Sánchez empleó un año en diseñar su Gobierno
Desde su victoria en las primarias, el líder socialista organizó citas secretas para conocer a posibles aspirantes a encabezar candidaturas "potentes"
El Gobierno de Pedro Sánchez no se pensó en tres días, aunque él lo fraguara en realidad en 48 horas, casi en solitario, el pasado fin de semana en su domicilio de Pozuelo de Alarcón (Madrid). Sánchez llevaba casi un año diseñando este equipo, desde que ganó las primarias a Susana Díaz. El proceso se fue gestando en discretas comidas en restaurantes, hoteles, cafés y bares en el barrio madrileño de Chueca. Sobre todo los lunes. El objetivo de esos encuentros era conocer gente, especialmente mujeres, más allá de los militantes del PSOE, que pudieran representar en el futuro “candidaturas potentes”. Cuando la moción de censura triunfó, se encerró en su casa, tiró de su cuaderno y llamó por teléfono. Todos sus colaboradores y casi todos los nuevos amigos sondeados le dijeron rápidamente que sí, excepto Guillermo Fernández Vara.
Este nuevo Gobierno, al que el diario francés Le Monde dedicó un editorial donde lo calificó como un equipo de ensueño “para España y para Europa”, no se habría podido confeccionar en dos días, que fue lo que tardó Sánchez en obtener el plácet de los elegidos. Cuando llegó el momento de la verdad, al culminar con éxito en la tarde del viernes de la semana pasada la moción de censura prevista en el artículo 113 de la Constitución, rescató su agenda, descolgó el teléfono y esgrimió un argumento difícil de rechazar: “No te puedes perder esta oportunidad única para España”.
Pero en su hoja de ruta sobre el concepto transversal del país todo empezó antes. Incluso antes de ganar las primarias a Susana Díaz, en mayo de 2017. Ahí comenzó la que él llama su “segunda vida”, revisó algunos errores cometidos, se trazó un plan y se rodeó de las personas adecuadas para llevarlo a cabo. Ese equipo se dividió en dos grupos con dos metas distintas: el control del partido y la reconstrucción de su imagen mediática y como hombre de Estado.
Objetivos
El ministrable Méndez, bien visto en Zarzuela
El titular de la cartera de Defensa, una de las más delicadas e institucionales, tardó en conocerse. Al final recayó en Margarita Robles, de formación judicial. En el entorno de Robles se asegura ahora que la ministra sabía su cometido desde el primer momento, que nunca demandó la fusión de Justicia e Interior y que simplemente todo se demoró porque Pedro Sánchez quería reservar los anuncios de los Ministerios de Estado para el final, por deferencia. Los demás departamentos de esa categoría se conocieron antes, por filtraciones que se administraron “por goteo” en una estrategia auspiciada y dirigida por el presidente. Se quería ganar el espacio mediático y dar tiempo de lucimiento a los nuevos protagonistas. Esa partida también se ganó, excepto en Defensa.
Lo que sigue sin estar claro es lo que sucedió con dicho ministerio donde hasta el miércoles a primera hora de la tarde el nombre del candidato con más opciones era el de Constantino Méndez, exsecretario de Estado de esa cartera en la época de Carme Chacón. Hasta el punto de que Méndez, experto en asuntos de seguridad y defensa y que ha facilitado numerosos informes al respecto a Sánchez y su equipo, recibió felicitaciones directas desde las jefaturas de los tres ejércitos poniéndose a su disposición, mensajes de congratulación desde La Zarzuela y de miembros socialistas como José Blanco o José Bono, que le llamó sobre las cuatro de la tarde, una hora después de hacerlo también con Margarita Robles para felicitarla. Fuentes conocedoras de esa conversación sostienen que Robles le contó a Bono que le tocaba Interior. Luego lo desmintió. Y dos horas más tarde Sánchez compareció en La Moncloa y la ratificó en Defensa.
Para cada uno de sus objetivos tenía en mente un perfil diferente de candidatos, que ahora han cuadrado como un puzle. Para reagrupar al dividido PSOE, limar diferencias internas, vigilar las federaciones y asegurarse el control y la supervisión de los aparatos del partido escogió a José Luis Ábalos y a la exministra y experta en Derecho Constitucional Carmen Calvo. Esta encajó como un guante con la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría en sus contactos para frontar el desafío independentista en Cataluña.
Para cuidar la proyección de su figura, y volver a conectar al PSOE con la sociedad contrató en septiembre pasado al consultor Iván Redondo, un experto que en pocos meses ha asesorado tanto a los populares José Antonio Monago o Xavier García Albiol como al líder de Podemos, Pablo Iglesias.
El líder socialista compatibilizó sus reuniones con el expresidente Mariano Rajoy para consensuar la intervención de Cataluña con el artículo 155 y realzar su categoría institucional, con otros encuentros más discretos con todo tipo de profesionales.Muchos lunes, tras terminar la ejecutiva del partido, el secretario general del PSOE se marchaba de Ferraz para comer con personalidades de la cultura, de la justicia, del deporte, de la universidad o de la ciencia, independientes, para ampliar sus conocimientos y en la búsqueda, que ahora se reconoce en su entorno, de “posibles candidatos potentes para distintos cargos futuros, sobre todo mujeres”. Esa idea la llegó a mencionar en público varias veces, especialmente para las listas de Madrid.
Fue así como intensificó su conexión con el juez Fernando Grande Marlaska, la fiscal de la Audiencia Nacional Dolores Delgado, el periodista de Tele 5 Máxim Huerta, el astronauta Pedro Duque, el exseleccionador nacional de fútbol Vicente Del Bosque, los escritores Antonio Muñoz Molina y Elvira Lindo, el sociólogo Lorenzo Díaz (marido de la ministra Magdalena Valerio), o los comunicadores de Cuatro, Jesús Calleja y Miguel Ángel Oliver (su nuevo portavoz en La Moncloa).
En las distancias cortas y el trato directo se los ganaba como amigos. A veces, esas reuniones eran con grupos o colectivos más amplios, en el local Válgame Dios, en pleno corazón del barrio madrileño de Chueca; en otras ocasiones, eran citas más reservadas en el restaurante del hotel Petit Palace, también de Chueca, o en locales de Malasaña, barrios prototipo de los nuevos tiempos en la capital de España. Pero siempre sin prejuicios ideológicos. El juez Marlaska pasó, en horas, de ser un vocal del núcleo duro del PP en el Consejo General del Poder Judicial a ministro del PSOE y a ser compatible con Delgado, fiscal de la “trinchera más progresista” muy cercana a Baltasar Garzón y a su primer jefe, Carlos Jiménez Villarejo. Pero no fueron estos los que la promocionaron, se enteraron apenas unas horas antes de su nombramiento oficial.
Cuando el sábado pasado Sánchez les llamó desde su casa, Marlaska y Delgado no tardaron en subirse al proyecto. Costó algo más localizar a una de las estrellas en ciernes del nuevo Gabinete, la titular de Economía, Nadia Calviño, economista del Estado, que fue la última en rellenar la quiniela, el domingo por la noche. Estaba en Bruselas, cuadrando los presupuestos de los aún 28 países que componen la Unión Europea. Sánchez llamó al presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, para alertarle de sus intenciones. Juncker le replicó para afianzar el buen acierto del presidente español: “Me haces un gran roto”.Sánchez ya conocía el impresionante currículo de Calviño, una de las pocas españolas con un cargo de primer nivel en Europa, pero fue su padre, José María Calviño, exdirector de RTVE en la primera época de Felipe González, guerrista y asesor externo ahora de Sánchez, el que decantó esa balanza a su favor.
Al titular de Agricultura el telefonazo de Sánchez le pilló entre olivares. El presidente le preguntó, para romper el hielo, que dónde estaba, y Luis Planas, que en su día osó disputar a Susana Díaz el liderazgo del PSOE andaluz sin éxito, le replicó: “Caminando entre olivos…”. Sánchez recogió el guante del hasta ahora presidente del Consejo Económico y Social europeo: “Pues perfecto, porque es el mejor lugar para el encargo que te voy a hacer” . Planas estaba en Montoro, Córdoba.
Otro factor determinante para la composición del su Gabinete tuvo que ver con la promoción interna de cargos autonómicos que han ascendido a nivel nacional de cara al futuro y de los guardianes del tesoro con los que ha compartido estos años todas las batallas dentro del PSOE. En el capítulo de pruebas para el futuro, Sánchez siempre habló muy bien de la labor de Carmen Montón en Sanidad en la Comunidad Valenciana, de María Jesús Montero con la Hacienda andaluza, de Reyes Maroto en Madrid, de Meritxell Batet en Cataluña y de Magdalena Valerio en Castilla-La Mancha. A todas las llamó directamente, sin pasar por el filtro de sus jefes en sus respectivas comunidades autónomas. Ni un reparo.
Con José Luis Ábalos (Fomento), Adriana Lastra (portavoz en el Congreso), Carmen Calvo (vicepresidenta) y Margarita Robles (Defensa) habló en persona. Eran opciones previsibles y solo se produjeron ajustes por su formación, pasado y competencias.
En su “cuaderno azul” nunca estuvieron, pese a que se publicó, Patxi López, Pilar Cancela, Jordi Sevilla, Beatriz Corredor o Rafael Bengoa, a los que se conoce como “las viudas de Pedro”.
El caso de Guillermo Fernández Vara es diferente. Sí le llamó, el sábado pasado sobre las siete de la tarde, cuando el presidente de Extremadura salía de una comida de trabajo y antes de asistir a la final de la Copa del Rey de fútbol sala, y le ofreció uno de los cinco ministerios más importantes. “No me contestes aún, piénsalo”, insistió Sánchez. Vara, que nunca fue un sanchista sino todo lo contrario, rechazó rápido ese envite. Hace un año, cuando Sánchez barrió a Díaz en las primarias, ambos quedaron a comer en Madrid y el extremeño le entregó su renuncia. Sánchez la obvió y le encomendó presidir el consejo de política federal del PSOE.
En septiembre, cuando el secretario general socialista contrató a Ivan Redondo, asesor del rival popular de Vara en Extremadura, le llamó para conocer su opinión y sus reparos. No hubo problemas. Ahora Vara está ya nominado como candidato para repetir en su cargo autonómico, se siente totalmente atado a ese compromiso y Sánchez lo entendió.
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