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La ciencia, en el agujero negro

Los investigadores del Instituto de Astrofísica de Canarias desconfían del apoyo general a la investigación

Javier Salas
Desde la izquierda, Jonay González, Sara Rodríguez, Héctor Vives y Dora Viera, en el Instituto de Astrofísica de Canarias.
Desde la izquierda, Jonay González, Sara Rodríguez, Héctor Vives y Dora Viera, en el Instituto de Astrofísica de Canarias.Rafa Avero

La campaña electoral es un monstruoso agujero negro que todo lo absorbe. Lo saben bien en los laberínticos pasillos del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), donde una visita del candidato Pablo Casado a comienzos de abril provocó una formidable distorsión del espacio-tiempo en el horizonte de sucesos del barro político. Un fenómeno al que no están acostumbrados en este centro en el que más de 400 personas se dedican a la ciencia más puntera. A su paso, Casado generó una gigantesca nebulosa con sus alusiones al terrorismo y el polvo cósmico lo inundó todo cuando unos estudiantes le regalaron un máster, un gesto viral que obligó al Instituto a desmarcarse.

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En ese contexto incómodo para la institución, EL PAÍS habla con cuatro trabajadores del centro, que no son muy optimistas con el desarrollo de la campaña ni de la legislatura. "La perspectiva no es alentadora", dice Sara Rodríguez, estudiante de doctorado. "Lo que se está viendo en la campaña es bastante preocupante", confirma Jonay González, investigador con más de una docena de años en el centro. Dora Viera, ingeniera con casi tres décadas de desarrollos técnicos en el IAC, profundiza un poco más en las causas, que vienen de la crisis: "Todavía persiste la situación de miedo, de incertidumbre, de que el suelo se está moviendo bajo mis pies y no sé qué hacer. Es un caldo de cultivo para que salgan discursos muy polarizados y muy extremos".

"Siempre que hay problemas en un país, surge la extrema derecha. Pero se ha favorecido desde los medios: manejan en esto y en todo”, denuncia Rodríguez. El investigador Héctor Vives también critica a los medios, que a su entender han difundido las ideas de los extremistas "como con Trump, porque da clics [visitas a las webs] hablar de ellos, ya sea a favor o en contra". Mientras González apuesta por la educación del público a través de medios públicos de calidad como los que disfrutó en sus cuatro años en Francia, Viera culpa a la televisión española del clima de enfrentamiento. "Cuando yo era pequeña todos nos sentábamos a ver Cosmos, Cousteau, Félix Rodríguez de la Fuente... Quizá esos programas hacen que la gente no está tan polarizada: esa sensación de que tenemos que ser blancos o negros. A veces me pongo a ver los programas de televisión y acabo atacada de los nervios porque provocan esa sensación de tensión", asegura la ingeniera, antes de enseñar un nuevo aparato que ha desarrollado, más completo y barato que el que contrataba el IAC en el extranjero.

"La sociedad está más dividida: hay más gente conservadora que quiere que las cosas sean como han sido y luego hay gente que quiere cambiar las cosas. Y cuando se enfrentan en puntos muy mediáticos, surgen los extremos", resume Sara Rodríguez. Viera va más allá: "No sabemos transmitir valores como sociedad y por eso cogen valores de otro tiempo, del pasado, o de otro lugar. Sientes que te viene un tsunami y estás ahí con una sillita en la playa". "Es evidente que en España hay una parte del pasado que no está conciliada. Tenemos un problema de base", responde Rodríguez, en referencia a la memoria histórica. "Deberíamos hacer como en Alemania: educar y hablar de ello para que no se repita", reclama González.

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Viera piensa en sus hijas, que planean irse al extranjero ("me dicen que en Trondheim, Noruega, no hay luz, pero hay trabajo"), y en lo mucho que ha avanzado la mujer en su campo en España. Antes, cuando cogía el teléfono en el despacho que comparte con un colega pensaban que era su secretaria. Ahora, sus compañeros europeos no dan crédito al descubrir su equipo de cinco mujeres en el experimento Quijote: "Llegaron 15 franceses, todo hombres, y cuando nos vieron trabajar nos sacaban fotos; era asombroso para ellos". El tema de los derechos de las mujeres y sus problemas para prosperar en la ciencia es al que más tiempo dedican, pero sin discrepar: "El feminismo, como la ciencia, debería estar por encima del debate político", apunta Rodríguez.

"A mí se me acaba el contrato en junio", bromea el investigador Héctor Vives sobre lo que espera de los próximos cuatro años de legislatura. Pero en realidad habla en serio sobre la importancia de los plazos, al denunciar el "cortoplacismo" de la política cuando mira a la ciencia. "La financiación tiene que ser fluida y estable, por eso se tiene que independizar al máximo posible de quién esté en el Gobierno", defiende Rodríguez.

Los cuatro coinciden en que es bueno el consenso en torno al I+D que ya han manifestado los grupos del Congreso (llegar al 2% de inversión en PIB), pero desconfían. "Muchas veces lo que dicen para apoyar a la ciencia suena a eslogan político, a frase súper amable que te viene en un sobre de azúcar. No acabas de creértelo", critica Viera. "No puede haber un debate de color político aquí: la ciencia es necesaria para todos", zanja González.

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Sobre la firma

Javier Salas
Jefe de sección de Ciencia, Tecnología y Salud y Bienestar. Cofundador de MATERIA, sección de ciencia de EL PAÍS, ejerce como periodista desde 2006. Antes, trabajó en Informativos Telecinco y el diario Público. En 2021 recibió el Premio Ortega y Gasset.

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