De los estadios al móvil: así han cambiado los mítines en 40 años
El desarrollo de la tecnología y de las redes sociales han transformado las campañas electorales en eventos menos masivos y más mediáticos
Paseo de Ribalta, Castellón, 5 de junio de 1977. Felipe González sube a un escenario presidido por un atril con el puño y la rosa. Tras él, una enorme pancarta ordena Vota PSOE. Las 40.000 personas (20.000 según este periódico) que, según la organización, asisten al mitin, jalean a González mientras suena La Internacional. Son las primeras elecciones de la democracia y el PSOE muestra músculo en el que será uno de los eventos más multitudinarios de la campaña socialista. Los mítines eran así en los setenta: baños de masas y llamamientos a una ideología compartida. En 2019, las cosas han cambiado.
Lo confirma Pablo Casado con su anuncio de que la campaña del PP se hará "a pie de calle, con muchos actos y sin grandes mítines". Fuentes socialistas comentan que su campaña "será una mezcla de mítines grandes y pequeños". Los mayores rondarán los 2.000 asistentes en los lugares más emblemáticos para el PSOE. "Ya no hacemos los mítines como antes, ya no queremos llenar plazas de toros. Ahora las cosas se hacen de otra manera", explican desde el partido. Casi 42 años después del mitin de González en Castellón, Pedro Sánchez ejemplifica este cambio en el ritual político en un acto de precampaña celebrado en Cáceres. En un auditorio pequeño pero abarrotado, el presidente saluda a los asistentes. Son unos 1.500. Ya no suena La Internacional, sino el Aria de la Rosa, el himno del partido desde 1982. Las pancartas han sido sustituidas por enormes pantallas de plasma y el puño y la rosa por un corazón. Cientos de banderines ondean y por todos lados pueden verse teléfonos móviles grabando el momento.
Además de menos numerosos, los asistentes también ocupan nuevos lugares en la puesta en escena del mitin, apunta el profesor de Sociología y Comunicación política de la Universidad Complutense de Madrid, Luis García Tojar. "Antes, el candidato se situaba contra un panel donde estaba algún mensaje electoral y ahora lo que se lleva más es que el líder esté rodeado de gente. Ahí se hace una selección de la militancia que cada partido quiere potenciar".
Además de sentarse rodeado de personas, el candidato actual no habla desde las alturas de un atril, sino desde un escenario más cercano al público por el que se mueve "como si estuviese en un concierto o en un plató de televisión", señala el profesor. Sus intervenciones también son más breves, con mensajes más explosivos. "Los políticos repiten frases que ya han dicho antes y que han tenido un cierto eco. Ahora da la sensación de que Pablo Casado tiene que insultar a Sánchez en todas sus intervenciones, porque, si no, parece que se está moderando. Es como los cantantes que tienen que tocar sus grandes éxitos al público", explica. En ocasiones los políticos van a más y llegan a hacer pequeñas actuaciones en escena. Un ejemplo de esto son los bailes de Miquel Iceta durante la campaña de las catalanas en 2015.
Para García Tojar, los cambios en la escenografía están orientados a un solo fin: tener repercusión en los medios. "El mitin se ha subordinado a la estrategia mediática de la campaña. A mí me da la sensación de que antes era una ceremonia que tenía su propia lógica, una unión entre la militancia y la cúpula. Esto ha perdido peso en comparación con años anteriores", comenta el sociólogo.
Esta transformación es palpable en la interacción de los candidatos con los medios. Si ya en los noventa, con el desembarco de las televisiones privadas en España, el discurso de los mítines comenzó a regirse por el piloto rojo que indicaba la conexión en directo de los telediarios. Ahora, los teléfonos móviles ocupan el lugar de las televisiones.
Antonio Gutiérrez: “Antes, cuando organizabas un mitin necesitabas un espacio grande y buenos aparcamientos; ahora sin banda ancha estás dejando pasar una oportunidad”
Los partidos siguen las tendencias de los usuarios. Los jóvenes ya no están en Facebook, sino en Instagram, la herramienta principal para difundir Cañas por España, el evento que VOX celebró en Madrid con sus juventudes el pasado mes de marzo. Santiago Abascal esperó para arrancar su discurso —frente a un público expectante de unas 900 personas— a que el responsable de redes sociales del partido se situase en una posición privilegiada y le diese al botón de grabar de su móvil. La intervención tuvo más de 19.000 "me gusta" en Instagram.
"Antes, cuando organizabas un mitin necesitabas un espacio grande y buenos aparcamientos; ahora si no tienes banda ancha y una buena red estás dejando pasar una oportunidad", explica Antonio Gutiérrez Rubí, autor del libro La política en tiempos del WhatsApp. Para el consultor, "Facebook es una herramienta muy útil para llegar a perfiles muy concretos", sin embargo, opina que el elemento determinante de esta campaña será WhatsApp. "No van a ser las primeras elecciones donde se use, pero sí la primera vez en que se hará de forma masiva". La razón de su éxito: "Los mensajes difundidos en esta red social son más cercanos y emotivos que los de la política tradicional". Tienen mayor impacto.
Según Antón Castromil, Coordinador del Máster en Estudios Avanzados en Comunicación Política de la UCM, los electores ahora están acostumbrados a interactuar más y no son receptores pasivos del mensaje. Ahora difunden y condicionan los discursos a golpe de me gusta.
"Los mítines se harán cada vez más fragmentarios y especializados, porque ya no se harán para el público que está allí, sino para el que lo sigue en redes", añade Castromil. La demostración de fuerza no desaparecerá del todo según el experto: "Se seguirán haciendo baños de masas como los de Vistalegre, pero ya no serán lo más importante. Ya no hará falta llenar la plaza de toros de Valencia".
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