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Por qué el gordo de Navidad puede cambiar tu voto

Dos economistas estudiaron los efectos de la lotería sobre las elecciones y encontraron algo llamativo: los partidos en el gobierno mejoraban sus resultados en las provincias premiadas

Puesto de venta de lotería
Puesto de venta de loteríaCarlos Rosillo / EL PAÍS
Kiko Llaneras

¿Crees que la lotería de Navidad podría hacer que votases diferente? Seguramente piensas que no, porque sientes que tu decisión es racional. Pero hay motivos para sospechar que no siempre es así. Los economistas Manuel Bagüés y Berta Esteve-Volart investigaron los efectos de la lotería de Navidad sobre las elecciones y encontraron algo llamativo: el partido en el gobierno ganaba votos en las provincias premiadas.

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La lotería de Navidad era un experimento natural perfecto. ¿Qué pasa si en una región llueve dinero? Eso es lo que querían averiguar con la lotería de Navidad, que reparte mucho dinero, entre muchas personas y casi siempre en una zona concreta. La provincia donde cae el gordo recibe una inyección de renta que, de media, equivale al 3% de su PIB. Y esas inyecciones de dinero mueven votos. Bagüés y Esteve-Volart estimaron que el partido en el gobierno (PP o PSOE) recibía un voto adicional por cada dos billetes premiados en una provincia. Si en Castellón, Asturias o Girona la lotería deja un 1% de PIB en premios, el partido en el poder recibe un incremento de votos de 0,2% en las próximas generales.

Por qué ocurre esto

Es evidente que la política y la economía están relacionadas. Sabemos, por ejemplo, que hay una correlación robusta entre la bonanza económica y la probabilidad de que un político sea reelegido. Esto a menudo puede explicarse lógicamente. Es razonable que los votantes premien a los políticos que gestionan bien la economía. Pero los votantes no siempre somos tan racionales y a veces premiamos a los políticos (o los castigamos) por cosas que no controlan. Un ejemplo clásico lo encontró el economista Justin Wolfers en EE UU. Descubrió que los estados productores de petróleo reelegían a sus gobernadores cuando subía el precio del petróleo. Los votantes veían mejorar su economía y premiaban al gobernador, que probablemente no había hecho nada. Esto se conoce como errores de atribución.

¿Cómo de probable es ganar el gordo de Navidad?

La probabilidad de ganar el gordo es 1 entre 100.000 (o un 0,001%). Puedes mejorar tus opciones comprando 1.000 billetes distintos cada Navidad, pero aún así lo normal es que ganes una vez cada 100 años. No es nada fácil. ¿Cómo de probable es un 0,001%? Es más difícil que coger un dado y sacar seis seises seguidos. Si todas las personas que leéis este texto lo intentáis, lo probable es que ninguno lo consiga. Es casi tan improbable como levantar la cabeza ahora mismo, preguntarle el cumpleaños a las dos personas que tengas más cerca, y que las dos hayan nacido el mismo día del año que tú. Complicado. Si vives en España, es casi tan probable como que te apellides igual que yo —Llaneras—, aunque este ejemplo no sirve porque mi familia me lee. Algunos apellidos que tienen uno de cada 100.000 españoles son Puya, Targa, Erauskin y Pollo. Probablemente no conoces a nadie que se llame así.

El caso de la lotería podría ser parecido. ¿Y si los votantes están confundiendo la lluvia de dinero con una buena gestión? Pero Bagüés y Esteve-Volart no creen que esa sea la explicación. En su trabajo comprobaron que los votantes de las provincias premiadas no mejoraban su valoración del gobierno, así que seguramente no les están atribuyendo ningún mérito especial.

Los economistas ofrecen dos explicaciones alternativas para explicar los efectos de la lotería: la alegría y el conservadurismo. Su primera hipótesis es que si el dinero de la lotería hace que la gente esté contenta, eso puede explicar que sean más indulgentes: “No me sorprendería que cuando somos más felices seamos más benévolos con nuestros gobernantes”, explica Bagüés. La relación entre felicidad y voto se ha estudiado otras veces con resultados divertidos: un trabajo en PNAS encontró que los políticos tenían una probabilidad mayor de ser reelegidos si el equipo local de fútbol ganaba ese fin de semana. Pero estos ejemplos extremos de comportamiento irracional son discutidos y controvertidos.

La otra explicación que barajan Bagüés y Esteve es que las provincias ganadoras se vuelvan (un poco) más conservadoras y aversas a los cambios. La inyección de renta que representa la lotería hace que algunas personas sean más ricas —tiene más propiedades, más dinero o un trabajo mejor— y eso puede hacer que prefieran dejar las cosas como están y no cambiar de gobierno.

Los efectos de ganar la lotería

Lo cierto es que ganar la lotería puede cambiar más cosas. En 2006, unos investigadores de Yale entrevistaron a 300 personas que habían conseguido premios y les preguntaron por sus ideas. ¿Cambiaron su forma de pensar al volverse millonarios? En muchos temas no. No eran más liberales, ni más clasistas, ni se oponían a que el gobierno redistribuyese la riqueza. Pero la lotería sí cambió sus opinión sobre una cosa: los ganadores eran más partidarios de eliminar los impuestos sobre la herencia.

Otro estudio clásico encontró en 1978 que las personas que ganan la lotería no son más felices. Es también una cuestión discutida, pero el consenso parece ser que los golpes de suerte sólo nos hacen felices a corto plazo. Pasado un tiempo volvemos a nuestros niveles normales de felicidad. Es una paradoja y quizás una condena: las personas no podemos ser extraordinariamente felices por mucho tiempo.

Todavía peor es la situación de los vecinos. Una investigación en Países Bajos observó los efectos de una lotería por código postal. El ganador recibía 12.000 euros y un BMW. Pero además en el barrio pasaba algo más: en los seis meses siguientes, la probabilidad de que otros vecinos se comprasen un coche aumentaba un 7%. Esto puede explicarse de formas razonables: quizás le compraban el coche viejo al ganador o eran familiares y compartían el premio. Pero no podemos descartar lo que todos estamos pensando: que se compraban un coche nuevo para no ser menos que su vecino del BMW.

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Sobre la firma

Kiko Llaneras
Es periodista de datos en EL PAÍS y doctor en ingeniería. Antes de llegar al periódico en 2016 era profesor en la Universitat de Girona y en la Politécnica de Valencia. Escribe una newsletter semanal, con explicaciones y gráficos del día a día, y acaba de publicar el libro ‘Piensa claro: Ocho reglas para descifrar el mundo’.

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