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Calvo: “Las elecciones, en democracia, nunca pueden ser un fracaso”

En una entrevista con EL PAÍS, la vicepresidenta del Gobierno en funciones culpa a Pablo Iglesias de la repetición electoral y confía en que el PSOE gobierne en solitario tras el 10-N.

En foto, Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno en funciones, en su despacho de La Moncloa. En vídeo, entrevista de El País a Carmen Calvo.Vídeo: SAMUEL SÁNCHEZ / EPV
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Todos los caminos conducen a Carmen Calvo (Cabra, Córdoba; 62 años). La vicepresidenta en funciones ha sido la personalidad clave en la negociación fallida con Unidas Podemos que acabó en la repetición electoral. Calvo culpa a Iglesias del fracaso. Evita la autocrítica. Y sostiene que Podemos nunca creyó en la oferta de julio, y fue de órdago en órdago hasta que se dio cuenta —tarde— de que debió haber aceptado. Calvo confía ahora en gobernar en solitario, con una mayoría más fuerte, y es consciente de los riesgos del 10-N, llamado a ser uno de esos instantes en los que la política española bascula y se define.

Pregunta. Capitaneó la negociación con los independentistas y ahora con Podemos. ¿Qué experiencia saca de esos dos fracasos?

Respuesta. No los considero fracasos. Hemos conseguido que el independentismo no crezca: en las últimas elecciones, los no independentistas ganamos a los independentistas por 1,4 millones de votos. Eso no es un fracaso.

P. ¿Y la repetición electoral?

R. Nosotros éramos los últimos que queríamos elecciones. Pero en democracia, aunque comprenda el estado de ánimo de los ciudadanos, las elecciones nunca pueden ser un fracaso. Cuando esto ocurrió en 2016 ningún medio dijo eso, ningún partido lo dijo. ¿Ocurre ahora porque esto es un todos contra el PSOE?

P. En 2016, Pedro Sánchez le echó la culpa a Mariano Rajoy. ¿No es ahora Sánchez el principal culpable?

R. Asumimos la responsabilidad como el principal partido. Pero hemos hecho todos los esfuerzos habidos y por haber.

P. ¿Entiende el malestar?

R. Entiendo ese estado de ánimo, entiendo que muchos ciudadanos estén disconformes, enfadados, pero las cifras no dan con la claridad con la que daban antes. Ya le pasó a Rajoy. Y volverá a pasar: por eso digo que las urnas, en democracia no pueden ser un fracaso.

P. ¿Repetirán elecciones hasta lograr una mayoría suficiente?

R. No, eso no. Pero esta situación la han vivido todas las democracias europeas, con Gobiernos en funciones de hasta dos años. No estigmaticemos las urnas.

P. ¿Qué espera del 10-N y de la etapa que empieza justo después?

R. Llevamos un lustro de inestabilidad, encadenando situaciones inéditas en la política española. El comportamiento de los electores es extraordinariamente maduro: los españoles han dado en el pasado respuestas éticamente brillantes a la guerra de Irak, a la corrupción. Pero es entendible el desconcierto de mucha gente con el sistema; por eso, es posible que haya que hacer modificaciones.

P. ¿De qué tipo?

R. El modelo constitucional, los reglamentos de las Cámaras y el sistema electoral estaban preparados para dos grandes partidos que luego se apoyaban en partidos minoritarios, en los nacionalistas. Pero hay un cambio de cultura política en España: en poco más de un año hemos visto cómo salía adelante una moción de censura, cómo un partido lograba pactar leyes con el resto de grupos, pero hemos visto también un entorno absolutamente destructivo en la política. Ahora hay que confiar en la madurez y el olfato del electorado para responder a retos como el frenazo económico, el cambio climático o la violencia machista, con Vox comportándose de manera negacionista con los asesinatos de las mujeres y arrastrando al PP y a Ciudadanos.

P. En Europa las negociaciones son distintas: maratonianas, con políticos que pasan noches enteras sin dormir. ¿Por qué no hemos visto eso aquí? ¿Por qué empezó tan tarde a negociar?

R. Pasamos mayo en campaña y, a partir de ahí, el presidente se reúne en muchas ocasiones con Pablo Iglesias.

P. La negociación real empezó casi tres meses después de las elecciones. Y duró cinco días.

R. Esos datos no son reales. En junio el presidente se reúne en varias ocasiones; algunas no se han dado a conocer. Iglesias dice entonces que no hay otra fórmula que la coalición. Y ha llevado esa imposición hasta el final.

P. Hay docena y media de Gobiernos de coalición en Europa.

R. Ni uno solo con dos izquierdas solas. Es un dato interesante.

P. ¿Quiere decir que la izquierda nunca va a poder entenderse?

R. No, no. Pero a nosotros nos parecía más útil, dada la distancia en escaños, seguir como en los meses anteriores. Intentamos el Gobierno de coalición. Tan de veras que si Iglesias le dice sí al presidente en julio ya estaríamos gobernando. Podemos hizo planteamientos de máximos pese a que negociaba con un partido que le saca 81 diputados, y con un concepto de Gobierno inviable, la bicefalia. Iglesias ha cerrado el paso por cuarta vez a un Gobierno socialista. Eso es un hecho. Y no respetó la proporcionalidad: pedía prácticamente todas las políticas que son transformadoras.

P. Todas las negociaciones empiezan así; luego se baja el listón.

R. Pero hay otros problemas: Iglesias decía que estaba para vigilar que se hacían políticas de izquierda. Nunca quiso asumir que no sumamos con sus 42 escaños.

P. Votos había: el PNV y otros estaban dispuestos.

R. No, porque el PNV no va a estar a lo que quiera Podemos cada día. En Europa hay coalición cuando las cifras dan; aquí no daban. Y aun así lo intentamos.

P. ¿La decisión de Iglesias de apartarse les descolocó?

R. Eso no hay quien se lo crea: al final Pablo Iglesias se alía con la derecha y cierra el paso al partido socialista; ya lo ha hecho cuatro veces. Y no, no nos descolocó. Hicimos una oferta razonable: cuando lo volvieron a pensar vieron que se habían equivocado.

P. Esa oferta duró unas horas. ¿Por qué ya no valía después?

R. Porque así se lo advertimos. Les dijimos que la oferta de julio no valía para septiembre.

P. ¿Por qué despacharon en apenas unas horas el documento de Podemos en agosto?

R. Porque insistía en la coalición. Nos faltaron al respeto: no podemos aceptar que nos intenten imponer las condiciones desde el sector minoritario de la izquierda. Las urnas dijeron que nosotros somos mayoritarios.

P. ¿Las urnas no dijeron también que se pusieran de acuerdo?

R. No, las urnas no votan coaliciones. Si Podemos hubiera sacado mejor resultado y hubiéramos sumado mayoría absoluta a lo mejor valdría esa lectura.

P. Vamos a un dato concreto. En el momento clave, la tarde del 24 de julio, usted le manda un whatsapp a Echenique a las 19.08: “Igualdad tampoco os vale”. Es la primera vez que pone sobre la mesa Igualdad. Y la negociación se rompe a las 20.37. Una hora y media después. ¿Eso es normal?

R. No, no: a mediodía hacemos la última oferta. Durante horas no cogen el teléfono. Entre ese mensaje y el final de la negociación el presidente llama a Iglesias, para decirle que conteste.

P. ¿Pero no es llamativo que Igualdad entre en la negociación a las 19.08 y se rompa a las 20.37?

R. Hicimos esa propuesta y ni siquiera contestaron: eso da la medida de la seriedad de Podemos. Iglesias no necesitó ni más horas, ni noches sin dormir, ni más semanas ni más días porque nunca abandonó la idea de ‘como yo no esté, no habrá Gobierno’. Lo puso imposible. Y cuando metimos Igualdad, Iglesias contestó que además quería Trabajo.

P. ¿Por qué retocaron el documento desde vicepresidencia para cambiarle el título de “propuestas” a “exigencias”?

R. Ese documento está impoluto. Pero si mandamos un documento a los medios debemos poner de qué va: las exigencias de la otra parte. Además, mientras negociábamos, Podemos hablaba en los medios de presos políticos catalanes, de eliminar el 155 de la Constitución.

P. Las críticas a Podemos quedan claras. ¿Y la autocrítica?

R. Es más que suficiente aceptar que no hemos podido sacar adelante el acuerdo. Siempre te planteas si esto podría haberse encajado de otra manera. Cuando no se alcanza el objetivo, que era no repetir elecciones, no te queda buen sabor de boca. Pero el fracaso hubiera sido aceptar lo que no es razonable.

P. Ante la posición de Podemos en Cataluña, la desaceleración y la falta de reformas, ¿estarían más cómodos con Rivera?

R. No. Nosotros queremos gobernar con nuestra propia fuerza. Nos gustaría encontrar acuerdos en otras dimensiones: se los hemos ofrecido al PP y a Cs, pero difícilmente Rivera, con su deriva hacia los pactos con la ultraderecha, iba a aceptar las políticas progresistas. Rivera dijo del presidente que era el jefe de una banda, ni siquiera ha acudido a las reuniones y manda la carta con su oferta en un ataque de pánico a 24 horas de la ronda con el Rey.

P. ¿Descarta coaliciones tanto con Podemos como con Cs?

R. Nuestros 123 escaños son la suma de los dos siguientes partidos. Y pensamos que la gente nos va a respaldar porque va a entender lo que hemos hecho. Queremos gobernar apoyándonos en la izquierda para las políticas sociales, pero habrá que tomar decisiones con grandes mayorías.

P. ¿No teme el riesgo de que sume la derecha?

R. Asumimos esos riesgos. Pero también hay gente moderada en esa derecha que no entiende por qué se ha bloqueado el país.

P. El hecho es que en cinco meses han logrado un solo sí, el de los regionalistas cántabros. ¿El problema lo tienen todos los demás o lo tiene el PSOE?

R. Eso es simplificar mucho.

P. Es un dato.

R. Sin contexto, un dato no dice nada: los partidos pequeños no se movieron porque estaban esperando a ver qué hacía Podemos.

P. Con la sentencia del procés, el Brexit y la desaceleración, ¿no es peligroso un año en funciones?

R. Lo irresponsable sería un Gobierno que no pueda responder a nada. Lo irresponsable es el poder por el poder: eso es lo que hacen las derechas. El espectáculo del alcalde de Madrid es un bochorno en Europa. Con el poder por el poder se llega a Vox.

P. ¿No hay un exceso de relato en este Gobierno?

R. No nos importa nada el relato: nos importa la realidad.

P. La realidad es que Juppé, Santos, May, Cameron, Renzi y tantos otros fueron a las urnas para reforzarse y salieron escaldados. ¿Qué pasaría si fracasan?

R. Hemos pretendido ser decentes desde el principio, desde la moción de censura, que ahora parece que fue obra de Iglesias, para acabar con la corrupción del PP. Por ética hemos llegado a acuerdos con todo el mundo durante 10 meses. Por ética no aceptamos el derecho de autodeterminación y nos tumbaron los Presupuestos. Por ética intentamos la coalición.

P. ¿Por ética dimitirán si fracasan?

R. Por ética solo queda que los ciudadanos vuelvan a hablar.

P. Ante el malestar de la gente, ¿le ha dicho alguien en su entorno que no va a votar esta vez?

R. Me llega justo lo contrario.

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