La carta que agita una fluida relación entre dos Estados
La misiva del presidente mexicano abre la primera fricción entre las dos capitales en los últimos años
México es el país extranjero con más empresas españolas. Los dos Estados impulsaron juntos las cumbres iberoamericanas, que arrancaron en 1991 en la ciudad mexicana de Guadalajara. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, fue el primer mandatario del mundo en visitar a Andrés Manuel López Obrador tras su toma de posesión, a principios de año. El vínculo entre ambos territorios está jalonado de hitos. Pero todos quedaron inmediatamente ensombrecidos el pasado lunes, cuando trascendió el explosivo mensaje de López Obrador a España. La exigencia al Rey Felipe VI de que se disculpe por los abusos de la conquista, hace 500 años, se ha convertido en la primera tensión diplomática seria entre dos países que comparten grandes intereses económicos y culturales.
El Gobierno español aún no da crédito a lo ocurrido. El viaje de Sánchez, realizado el pasado 30 de enero, se preparó con esmero en La Moncloa. Imperaba la convicción de que se trata de dos líderes progresistas que podrían cultivar cierta afinidad. Aun así, dos episodios ocurridos durante la visita enturbiaron la atmósfera. El temor a perder terreno que le expresaron a Sánchez las empresas españolas bajo el mandato de López Obrador —hay más de 6.000 radicadas en el país— y las diferencias de criterio respecto a Venezuela (México es uno de los países que no ha reconocido como presidente interino a Juan Guaidó) marcaron distancias. En ningún caso, aseguran fuentes gubernamentales, como para anticipar un choque de este tipo, que definen como “diplomáticamente enojoso”.
La reacción del líder mexicano también sorprende a algunos expertos. “La carta es extemporánea; no tiene en cuenta la diferencia de valores y de sentimientos entre aquel tiempo y el actual”, considera Carlos Malamud, investigador principal de América Latina en el Real Instituto Elcano. “López Obrador habla de necesidad de reconciliación, pero las relaciones bilaterales son excelentes y muy intensas. México reconoció al Gobierno de la República en el exilio y cuando llegó la transición a la democracia, el restablecimiento de relaciones fue casi automático. No ha habido roces y la relación se ha mantenido estos años con independencia del signo político de los Gobiernos”, abunda este catedrático de Historia de América por la UNED.
Las cifras respaldan ese entendimiento con un país considerado estratégico. España es el segundo inversor mundial en México y el país latinoamericano se ha convertido en el sexto que más capitales destina a España. También los flujos comerciales son intensos y las exportaciones españolas prácticamente se han duplicado en los últimos 10 años, según datos del Ministerio de Exteriores. En el ámbito cultural, el Instituto Cervantes y la UNAM, la principal universidad del país norteamericano, han reforzado su cooperación.
Junto a esos dosieres más clásicos, la gestión de los movimientos migratorios que experimentan ambos países también los hermana. Tanto Sánchez como López Obrador tenían intención de intercambiar experiencias en este terreno, aunque este encontronazo puede limitar la colaboración.
Carácter populista
Pese al desconcierto generado a ambos lados del Atlántico con la carta al monarca español, no es casual que esta crisis haya estallado en 2019, el año en que se cumple el quinto centenario de la llegada del conquistador Hernán Cortés a México, ni que lo haya avivado López Obrador, un presidente que agita la bandera del nacionalismo. El investigador de Elcano insta a evitar las lecturas simplistas. “Esto no es una historia de blancos contra morenos. México es fruto de un proceso de mestizaje muy intenso”, recuerda Malamud.
El gobernante mexicano, al que los empresarios de su país atribuyen cierto carácter populista, puede volver a incidir en esos mensajes. Su mirada se dirige poco hacia el exterior y en España uno de sus grandes referentes es Miguel Ángel Revilla, el presidente de Cantabria, que acudió a la toma de posesión del gobernante mexicano. De Cantabria era su abuelo y a esa comunidad viajó en 2017, cuando ya optaba a la presidencia.
Para evitar efemérides incómodas en el país latinoamericano, España ha centrado este año las celebraciones en otro acontecimiento mucho más conciliador: el 80º aniversario de la acogida que hizo México de los republicanos que se exiliaron tras el fin de la guerra civil. La estrategia, pese a todo, no ha servido para calmar las aguas en la presidencia mexicana.
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