Las mujeres que firmaron para cambiarnos la vida
De las 100 victorias más importantes del 2017 a través de Change.org, 36 fueron iniciadas por mujeres
Lucía tenía tan solo siete años cuando murió. A su madre, Nieves Casado, le tiembla la voz al recordar: "Cuando te dicen que tu hijo tiene cáncer entras en una locura, pero más cuando te dicen que no tiene tasa de supervivencia y que se muere en menos de un año; entras en un infierno”.
A Lucía los médicos le diagnosticaron DIPG, glicoma de tronco encefálico infantil, un tipo de tumor que se desarrolla en el cerebro y resta capacidades físicas a medida que va empeorando. No existe cura, pero Nieves no pensaba quedarse de brazos cruzados. Inició una petición dirigida al Congreso de los Diputados para el aumento de la inversión en investigación del cáncer infantil. En unos meses logró aunar más de 250.000 firmas y su petición fue aprobada por unanimidad en la Comisión de Sanidad como proposición no de ley.
Nieves consiguió que la muerte de Lucía no fuera en vano y se implicó en salvar a otros niños. Como ella, 36 mujeres, tres más que hombres, han conseguido entrar en el top 100 de victorias de la plataforma web Change.org por frenar alguna injusticia en este 2017. El resto de las recogidas de firmas no fueron iniciadas por particulares. Ninguna de ellas quería protagonizar la historia que les tocó vivir. Protestas, juicios, rechazos... Pero tampoco querían pasar página y quedarse calladas. Supieron transformar su dolor en fuerza para luchar por la causa en la que creían.
María Luisa Goikoetxea era médico y trataba a discapacitados, pero un día se despertó siendo una de ellos. “Fue como una broma pesada”, recuerda. Tras una hemorragia cerebral y veinte días en coma pasó a depender de una silla de ruedas. Y por si la vida no le hubiera puesto ya suficientes obstáculos, descubrió que también se había vuelto dependiente de su marido para desplazarse. La línea de Renfe que une su casa, en Orduña, con Bilbao, donde va a rehabilitación, no estaba adaptada. María Luisa no es la única discapacitada que va en tren, pero se enfrentó a las adversidades. Su estado físico ha mejorado, su petición ha conseguido más de 120.000 apoyos, y Renfe ha comenzado las obras para hacer accesible la estación de Orduña.
“Cuando las personas, sin conocernos, desean nuestro bien se crea un vínculo, es como una conexión”, explica Brenda Kelleher. Sobre sus piernas, el pequeño Lennon es ajeno a lo que sus dos madres han tenido que pelear para lograr algo tan sencillo como ser una familia. “Guardamos los recortes de los periódicos para que cuando sea mayor vea que merece la pena luchar por lo que tú crees que es justo y que se pueden cambiar las cosas”, cuenta María José Torres. Tras superar muchas trabas, lograron inscribir legalmente a su hijo con dos mamás. Sentaron un precedente legal en España. “Solo queríamos que nos trataran igual que a una pareja heterosexual”, explica María José.
“Todos me decían que un cambio en el Código Penal era imposible... Y al final se consigue”, asegura Anna González. Su marido murió atropellado por un camión mientras circulaba en bicicleta por el arcén. Los hechos fueron considerados una imprudencia leve y por tanto una falta en lugar de un delito penal. “No más muertes impunes en la carretera” es la lucha de Anna. Había perdido a su marido y ningún juez iba a devolvérselo, pero aun así decidió hacer algo para que nadie sufriera la misma injusticia. Ahora una ley lleva su nombre.
Además de en la constancia y en la lucha, todas coinciden en una palabra: gracias. Aseguran que es lo único que pueden decirles a quienes les han ayudado a conseguir sus objetivos. Por otro lado, también es una palabra que reciben a menudo de quienes se han beneficiado de su iniciativa.
“Descubres que la generosidad de la gente no tiene límites y que si nos unimos podemos conseguir cosas muy grandes”, reflexiona María José Muñoz, funcionaria de instituciones penitenciarias. María José pidió una excedencia para cuidar de sus hijas y cuando se incorporó descubrió que la Administración había decidido penalizar en el concurso de traslados a quienes se habían acogido a este derecho laboral. Recopiló más de 65.000 firmas y consiguió que la Administración rectificara.
A Beatriz Herranz le bastó con menos de 1000 apoyos para conseguir su objetivo. Su hijo Iker fue el niño más votado en un casting para desfilar con el portal de moda Privalia, pero las marcas de ropa lo rechazaron “por sus características”. Es decir, por ir en silla de ruedas y tener parálisis cerebral. “En cuanto vi el apoyo que estaba teniendo la petición supe que sería una victoria”, rememora su madre, “ninguna marca quiere una publicidad así”. Y efectivamente, en horas la firma se puso en contacto con Beatriz: querían a Iker en el desfile. Madre e hijo demostraron que ningún objetivo es inalcanzable y que todos tenemos derecho a soñar.
El sueño de Marta era ser madre, pero una enfermedad rara, un quiste de Tarlov, se lo ponía un poco más difícil que a otras mujeres. Por eso cuando se quedó embarazada quería tomar todas las precauciones para no correr riesgos. Y decidir sobre su cuerpo. No había precedentes de partos con su dolencia en España y en el hospital le sugerían dar a luz de forma natural, pero ella sabía que necesitaba anestesia general. “Yo sabía que no me iba a rendir, porque me importaba demasiado, estaba poniendo en riesgo mi vida y la de mi hija”, asegura mientras acaricia la cara de Alma, que por fin duerme en los brazos de su madre.
Nieves, María Luisa, Anna, María José y Brenda, Beatriz, María José y Marta no se conocían hasta hace una semana, cuando la plataforma Change.org las reunió para su campaña anual. Todas ellas se han convertido en representantes de muchos ciudadanos que se enfrentan cada día a un nuevo reto. Pero antes de encontrarse, ya tenían otra cosa en común. Una motivación que las unía y a la que pone palabras María Luisa: "Si a mí me va a cambiar la vida, creo que puede cambiársela a muchas otras personas".
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