La Iglesia no vio abusos sexuales, sino “pecado”, en la Orden de los Miguelianos
Adoctrinamiento, anulación de la consciencia y agresiones sexuales son algunas de las prácticas de las que se acusa al líder de la organización, que afronta 66 años de cárcel
Mientras excongregados de la disuelta Orden y Mandato San Miguel Arcángel que declararon contra su fundador, Miguel Rosendo, han dejado testimonios estremecedores (alguna ocultándose tras un biombo) en el juicio que se celebra desde septiembre en la Audiencia de Pontevedra por presuntos abusos sexuales y otros 11 delitos, la postura de la Iglesia ha quedado en evidencia en este proceso al no haber denunciado los hechos ante la Justicia.
El obispo de Tui-Vigo, Luis Quinteiro Fiuza, ha testificado que se limitó a apartar al famoso curandero de Vigo como líder espiritual de la orden e incoar un expediente canónico tras conocer las devastadoras conclusiones del informe que le había encomendado a un comisario extraordinario eclesiástico. En él, se relataban los supuestos episodios de abusos vividos por miembros miguelianos, conductas sectarias y practicas de santería, además del dinero de las donaciones que manejaba la asociación.
10 meses después, en diciembre de 2014, cuando Rosendo ya había sido apartado de la orden por el obispo y huyó de Galicia con un enorme séquito de seguidores, fue detenido en Madrid para afrontar una posible condena de 66 años de prisión. “Todo lo hice por amor”, ha declarado el acusado en el juicio, después de negar el rosario de acusaciones que la fiscalía y la acusación particular han presentado contra él.
El obispo ha apelado al “terreno moral” para explicar los argumentos que le llevaron a no denunciar lo que de verdad estaba pasando dentro de la llamada “casa madre” o santuario de los Miguelianos, que llegó a congregar a 400 fieles. “No me metí en si esto es del demonio o de Dios, pero todo lo que es tentación es del demonio", declaró en el juicio Luis Quinteiro. La Iglesia es responsable civil subsidiaria en el caso por los daños morales infligidos a las víctimas, a las que tendrá que indemnizar si así lo determina el tribunal.
A preguntas del ministerio fiscal, Quinteiro dijo que no obtuvo pruebas convincentes de agresión sexual por parte del acusado, después de entrevistarse con una de las víctimas, que luego sería testigo de cargo de la acusación. “Ella me trasladó que había mantenido relaciones sexuales con él, y para ella esa relación había sido forzada, pero no físicamente impuesta", relató el obispo en su declaración que apuntaló con otra frase: “Ella de alguna manera entró en el juego".
Aseguró que tras reunirse con esta testigo y su marido, también exmigueliano, les insistió a que denunciaran. “Pero ella no quería que se supiera su situación y después no sé lo que hizo”, alegó. Durante más de dos horas de interrogatorio, el obispo ha dejado claro que lo que más le preocupaba era “la cuestión moral, porque en Orden y Mandato se había cometido una falta moral que atentaba absolutamente contra los principios cristianos que ellos (los Miguelianos) habían aceptado".
Según su relato, cuando conoció la situación que se vivía en la “casa madre” y la denuncia de varias familias de los acólitos de Miguel Rosendo, en ese momento, pensó “que había que actuar, pero con prudencia y discreción", porque su "obligación era llegar a la verdad”. Solo cuando saltó por los aires el supuesto montaje de Rosendo, la llamada "regla Migueliana”, el obispo declaró que entonces su intención fue abrir un proceso canónico, pero al iniciarse la instrucción judicial, lo descartó. “Nadie pensaba que había esa situación dentro de la Orden”, se defendió.
El plan de un curandero
Miguel Rosendo, de 60 años y sin antecedentes penales, está acusado de fundar en 1989 una asociación, que se mantuvo en el tiempo hasta el año 2012, “con el ánimo de dominar y manipular a sus miembros para someterlos a su voluntad, garantizando su total entrega y disponibilidad, por el uso de violencia, intimidación, adoctrinamiento y la persuasión coercitiva”, según recoge el sumario. Su objetivo, era “quebrantar total o parcialmente la personalidad de los individuos que en ella iban captando y su capacidad de discernimiento, bajo la excusa de la religión que profesaban, y así satisfacer tanto sus deseos sexuales como ejecutar actos de beneficio personal o lucrativo”.
Hasta la conformación definitiva de la Orden y Mandato, Rosendo fue captando adeptos a través de las cinco tiendas de herboristería que abrió en Vigo en la década de los años ochenta. Así, entre 1989 y 2006, los miembros acudieron a él con problemas de diversa índole (personal, familiar, laboral o de salud) que él prometía solucionar en su condición de “curandero”, con una seria de rituales que llamaba “trabajos” y que realizaba en una lengua que decía ser arameo.
El sacerdote que desenmascaró la orden con un informe que ha defendido en el juicio, ha sido contundente al referirse a los presuntos abusos cometidos por Rosendo. Isaac de la Vega, capellán de la prisión pontevedresa de A Lama es considerado un “traidor” por los seguidores del curandero que han tratado de desacreditarle por sus vinculaciones al Opus Dei. Él se ha defendido durante el largo interrogatorio: “En nada se parece al Opus Dei, del que soy miembro, la orden era un mundo aparte”, zanjó el canónigo.
Explicó que él puso en conocimiento de la Iglesia los supuestos casos de abusos sexuales que conoció en diciembre de 2012, a través de un miembro migueliano que escapó de la “casa madre”. Así conoció el caso de hasta cinco mujeres que supuestamente mantuvieron relaciones con Rosendo, y con dos de ellas se entrevistó en Vigo meses antes de que estallara el caso."Lo pasaban muy mal y él les decía que les tenía que sacar un cáncer”, testificó ante el tribunal.
También reconoció haber escuchado del propio Miguel Rosendo o de miembros de la orden relatos de prácticas similares a las de la santería: “Hechos que se escapan de lo natural a través de Dios, pero yo diría que se escapan de lo natural a través del diablo". "Las cosas buenas que realizaba este colectivo, como las representaciones teatrales o la atención al convento, servían de cebo para enganchar a mucha gente", afirmó el sacerdote.
El sucesor de Rosendo al frente la orden después de que este fuera apartado por el obispo, también ha testificado que advirtió “comportamientos similares a una secta” y que en el informe que entregó al obispado adjuntó una serie de oraciones “que no tienen nada que ver con el catolicismo". Según el comisario eclesiástico, “había en el grupo una falta grave de eclesiología".
El sacerdote ha explicado al tribunal que le llamó la atención “el comportamiento inducido de un grupo grande tan heterogéneo, que asumía de manera inquebrantable" seguir detrás de su líder, para referirse a "graves fallos morales" y "abuso de autoridad" por parte de Rosendo. Y ha constatado que tuvo conocimiento de que algunos miguelianos intentaban reagruparse bajo otro nombre en Madrid, pero entonces alertó a la diócesis.
En línea con el obispo, el testigo declaró que conoció testimonios de supuestos abusos sexuales dentro de las diferentes entrevistas con personas que habían estado vinculadas con los Miguelianos. “Sin embargo, no logré "contrastar, ni verificar estos relatos, porque me encontré con "silencios o negaciones" por parte de otros congregados.
Cobijo de la Iglesia
Rosendo se atribuía facultades sobrenaturales que le dieron buen resultado para manejar a su antojo la voluntad de sus fieles, y así lo han corroborado varios testigos que formaron parte del semillero de la orden, mientras el fiscal ha dejado claro que Miguel Rosendo llegó a actuar con el apoyo de la Iglesia: “Encontró el cobijo del aparato oficial de la Iglesia Católica en el obispado de Tui-Vigo a través de la colaboración de su grupo en las actividades eclesiásticas, participando en actos litúrgicos, con coros en iglesias o peregrinajes a lugares de culto”.
En 2002, el obispado nombró a un sacerdote asistente religioso de la orden y, al año siguiente, el grupo San Miguel Arcángel fue reconocido como una asociación privada de fieles por el entonces obispo de Tui-Vigo. Cuatro meses después el Ministerio de Justicia lo inscribe en el Registro de Entidades Religiosas. Así, en 2005, y a petición de su fundador, Miguel Rosendo, parte de los miembros del grupo se consagran a la vida religiosa.
En 2007, el obispo de Tui-Vigo aprobó los estatutos de la orden y en julio de 2009 se constituye la Asociación Pública de Fieles San Miguel Arcángel y se designa a un asistente eclesiástico que visita la “casa madre” que Rosendo había construido en Santa María de Oia. Se autoriza entonces el traslado de la rama consagrada de la orden (mujeres y hombres) al convento de Vilariño, propiedad de la diócesis. A partir de ese momento, quedarán en la “casa madre” algunos consagrados casados y con hijos, así como las dos “bastones”, dos monjas Miguelianas de máxima confianza de Rosendo.
Pero en diciembre de 2012 da comienzo el desmoronamiento de la “casa madre” tras la visita canónica de un miembro del obispado. Sus aplastantes conclusiones se pondrán en conocimiento del acusado Miguel Rosendo el 12 de febrero de 2014, lo que supondría la disgregación material de la orden.
El principio del fin de este montaje religioso llega 10 días antes del arresto de Miguel Rosendo por la Guardia Civil, cuando el obispo decreta la supresión de la Orden y Mandato de San Miguel Arcángel en base a un informe demoledor: “…la existencia de comportamientos sectarios, tales como “dependencia afectiva del líder, sometimiento a su voluntad, anulación de la conciencia, necesidad de agradar al fundador como medida de la propia valía, falta de privacidad… en ese círculo restringido parece que nada se hacía sin su consentimiento ni aprobación. Fruto de esta sumisión pudieren ser algunos de los comportamientos denunciados: matrimonios concertados, entregas de dinero, venta de bienes e incluso relaciones sexuales (con abuso de poder)”.
Este largo juicio ha dejado en evidencia el cisma que ha producido Miguel Rosendo entre sus seguidores. Decenas de testigos han declarado, unos a favor y otros en contra del acusado. "Eliminaron a Jesús y pusieron a Miguel como intermediario de Dios”, ha dicho Aurora, una exmiembro de la orden para definir el llamado “carisma Migueliano”.
Frente a ella se ha posicionado la hermana Patrocinio, del convento de las Carmelitas Descalzas del Escorial donde se refugiaron los Miguelianos escapados de Galicia: “Miguel es víctima de una emboscada por la espalda muy bien preparada". "¡¿A quién voy a obedecer si el cardenal Rouco lo sabe todo y no me ha dicho nada?!".
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