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Euskadi ganó en el aire la carrera del Estatuto

País Vasco adelanta a Cataluña en los protocolos gracias a que presentó su proyecto una hora y cuarto antes al viajar a Madrid en una avioneta privada

Juan Echevarría, de UCD, en la avioneta privada en la que fue a Madrid para registrar el proyecto de Estatuto del País Vasco.
Juan Echevarría, de UCD, en la avioneta privada en la que fue a Madrid para registrar el proyecto de Estatuto del País Vasco.Bernardo Estornés (Eusko Ikaskuntza)

Con la publicación de la Constitución española en el BOE el 29 de diciembre de 1978 comenzó una contra reloj entre el País Vasco y Cataluña para registrar los primeros sus proyectos de Estatuto. En esta lucha, los parlamentarios vascos no escatimaron en gastos. Para conseguir su objetivo, llegaron a alquilar una avioneta privada para viajar a Madrid, lo que les permitió entregar su anteproyecto del Estatuto de Gernika una hora y cuarto antes que los catalanes, que fueron en un vuelo regular.

Tener la ley autonómica más antigua, sin embargo, solo sirve para “salir mejor en la foto”, por eso la ikurriña va en primer lugar en los actos con el resto de comunidades autónomas, como explica la experta en protocolo María de la Serna. Sin embargo, no siempre sirve. Para determinar el orden en que el presidente del Gobierno recibe a los mandatarios autonómicos, como hace ahora Pedro Sánchez, cuenta el día con independencia de la hora. Es decir, en este caso Euskadi y Cataluña empatan. El protocolo marca que el desempate se dirime en función de la antigüedad en el cargo de los líderes autonómicos. Por eso, Iñigo Urkullu fue el primero en verse con Sánchez, al llevar más tiempo en el cargo que Quim Torra, el president de la Generalitat, que estuvo este lunes en La Moncloa.

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La aventura comenzó la mañana del 29 de diciembre, cuando el presidente español Adolfo Suárez confirmó por teléfono a la Asamblea de Parlamentarios vascos que pensaba disolver las Cortes. Los diputados y senadores reunidos en la Casa de Juntas de Gernika se movieron rápido y ese mismo día dieron luz verde al proyecto de Estatuto con 24 votos a favor, una abstención y un voto en contra.

Con la aprobación en la mano, se activó la maquinaria para llegar al Congreso lo más rápido posible. Un grupo de parlamentarios (Kepa Sodupe, del PNV; Carlos Corcuera, del PSOE, y Juan Echevarría, de UCD) se dirigieron a la oficina de correos de Gernika, donde entregaron dos copias firmadas. Su intención entonces era hacer lo propio en Madrid, para lo que se alquiló un reactor en el que viajó Echevarría. “Eran aviones de ocho plazas, muy pequeñitos”, explica el socialista Carlos Solchaga, uno de los ponente del Estatuto, que añade: “En la época era común su uso porque el aeropuerto de Bilbao era pequeño y tenía un escaso número de vuelos”.

A su llegada a Madrid, Echevarría —ha preferido no hacer declaraciones por su edad, tiene 92 años— se reunió con el senador del PNV, Federico Zabala, y juntos fueron en taxi hasta el Congreso, según narra en El Concierto Económico vasco: una visión personal, Pedro Luis Uriarte, exconsejero de Economía del primer Gobierno vasco. El mismo 29 de diciembre, a las 19.12, se entregó el texto en el Congreso, una hora y cuarto antes que el Estatut. En Cataluña se siguió un proceso similar, incluido traslado en avión, aunque en su caso en vuelo regular. “Queríamos ser los primeros porque la entrada determinaría el orden de estudio”, explica por teléfono Miquel Roca, uno de los ponentes del texto catalán. Pero no lo consiguieron, dice, porque el entonces president Tarradellas no quiso convocar el pleno para la tarde del día anterior. “Los vascos tuvieron una intendencia más activa y organizada, aunque visto con perspectiva histórica ya da igual quién llegase primero”, asegura Roca.

Los parlamentarios vascos pretendían ser los primeros por varios motivos. “Queríamos ir por delante de Cataluña esta vez, no como pasó en la Segunda República”, aseguró en 2001 uno de los ponentes de la redacción del Estatuto vasco, el socialista Txiki Benegas (fallecido en 2015). Aunque hubo otro gran impulso: “Queríamos hacerlo rápido, pero con el problema que teníamos con ETA no nos podíamos precipitar. Necesitábamos un acuerdo amplio”, explica Solchaga.

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