Creyentes y votantes
La relación del candidato con sus creyentes no admite dudas ni preguntas, solo sentencias y órdenes.
Mañana de jornada de reflexión en casa viendo The Doors, por supuesto, para pensar tranquilo y relajarse. La película de Oliver Stone, no la imagen rediviva de Jim Morrison paseándose como “gran mamífero” por el cuarto. Es una película estimulante. Pone el foco en una parte de la vida de Morrison, la más cinematográfica de todas: el alcohol, las drogas, el sexo, las broncas.
Mirar al dedo en lugar de la Luna es un suceso habitual cuando un artista explota su talento, ya sea Stone o cualquiera: puedes hacer una película buscando procesos e ideas del Morrison artista o pasarte el metraje observando al Morrison borracho. ¿Cuántos borrachos conoce el espectador, y cuántos Jim Morrison? Pues bien, la película va sobre un chico muy pasado que podía vivir tranquilamente en el piso de arriba de tu bloque.
Si quieren ver algo más auténtico, el documental When you’re a strange. La película tiene una escena que creí bellísima porque la entendí mal. “Ha estado bien”, le dice Pamela Courson —Meg Ryan como novia de Jim Morrison fue el mejor troleo de Stone a la industria— al líder de The Doors cuando lo encuentra muerto en la bañera. Creí que asentía pero solo preguntaba. “¿Ha estado bien?” no tiene la misma fuerza que “ha estado bien”, sobre todo cuando tu interlocutor está muerto.
Quizá por eso en las campañas electorales no se pregunta sino que se asiente, un territorio aún más acotado que el habitual a las sentencias que reclaman adhesión y que, en caso de expresar duda, son vistas como disidencia. Tiene gracia que no haya ámbitos en los que la duda sea más sospechosa que la política, precisamente las decisiones que más influyen en la vida de la gente. Algo agravado porque al cerrar los candidatos las puertas de los medios más hostiles con ellos, se consigue también que veamos en las preguntas casi asentimientos de ese medio. El resultado es más efectivo que productivo: “Ha estado bien” es más poético que “¿ha estado bien?”.
Total, que se producen dos fenómenos estos 15 días: de los partidos nos interesa aquello que explica más su autodestrucción que la construcción de su argumentario, aunque para sus adversarios cueste distinguir una cosa de otra. En eso Morrison ejerce como chamán, rey lagarto o provocador público, un líder de masas desclasificado; en New Haven hace suyo aquello que decía Sabina de subirse al escenario: “Los tienes tan entregados que tienes la sensación de que si gritas ‘Viva Hitler’ te responderán ‘viva”. Morrison, al contrario, les pide que se desnuden y follen, y organiza semejante conato de orgía que termina arrestado.
La relación del candidato con sus creyentes no admite dudas ni preguntas, sólo sentencias y órdenes. El efecto conseguido, pese a los gritos de los fans que recuerdan a la respuesta payasa del “¿cómo están ustedes?”, es el mismo que el de Pam acercándose a Jim en la bañera: interactuar con un muerto.
Menos mal que no vi Dumbo.
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