Moreno-Turull, pareja lingüística
La lengua atenúa la disputa entre el fiscal y el exconsejero, que le ayuda a traducir pasajes en catalán, se disculpa por sus "catalanadas" y cita a Machado
Jaime Moreno y Jordi Turull habitan dos realidades distintas y a menudo distantes, antagónicas cuando se habla del procés. Donde uno (fiscal) ve un intento de ruptura violenta con el Estado, el otro (leal consejero de Puigdemont) contrapone el ejercicio pacífico de un derecho. Ayer, esos dos mundos simbólicos chocaron en el Tribunal Supremo. Y solo las lenguas, primas hermanas, tejieron alguna sutil y aislada complicidad.
El catalán, a veces, se atraganta en Madrid. El fiscal Moreno se refirió al partido de Oriol Junqueras como “Ezquerra”, así con “z”, como si fuera euskera y no una lengua romance. Los nombres propios también dan problemas. Es un clásico cómo se le cambia la sílaba tónica al expresident Mas y se le convierte, a menudo, en una suerte de rey sajón: “Ártur”.
El fiscal mencionó a Muriel Casas, antecesora de Jordi Cuixart al frente de Òmnium Cultural que falleció hace tres años atropellada por una bicicleta. Turull replicó, suave: “Muriel Casals”. Como en las “parejas lingüísticas” -voluntarios que se ofrecen a enseñar la lengua en Cataluña tomando un café-, el exconsejero salió al rescate del fiscal. “Esmentades no sé lo que significa, a lo mejor usted...”, deslizó Moreno mientras enseñaba un documento en el proyector. “Mencionadas”. “¿Y qué significa vas nécser [vas néixer]”, inquirió nuevo el fiscal, esta vez sobre la campaña publicitaria del referéndum emitida en TV-3. “Naciste”, volvió Turull.
El catalán se atraganta en Madrid pero el castellano también, sobre todo cuando lo hablan personas como Turull. Tenía derecho el exconsejero de Presidència -así se lo ha reconocido el presidente de la sala, Manuel Marchena, a los doce acusados- a expresarse en su lengua materna. Para evitar dilaciones innecesarias, Turull optó por hacerlo en un idioma que también domina pero que, a veces, le traiciona.
Turull sembró su declaración (casi cuatro horas) de “catalanadas”. Férreo defensor de su papel en el procés, látigo del Estado -sacó a relucir las “cloacas”, denunció que está encarcelado desde hace un año por sus “ideas”-, el exdirigente de Convergència pidió sin embargo perdón, humilde, por sus errores lingüísticos.
“Usted está intentando mezclar las cosas”, replicó a Moreno, “y este tribunal va a aclarir... va a aclarecer (sic)”, trató de argumentar Turull, que no llegó a aclarar qué quería decir en realidad. También tuvo algunas dificultades para explicar el 20-S, la jornada de protesta frente al Departamento de Economía de la Generalitat por los registros judiciales previos al referéndum. Turull dijo que aquello ocurrió en “una illa, una isla, una manzana” del Eixample de Barcelona, la red octogonal planeada por Ildefons Cerdà.
Pidió disculpas Turull incluso cuando no debía hacerlo. Como cuando habló de una primera (y descartada) idea para la campaña del 1-O: un pájaro saliendo de una jaula que a Turull no le gustó, por si era un periquito (es del Espanyol). “Perdón, me ha salido gàbia y no jaula”. Pero las gavias -eso sí, con “v”- también existen en castellano, y con idéntico sentido.
A ratos se atrevió Turull a definir de un plumazo el espíritu y carácter de los catalanes, que “no son ovejas” sino “una sociedad madura”. Reprodujo algunos tópicos, como cuando reivindicó la reutilización para el 1-O de una web (referendum.cat) abierta en 2006. “Los catalanes lo aprovechamos todo”. Se puso en modo inmersión lingüística cuando rechazó la violencia y la limitó a hechos aislados de “cuatro esgarrapacristos”.
Como para reconicliarse con el castellano, o tal vez con Moreno o con el mundo, Turull citó al autor de Campos de Castilla: “Como decía Machado, antes que hablar hay que escuchar”. Lo citó más o menos, porque se saltó un paso. “Para dialogar, preguntad primero; después... escuchad”.
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