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El nivel récord de indecisos empuja hacia una campaña feroz

Con la Semana Santa en medio y un solo debate a cinco, los aspirantes se ven obligados a forzar la máquina para atraerse a los votantes que dudan

Carlos E. Cué
Un hombre entrega a una niña un globo con el logo del PP en una calle de Barcelona.
Un hombre entrega a una niña un globo con el logo del PP en una calle de Barcelona.JOSEP LAGO (AFP)

Se juegan demasiado como para pedirles cordura en la recta final. Los principales protagonistas de la campaña electoral están desatados. Pero al otro lado, el de los votantes, les contestan con indiferencia. Al menos de momento. La cifra de un 41% de indecisos, una de las mayores de la historia, trae de cabeza a todos los cuarteles de los partidos, en especial en la derecha. Nadie sabe bien cómo convencerlos, y ante la duda, no queda otra que sobreactuar. Ese 41%, admiten en varios de esos centros de decisión, empuja a una campaña salvaje que tendrá su epicentro en una última semana frenética y un debate con todos, Vox incluido, el 23, a solo cinco días del voto, algo sin precedentes.

Con un arranque en plena Semana Santa —en Andalucía, por ejemplo, los candidatos básicamente se dedicarán durante estos días a dejarse ver en las procesiones y festejos, porque hacer mítines es casi ridículo cuando la gente está a otra cosa— los que más se juegan están obligados a forzar la máquina, aunque eso implique muchas veces meter la pata, exagerar o mentir abiertamente.

“No va a ser una campaña normal, hay muchos actores desesperados. La última semana será brutal”, resume un miembro de la cúpula del PSOE, que defiende que su estrategia de campaña centrada en la gestión de Sánchez, muy distinta de la de sus rivales, y que genera dudas entre los que vivieron de cerca el fiasco andaluz, también puede servir para movilizar. “Cuando alguien es atacado como Sánchez, la gente se moviliza. Lo vimos en las primarias del PSOE. La gente se movió para apoyar al agredido”, remata.

El que más se juega es sin duda Pablo Casado. Es el que tiene la peor papeleta. Su liderazgo no está consolidado —es muy joven, no viene de una trayectoria de gestión ni de éxitos electorales como alcalde o presidente autonómico—, tiene a una parte del partido indignada con las listas que ha hecho y corre el riesgo de verse devorado por Vox.

Todos los partidos y los encuestadores temen al voto oculto de esta formación. Algunos insisten en que tiene un límite de crecimiento en el 12%, pero nadie se fía. Por eso el líder del PP arriesga cada día. Y sobreactúa.

Casado y los suyos no acaban de entender cómo puede la gente elegir a Vox justo ahora que el PP lo dirige él, que viene del ala más a la derecha, la aznarista. El joven dirigente es muy accesible para la prensa y habla claro. Así que esta semana confesó a El Confidencial su perplejidad. “El votante de Vox no tiene ningún motivo para no votar al PP. Ellos hablan de una política de inmigración firme, como la del PP; de una regeneración en la política severa, como la que yo he imprimido en el partido; de una bajada de impuestos masiva, cuando yo la planteo mucho mayor que ellos; de una unidad de España sin fisuras, igual que nosotros; de la defensa de la familia y de cultura de la vida, como yo. El partido ahora lo dirige una persona que no tiene ningún complejo para reivindicar las cuestiones que supuestamente el votante de Vox solicita”.

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Casado juega al límite. Como Juan Manuel Moreno en Andalucía, puede ser el gran triunfador si la derecha suma, o sufrir una enorme tensión interna si no lo logra. Pero también Albert Rivera, después de 13 años al frente de Ciudadanos, se juega el futuro de su partido, que es precisamente el que más indecisos tiene, según el CIS. Y aún más arriesga Pablo Iglesias, que puede perder más de la mitad de sus diputados. Pedro Sánchez, el que mejor lo tiene, sabe que crecerá mucho y está tranquilo porque prácticamente ha anulado la oposición interna, pero se juega nada menos que La Moncloa.

La movilización de los indecisos

Todo gira alrededor de la movilización de los dos bloques y de ese 41% de indecisos. Aunque tanto las cúpulas de los partidos como los expertos relativizan el dramatismo. “Muchos de esos indecisos que salen en el CIS en realidad es gente que no quiere contestar. Aunque está bien que nuestra gente sepa que esto no está hecho. Nuestra estrategia de movilización es clara: si no votan, saben que puede llegar al poder la extrema derecha”, señala un dirigente del PSOE.

“Un 41% de indecisos tampoco es que el Pacma pueda ganar las elecciones”, relativiza José Fernández Albertos, politólogo e investigador del CSIC. “Sus votos no serán muy diferentes de los ya decididos. Pero es verdad que está muy abierto y no es descartable que sume la derecha pese a lo que digan las encuestas. Tampoco lo vimos venir en Andalucía. Una ligera asimetría en la abstención como allí —más en la izquierda— y cambia todo”, sentencia.

Casi nadie se resiste a la tentación de usar a Vox para movilizar. Desde los independentistas hasta Pacma usan las imágenes de los mítines de Santiago Abascal para animar a los suyos a pararlo. Pero algunos políticos experimentados creen que lo que se está logrando es agrandar aún más a Vox. “La izquierda está cometiendo el mismo error que en Andalucía. Creen que alimentar a Vox les beneficia porque rompe a la derecha. Pero Vox lleva a las urnas a mucha gente que no había votado nunca. Incluso roba algunos votos a la izquierda, aunque sean pocos. Y con ellos la derecha se amplía y suma más. Es increíble que no lo vean, pero allá ellos”, sentencia un dirigente del PP.

En esta hipótesis coincide José Félix Tezanos, presidente del CIS, muy preocupado, como todos los socialistas, con el voto oculto a Vox. “Algunos lo identifican con un voto tardofranquista. Es gente que no ha votado nunca porque no cree en la democracia, pero ahora puede que voten a Vox”, aseguró el miércoles en la Cadena SER.

Los socialistas lo repiten como un mantra: esto no es como Andalucía, esto no es como Andalucía. Pero la principal afectada de ese desastre, Susana Díaz, sí ve similitudes. “Veo las encuestas de estos días y me recuerdan a lo que pasó en diciembre. Y los nuestros dicen ¡si se va a ganar! Ellos [la derecha] no se relajan ninguno. Van todos a votar: padres, abuelos, niños. ¡Que no se relaje nadie!”, gritó en Dos Hermanas, en la apertura de campaña con Pedro Sánchez.

Los únicos que no parecen tener dudas son los votantes entusiastas de Vox. El libro La cocina electoral en España (Catarata), de José Pablo Ferrándiz, investigador principal de Metroscopia, tiene al final un ejercicio interesante para ver cómo vive el ciudadano medio las elecciones: la transcripción completa de algunas entrevistas para la encuesta de las elecciones andaluzas. Una de ellas es especialmente reveladora.

-¿Cuál de los siguientes partidos, PP, PSOE, Ciudadanos o Adelante Andalucía le genera más ilusión?, pregunta el encuestador a un estudiante universitario de 18 años.

-Pero faltan, responde indignado el encuestado, que exige que le pregunten por Vox. Mi grupo de gente pertenecemos a otro, insiste.

Cuando empieza a preguntarle si “aprueba o desaprueba” a distintos líderes, él sigue creciéndose.

— ¿Susana Díaz?

— Desapruebo.

— ¿Juan Marín?

— Cantamañanas

— ¿Desaprueba?

— Malo, malo, desapruebo

— De 0 a 10, ¿con qué probabilidad irá a votar?

— 10.

— ¿Y a qué partido?

— A Vox.

— ¿Y qué partido cree que va a ganar?

— Los socialistos estos.

— En una escala de 0 a 10, en el que 0 es extrema izquierda y 10 extrema derecha, en qué punto se situaría usted?

— En el 5.

— En el centro, verdad?

— Sí.

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