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Santiago Bastos, un militar contra el golpismo

El exjefe de la División de Interior del servicio secreto y su esposa han fallecido en accidente de tráfico

El general Santiago Bastos, en el Senado en 1995.
El general Santiago Bastos, en el Senado en 1995.

Santiago Bastos Noreña, general de Brigada y exsubdirector del Centro Superior de Información para la Defensa (Cesid), falleció el 19 de julio a los 87 años junto a su esposa, Lourdes Amigo, tras un accidente de automóvil. Hijo de un militar fusilado en la Guerra Civil por tropas republicanas, Bastos Noreña, militar de carrera del arma de Infantería desde 1952, inició su trayectoria castrense como teniente en el Regimiento de Montaña Galicia 63 de Jaca, en Huesca. En unas pruebas de paracaidismo de un curso de operaciones especiales se fracturó varias vértebras y tuvo que abandonar aquella instrucción para pasar al mundo de la Información militar.

En 1972 quedó integrado en el Servicio Central de Documentación (Seced), adscrito a Presidencia del Gobierno, que incluía la vigilancia de los principales sectores sociales y políticos comprometidos con el antifranquismo, desde el estudiantil hasta el sindical y eclesiástico incluidos. El militar fallecido se desempeñó en el sector que vigilaba los movimientos registrados en el interior de la Iglesia católica en aquel momento. Desde la perspectiva ideológica, Bastos Noreña perteneció al movimiento denominado Forja, que, desde la Academia Militar de Zaragoza y bajo la dirección de su creador, Luis Pinilla, integraba a militares con inquietudes sociales. Los integrantes de esta corriente se reclamaban católicos adscritos a un cierto modernismo moral y progresismo social, bajo la influencia de pensadores franceses como Emmanuel Mounier o Pierre Theilhard de Chardin.

Con posterioridad a la muerte en atentado de ETA, en diciembre de 1973, del presidente del Gobierno Luis Carrero Blanco, mentor del Seced donde Bastos trabajaba, este servicio secreto fue fusionado en 1977 con la Tercera Sección del Alto Estado Mayor, dedicada a la Inteligencia en el exterior. La fusión recuperó a los miembros más cualificados del Seced, como el propio Bastos, para dar lugar al Cesid, convertido en el primer servicio de Inteligencia homologable a los servicios europeos de la época.

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Allí, Bastos Noreña pasó a dirigir el Área de Involución, con secciones como Antiterrorismo, Guerra Psicológica y otras. Durante el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, el área de Involución, creada para el seguimiento de las actividades golpistas dentro de las Fuerzas Armadas, se vio cegada de la información procedente de agentes y colaboradores. Empero, tras conseguir mayor capacidad operativa y de información, en octubre de 1982, antes de las elecciones que llevarían al PSOE al Gobierno, esta área, regentada por Bastos a través de su equipo de oficiales de Inteligencia, cosechó un evidente éxito: el descubrimiento y desmantelamiento de una conjura militar previa a un golpe de Estado en la víspera electoral, intencionalmente cruento, cuyos ejecutores, oficiales y jefes de las Fuerzas Armadas olvidaron el plan de acción golpista en el interior de un automóvil, del que fue extraído y fotografiado por agentes de Bastos durante una cena castrense a la que algunos de los conjurados asistían en el barrio madrileño de Cuatro Caminos. También en 1985, miembros del equipo dirigido por Bastos truncaron otra intentona golpista en la que mandos militares perpetraban atentar con explosivos contra el rey Juan Carlos durante la conmemoración del Día de las Fuerzas Armadas en A Coruña.

Neutralizada la amenaza involucionista, Santiago Bastos pasó a dirigir la División de Interior, cuyas actividades de seguimiento informativo contra ETA fueron incesantes. Un intento de atentado contra él, por parte de la banda, fue abortado. Cuando Emilio Alonso Manglano cesó al frente del Cesid en 1995, Santiago Bastos presentó su renuncia de manera irrevocable. “Santiago Bastos era un ejemplo de rectitud, integridad moral y disciplina al servicio del Estado”, señala un coronel que trabajó a sus órdenes durante los peores años del golpismo. “Carecía de ambición política y su compromiso profesional con las tareas de Inteligencia le procuró fama de eficacia, objetividad, disciplina y obediencia al servicio del Estado”, añade. Santiago Bastos Noreña era el padre de José Antonio Bastos, dirigente de Médicos sin Fronteras.

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