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Elecciones Generales
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El milagro socialista

El partido de Pedro Sánchez encabeza hoy un resurgir de las izquierdas continentales ya balizado recientemente por las escandinavas

Pedro Sánchez, tras votar en Pozuelo de Alarcón (Madrid).Vídeo: ULY MARTIN / QUALITY
Xavier Vidal-Folch

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Los profetas de la muerte de la socialdemocracia contemplan hoy, arruinados, sus pronósticos fallidos. La causa de su tristeza nutrirá de alegría a quienes comparten la causa del progresismo.

Y es que el socialismo español ha ultimado un milagro para su asténica familia europea. Porque milagrosa era ya su supervivencia, cuando desaparecían del mapa el PS francés, el Pasok griego y, casi enteramente, el Partito Democratico italiano.

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Y mientras capotaban sus otrora florecientes partidos hermanos en Holanda y Austria y sufría y sufre el SPD alemán. El de Pedro Sánchez encabeza hoy —por peso de país y rotundidad de su victoria— un resurgir de las izquierdas continentales ya balizado recientemente por las escandinavas, y desde hace tres años, por las portuguesas.

Con sus aciertos estratégicos, sus incomodantes vaivenes argumentales y sus errores tacticistas y propagandísticos, el PSOE ha capitalizado con eficiencia su brevísima etapa al frente del Gobierno.

Ha recogido frutos abundantes de su activismo legislativo; de su orientación hacia el rescate social de quienes quedaron en la cuneta de la recuperación económica; de su sesgo feminista sin embozo y de su apuesta por el diálogo territorial.

Así que ha logrado saldar algunas facturas que le atenazaban ferozmente, como su mediocre (y aún peor explicada) gestión política de la Gran Recesión.

Un reproche bastante general que le adjudicó exageradamente el sambenito de corresponsable pasivo —cuando no de factor desencadenante— en la agudización de las tremendas secuelas sociales generadas por la gran crisis económica desatada en 2008. Se trataba de un baldón letal, especialmente para un partido que se titula socialista desde hace 140 años.

Además, el insidioso problema planteado por el unilateralismo independentista —y especialmente el autoritarismo extremista de Quim Torra y de Waterloo—, aunque haya servido para abonar el cultivo del partido ultra, no le ha descabalgado.

La combinación de firmeza —con episodios torpes como el comunicado de la reunión de Pedralbes— e intenso diálogo institucional más bien le ha favorecido. Le ha ayudado a recuperar a sectores centristas y moderados en Cataluña y Euskadi: donde, por cierto, el Partido Popular ha enterrado su carácter de partido nacional, o sea, aquel que mantiene una presencia relevante en todo el territorio español. Mientras que esta vez no le ha apuntillado en Andalucía.

La notoriedad de esta victoria queda subrayada por la competición del PSOE consigo mismo, con sus resultados históricos.

El de ayer supera en seis puntos sus cuotas de electores alcanzadas en 2015 y 2016, cuando el cuatripartidismo ya estaba instalado en el sistema. E iguala casi al milímetro el obtenido en 2011 (28,8%), en la última gran cita del bipartidismo.

La evaluación del resultado de un concursante se completa y adquiere relieve cuando se mide con los de sus rivales. Y en este capítulo, resulta abrumador. Casi duplica al PP, dobla largamente a Ciudadanos, aumenta la distancia con Unidas Podemos y quintuplica al partido ultraderechista.

Lo más trascendente es el desplome de la derecha convencional. El PP de Pablo Casado y Josemari Aznar se demedia respecto al de Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría. Y el fiasco ultra en Galicia —donde Alberto Núñez Feijóo y Ana Pastor profesaron de centroderechistas nada aznarizados— es susceptible de fraguar tensiones intestinas. A lo que coadyuvará el práctico empate con Ciudadanos.

Claro que, pese a todo ello, el PSOE no se basta por sí solo —ni siquiera con su vecino más próximo— para reauparse al Gobierno. Necesitará más aliados. Y por tanto, deberá proponer un programa de segunda modernización de España —tras la que supuso su retorno a Europa— capaz de encandilar a una sociedad todavía atribulada.

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