larguísimos: uno de los mejores, Crash, de Adam Tooze, tiene casi 800 páginas—, pero esa frase de la canciller Angela Merkel tiene la virtud de resumir en cuatro palabras los 10 últimos años europeos, y puede que los próximos 10. Tampoco la política española es fácil de sintetizar: dos elecciones generales en menos de un año (cuatro en los últimos cuatro años) y un contexto general de bloqueo político e ingobernabilidad iniciado en 2015 y acentuado en 2019 han provocado el peor estado de ánimo entre la ciudadanía española desde la Transición. Da casi para unos episodios nacionales posmodernos. Radiografía de unas elecciones no deseadas (Catarata), de Francisco Camas y José Pablo Ferrándiz —analistas de Metroscopia—, trata de condensar una temporada de turbulencias que han dejado el primer Gobierno de coalición desde la II República. La demoscopia (del latín auscultar, nada menos) deja un puñado de conclusiones necesariamente inestables:

1. Malestar o posmalestar. El 45% de los españoles cree que los políticos son parte del problema, el porcentaje más alto desde la Transición. El “intenso pesimismo político” se arrastra desde 2008 —desde el inicio de la Gran Crisis—, y explica en parte el fin del bipartidismo (PSOE y PP sumaban el 80% de los votos y ahora rondan el 50%) y el auge de una especie de pentapartidismo imperfecto. La inestabilidad política deviene estructural: “No mejora ni con la bonanza económica”, constatan Casas y Ferrándiz. Del cansancio se ha pasado al enfado, aunque tras el test de estrés democráctico del 10-N “el desánimo empieza a mejorar”, según las encuestas.

2. Resultadismo. Las elecciones dejaron el Congreso más fragmentado desde la Transición, con 17 partidos. Votó menos del 70% del censo: dos millones de sufragios menos que en abril. Izquierda y derecha empatan a 43%: hay 11 millones de votos en cada bloque. El PSOE es el ganador con menos apoyos de la historia; se dejó 760.000 votos y tres diputados respecto a los anteriores comicios, frente a la subida de PP y de Vox y al descalabro de Ciudadanos. El 10-N confirmó que el multipartidismo está aquí para quedarse, pero “no verificó la hipótesis de la mayoría cautelosa”: La Moncloa creía que Sánchez "superaría la barrera del 30% de los votos y se iría por encima de los 140 escaños", según los autores: esa fue la principal razón de una convocatoria de elecciones que los ciudadanos no querían. 

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3. Fatiga. La participación bajó casi seis puntos entre abril y noviembre: del 75,7% al 69,8%. Aumenta la fragmentación, caen los nuevos partidos (Podemos y Ciudadanos) pero no los novísimos (Vox) y las placas tectónicas se van moviendo: “El centro se debilita y la derecha se desplaza hacia el extremo”, y “la irrupción del multipartidismo coincide con la transformación del nacionalismo catalán en soberanismo”. Una clara mayoría no quería elecciones y expresa cansancio y hartazgo: el PSOE pierde hacia la abstención más del 10% del voto, solo superado por Ciudadanos (17%).

4. Partidos. Radiografía… constata la tendencia descendente del PSOE desde abril, pese a los buenos resultados de las municipales, autonómicas y europeas de mayo. Las dificultades para lograr acuerdo, la sentencia del procés y los posteriores disturbios perjudicaron al PSOE; la exhumación de Franco no le dio un solo voto. La imagen especular de esa tendencia es el ascenso del PP tras la debacle del 28-A: los pactos con Cs y Vox, además de la sentencia del procés, le permitieron sumar. La subida de Vox se atribuye al debate electoral, la sentencia y los posteriores disturbios en Cataluña. El libro subraya el “suelo electoral” de Podemos, que no sale mal parado de la batalla por el relato de la repetición de elecciones, aunque destaca también que en mayo perdió la mayoría de los Ayuntamientos del cambio (salvo Barcelona y Cádiz). La debacle de Ciudadanos se explica por “la radicalización y los acuerdos en Ayuntamientos y comunidades”; Albert Rivera defraudó las expectativas de convertir Cs en "partido bisagra" y contribuir a la regeneración de la política. “No consiguió frenar la debacle ni con la moción de censura en Cataluña ni con el levantamiento del veto al PSOE” muy a última hora.

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5. Campaña. El contexto en el que se celebró la última campaña era de lo más enrarecido: la sentencia del procés, el Brexit, los ERE o la exhumación de Franco. En general, “un clima favorable a Vox, especialmente tras los disturbios de Barcelona”. A pesar de la presión mediática, los votantes pedían otra cosa: el asunto que realmente preocupaba, y preocupa, es la economía. Las encuestas detectan “desasosiego económico”: la sensación es que viene otra crisis y España no está preparada.

6. ¿Ahora qué?. La política española se caracteriza por una enorme volatilidad: millones de votos cambiaron de manos el pasado 10 de noviembre, unas elecciones “no deseadas”, según los autores, por una ciudadanía que tenía por aquel entonces “el peor estado de ánimo desde la transición”. El 75% de los españoles achaca la repetición electoral a la ineptitud de los líderes; la mitad señala a Pedro Sánchez como principal culpable. Pero una vez celebradas, hay dos conclusiones fundamentales: a dos tercios de los votantes del PSOE les parece mal que la legislatura dependa de ERC, pero en cambio el pacto Sánchez-Iglesias ha tenido buena acogida. “El estado generalizado y sin precedentes de cansancio, enfado y desilusión” sigue ahí, y augura “una política inestable en un multipartidismo consolidado”, concluye el libro. El noble arte de formar coaliciones —y mantenerlas— marcará, en fin, la política española de los próximos tiempos. 

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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