La forja de los líderes de la calle
En todo proceso hay momentos de tedio ante el desfile de testigos insustanciales, pero el interés del juicio oral vive por sorpresa una sacudida con la aparición de gente que no se esperaba dijesen lo que dicen
Eladio Gutiérrez, muchos años metido en fregados del periodismo y la comunicación, me cuenta que ha leído un libro, de próxima aparición, escrito por Ramón J. Moles, profesor de Administrativo, y la socióloga Anna García Hom, en el que entre otras cosas escriben sobre el miedo "fuertemente mediatizado por el poder a través de estructuras políticas (el enemigo invasor), sociales (el ostracismo o exclusión social), jurídicas (la pena del delito) o religiosas (el infierno)".
En todo proceso hay momentos de tedio ante el desfile de testigos insustanciales, pero el interés del juicio oral vive por sorpresa una sacudida con la aparición de gente que no se esperaba dijesen lo que dicen y por decirlo son linchados en las redes sociales por los sectores más radicales del independentismo. Es lo que está pasando con las mofas sobre el miedo de la secretaria del juzgado, con la exclusión social de los que piensan diferente, con el infierno al que se condena al traidor comisario de Información de los Mossos por declarar que salió frustrado de la reunión con Puigdemont, Junqueras y Forn, y quizás ocurra también con el comisario de Planificación y Seguridad del mismo cuerpo, que ratificó el fracaso de aquella reunión para pedir se suspendiera el referéndum. Al oyente le queda la duda de si Puigdemont sugirió veladamente que un poco de violencia tampoco estaría mal.
Jornada electoral que llegó con la perplejidad e incluso indignación de los Mossos ante las declaraciones del conseller Joaquim Forn afirmando que el 1-0 era una jornada electoral normal, pese a que los mandos de los Mossos detectaban tensiones y conflictos entre colectivos antagónicos cada día más radicalizados. Fueron días difíciles, dijo un testigo. Se manifestaba el independentismo radical, la ultraderecha no menos radical, anarquistas de siempre y colectivos a su aire, todos bajo liderazgos impensables años antes.
¿Impensables? El oyente abre su archivo y saca la carpeta P en la que aparecen notas del mes de abril del 2000 recogiendo la conversación mantenida con el conseller de Interior, Xavier Pomés, que como médico sabe del miedo incluso de policías que no aguantan la mirada de manifestantes violentos. Me dijo Pomés, analizando el fenómeno de jóvenes con perfiles agresivos: "El riesgo que representan esos jóvenes violentos no es tanto por lo que son hoy, pandillas con implantación social escasa, sino por el riesgo de que en el futuro haya líderes con capacidad para organizar y potenciar esa estética y esa violencia con finalidad política". Líderes, de una u otra ideología, cocidos al fuego lento de la ineptitud política tanto de La Moncloa como del Palau.
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