Por qué este verano hubo la mitad de medusas
Las picaduras de la 'pelagia noctiluca' han caído un 65% en las playas de la Comunidad Valenciana y Cataluña. ¿La razón? Llegaron antes que los turistas
El verano pasado, durante días enteros resultaba imposible sumergirse en las calas de Xàbia porque las aguas de esta población costera valenciana amanecían repletas de medusas, lo que convertía la natación en un ejercicio de alto riesgo. Este verano, en cambio, los bañistas han pasado semanas sin ver ni una. Y no es un hecho aislado. Los datos recogidos por Cruz Roja reflejan una caída del 65% de las atenciones por picadura de medusas en la Comunidad Valenciana. Una tendencia similar a la observada en Baleares y Cataluña.
La explicación principal, señalan los expertos, ha sido el fuerte descenso de la especie más temida, la pelagia noctiluca —también conocida como clavel de mar— de las playas de esta zona del mediterráneo.
En la Comunidad Valenciana, la Cruz Roja ha realizado este verano 4.541 atenciones por picadura de medusas, cuando el año pasado efectuó 12.711. En Baleares, donde la organización solo presta servicio en un reducido número de playas, las intervenciones en los mismos puntos se han reducido de 1.468 a 702.
En Cataluña la contabilización no se realiza hasta el final de la campaña estival, pero el especialista Josep Maria Gili, del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC, una referencia en el estudio de medusas a escala internacional, afirma que los datos de presencia de medusas que su equipo ha recogido a lo largo del verano en la costa catalana, apuntan a que la caída en el número de picaduras puede ser todavía mayor: de las 25.000 a 30.000 personas atendidas aproximadamente cada año en las últimas dos décadas, a unas 10.000.
Gili señala como primera causa la escasa afluencia de pelagia noctiluca, responsable de más del 70% de las picaduras que se producen en las playas mediterráneas españolas. Una reducción que tiene su origen, apunta el investigador, en la alta temperatura del mar durante el invierno.
"Los fenómenos de proliferación de organismos plactónicos, de los que se alimentan las medusas, han sucedido antes este año. En enero y febrero hubo una producción biológica inusualmente alta, de modo que el periodo reproductivo de la pelagia noctiluca, que debería haberse producido en mayo y junio, se adelantó", afirma Gili.
El científico indica que sí se han detectado grandes llegadas de medusas a las costas catalanas este año, pero en meses en los que la gente todavía no va a la playa, por lo que han pasado más desapercibidas. "Es un año biológicamente anómalo que desde el punto de vista de los bañistas ha sido afortunado".
Juan Guillem, del Instituto de Ecología Litoral de Alicante, señala, por su parte, que los vientos que normalmente soplan desde el mar hacia la costa en los meses de verano han sido inferiores este año, lo que ha mantenido alejados a los claveles de mar. "Hemos visto otras medusas, pero que o bien son inofensivas o tienen un escaso potencial urticante".
Salvo un pequeño número de especies de gran tamaño, propias de otras latitudes, las medusas se desplazan empujadas por la corriente y los vientos, explica Xoan Domínguez, experto en este tipo de animales y responsable de la gran exposición sobre ellas abierta en L'Oceanogràfic de Valencia. Su único movimiento voluntario es en vertical.
Su picadura, que realizan mediante dardos microscópicos, aclara Domínguez, también es premeditada. Las medusas no liberan su veneno por mero contacto, sino para cazar o defenderse cuando se sienten amenazadas.
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