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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Perfil del Plan Sánchez

España necesita una reforma tributaria a fondo, que sitúe la presión fiscal a la altura de la UE y responda a qué tipo de Estado de bienestar quiere tener

Claudi Pérez
Pedro Sánchez, en una rueda de prensa en La Moncloa.
Pedro Sánchez, en una rueda de prensa en La Moncloa.Jaime Villanueva

Para comprender los 10 últimos años hay que pensar en la enorme complacencia que rige los destinos del mundo desde la caída del Muro. Nadie vio venir la crisis, que no se analizó bien y que acabó siendo el mayor gato por liebre de la historia. Ni la UE —salvo en Grecia— ni desde luego España tenían un problema de déficit público; la fragilidad estaba en la banca. Una gestión de la crisis insuperablemente mediocre provocó graves perjuicios sociales, políticos y económicos. Con la magia de Mario Draghi —aquel whatever it takes de leyenda— el euro sorteó el abismo, pero la crisis no ha terminado. Quizá no nos enfrentemos a una repetición de lo sucedido, pero existe el riesgo de una mutación, de una metástasis. La crisis política es evidente, con alucinaciones populistas que van de Roma a Sevilla, de París a Budapest.

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La novedad de 2019, sin embargo, es que el gran riesgo, más que en los ultras, puede estar en la economía. En las cartas aparece la posibilidad de un frenazo global. China desacelera de forma más acusada que otras veces, la guerra comercial empieza a dar dentelladas, la confianza y las Bolsas caen a plomo, no cabe descartar un lío bancario en Italia (¿o en Alemania?). Si viene ese jaleo, habrá llegado el verdadero momento de la amenaza ultra. ¿Está bien equipada España para eso? La economía española crece, reduce el paro y ha saneado sus bancos. Pero no: no lo está.

España cerró 2018 encadenando cinco años de potente crecimiento, pero sigue con un desempleo del 15%, una deuda pública del 100% del PIB, una deuda exterior abultadísima y el mayor déficit de Europa. Los Gobiernos han desaprovechado olímpicamente ese lustro para hacer reformas. Mariano Rajoy se vio obligado a pedir un rescate e hizo lo que le obligaron a hacer —adecentar la banca y una reforma laboral con efectos mixtos, en el mejor de los casos, y lesiva para los derechos de los trabajadores—, pero cuando las cosas mejoraron en lugar de seguir esa senda aplicó un estímulo fiscal a lo Trump, para los ricos. Si vienen problemas por Italia, Portugal tiene todos los números para el contagio, pero España es el siguiente candidato. No: el gran riesgo no es Vox; ni siquiera el procés. Es una recaída en Europa que provoque un efecto contagio para el que España no está preparada y que dé alas a ese tipo de fenómenos.

Rajoy, en fin, se durmió en los laureles; Pedro Sánchez tampoco ha hecho los deberes, más allá de una serie de ocurrencias deslavazadas. La nueva agenda económica pinta mejor, pero hay que ver hasta qué punto el Gobierno puede aplicarla. España necesita imperiosamente una reforma tributaria a fondo, que sitúe la presión fiscal a la altura de la UE y responda con claridad a qué tipo de Estado de bienestar y qué tipo de Estado de las autonomías quiere tener (y de paso que arregle un impuesto de sociedades con centenares de excepciones: cada excepción tiene el nombre de una gran empresa). Hace falta una reforma de pensiones que responda al desafío demográfico. Y una modificación de la normativa laboral que mitigue una temporalidad y una precariedad insoportables. La guinda sería una reforma educativa, de las profesiones reguladas y completar el mercado interior. “Sabemos qué hay que hacer, pero no cómo ganar las elecciones después”, suele decir Jean-Claude Juncker. Ojalá alguien se atreva en España. Por la cuenta que nos trae.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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