El joven invidente que narra los partidos del Málaga desde la grada
Juan Antonio Zamora, de 25 años, se quedó ciego al nacer debido a una hemorragia cerebral. Desde hace tres temporadas, retransmite cada encuentro para sus amigos a través del móvil
El fútbol tiene mucho de ritual. La multitud coreando el nombre de su equipo, las banderas ondeando en las gradas, la locura desatada con cada gol o la desesperación cuando se falla una ocasión. Durante 90 minutos los aficionados viven sumidos en una montaña rusa: expectación cuando el balón ronda el área rival, nervios cuando se acerca a la propia. Ese ambiente es el que cautivó a Juan Antonio Zamora, un invidente de 25 años. El joven nunca ha visto el escudo de su club ni conoce los colores del Málaga, pero no se pierde ninguno de sus partidos. “No hace falta ver el fútbol. Hay que ponerle pasión y sentimiento. Vivir el ambiente”, señala.
Tiene dificultades motoras, usa bastón y le han reconocido un 90% de minusvalía, pero hace vida normal. “El fútbol es mi vía de escape. Me sirve para olvidarme de los problemas”
Juan Antonio reside en Ronda, a 100 kilómetros de la capital. La primera vez que acudió al que ahora es su estadio, La Rosaleda, fue para el amistoso que enfrentó a la selección andaluza contra Chile el 27 de diciembre de 2002. El ambiente le envolvió. Tanto le gustó la experiencia que empezó a acudir a encuentros esporádicos y, hace tres temporadas, se abonó. Cada año paga 800 euros, 400 por cada uno de los dos asientos que tiene reservados en la primera fila de la tribuna baja, a escasos metros del córner. “El fútbol no le gusta a nadie de mi familia, pero me acompañan. Me podrían decir que para qué quiero un abono si no veo, pero lo hacen encantados”. Su padre, Antonio Zamora, reconoce que la afición de su hijo le ha ido “metiendo el gusanillo” porque “en el campo, el fútbol se vive de otra manera”.
“Esto sí que gusta aquí en La Rosaleda. El estadio bate las palmas…”. La voz de Juan Antonio se propaga por las ondas. Acompañado siempre de un transistor, el joven no se limita a seguir los encuentros, también los retransmite para sus amigos a través de WhatsApp. Se ayuda de la radio y él incluye lo que vive en la grada. Sus narradores favoritos son Juan Manuel Gozalo (fallecido en 2010) y Carlos Martínez porque “explican situaciones para los que no podemos ver el partido”. Él sueña con ser algún día speaker. “No le tengo miedo a nada. El fútbol puede abrir muchas puertas”. Su caso se ha hecho famoso gracias al reportaje que emitió el pasado lunes el programa El día después, de Movistar. “En el partido contra el Valencia tuve que cambiar de campo tras el sorteo del árbitro. Miré a la grada y vi a un chico con gafas de sol, lo que me extrañó porque era de noche. Me acerqué, hablamos y comenzamos a seguirle durante el partido”, explica el periodista Víctor Gil.
Superar obstáculos
El presidente del Málaga, Abdullah Al Thani, compartió el vídeo en Twitter y los jugadores quedaron fascinados por la historia de Juan Antonio. El club ya se ha puesto en contacto con él para entregarle un obsequio y presentarle a los futbolistas en el partido de liga que les enfrentará al Barcelona el 10 de marzo. “Estoy muy ilusionado. No solo por mí, también porque mi caso es un ejemplo para otras personas. Deben saber que se pueden superar todos los obstáculos”. Un consejo que extiende a su club, último clasificado y en serio riesgo de descender a Segunda División.
Juan Antonio nació prematuro, con solo seis meses, y sufrió una hemorragia cerebral que le provocó la ceguera. Tiene dificultades motoras, usa bastón y le han reconocido un 90% de minusvalía, pero hace vida normal. “El fútbol es mi vía de escape. Me sirve para olvidarme de los problemas”.
El joven recuerda con ilusión los dos goles que Hidalgo hizo al Tenerife en junio de 2008 y que devolvieron al club malacitano a la élite. “Lo viví por televisión, como los éxitos de la Champions en 2012. A Isco (ahora en el Real Madrid) habría que hacerle un monumento, fue el líder del mejor Málaga de la historia”. Mientras vuelven aquellos días de vino y rosas, el joven trata de acabar la carrera de Trabajo Social que realiza por la UNED. Sus ratos libres los dedica a la equitación, a nadar y a jugar con Nemo, un labrador de 13 años, “pero no es un perro guía”, especifica. También toca el piano, una disciplina que estudió durante cuatro años. Su otra gran pasión es la música. Sueña con conocer algún día al cantante italiano Andrea Bocelli. “Me encanta su voz. Quizás al compartir discapacidad logra romperme el alma”.
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