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Los turistas no perciben los ataques como amenaza

Visitantes de seis ciudades españolas conocen las críticas al sector pero no aprecian rechazo al visitante

Turistas tomando pintxos en las escaleras de la Iglesia Santa María de la Parte Vieja de San Sebastián.
Turistas tomando pintxos en las escaleras de la Iglesia Santa María de la Parte Vieja de San Sebastián.Javier Hernández Juantegui

Algunos de los turistas entrevistados en seis ciudades españolas, donde pasan sus vacaciones, han oído hablar de las críticas al turismo, de la llamada turismofobia, entienden que haya que poner un orden, pero no aprecian rechazo y disfrutan plenamente de sus vacaciones.

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SAN SEBASTIÁN | Ecos de la prensa británica

En el aeropuerto bilbaíno de Loiu y antes de volver a Londres, Ron W. afirma no haber visto ninguna pintada contra el turismo ni en Bilbao ni en San Sebastián y le extrañan esas actitudes. “No entiendo que vayan contra los turistas”, asegura. Ron leyó en The Guardian y en la edición digital del Daily Mail la noticia sobre el asalto de Arran, una asociación de la izquierda independentista vinculada a la CUP, a un autobús turístico en Barcelona. “El País Vasco es excelente”, concluye. Al contrario, Adler, a la espera de un vuelo con destino a Fráncfort, ni ha visto ni leído nada relacionado con los activistas antiturismo, pero le preocupa que ese tipo de actitudes se puedan generalizar. “Me han tratado muy bien, buena comida, hoteles y buenos amigos. He estado cuatro días en Bilbao y he estado muy tranquilo”, dice.

BARCELONA | Ni preocupados ni intimidados

En la Sagrada Familia de Barcelona, uno de los epicentros de los brotes de turismofobia, la idea de esos ataques es, aparentemente, menor. Turistas y trabajadores no saben nada de ataques: “Ni idea, aquí lo único que nos preocupa es que la alcaldesa nos quite mesas de la terraza porque nos quedaríamos sin curro”, afirman Alejandro y sus compañeros camareros del restaurante Picasso. Quien podría escribir un tratado sobre la evolución del turismo en la Sagrada Familia es Joan López, que regenta un quiosco. No habla de fobias pero sí asegura que los turistas tienen cada vez más prisa y menos dinero y hay más grupos: “Que no benefician a nadie, porque no tienen tiempo ni dinero”. Le molesta mucho “cuando los turistas hacen fotos a postales de treinta céntimos con iPhones de mil euros”. No justifica muestras de rechazo a los turistas, pero los entiende. “Mi hermano paga 500 euros de alquiler y sabe que cuando se le acabe el contrato se tendrá que marchar de Barcelona. Hay que poner límites”, defiende. En otro punto turístico, la Casa Batlló, en el paseo de Gràcia, una familia de Madrid (Carlos, Mariluz y sus tres hijos) sí ha oído hablar de la turismofobia, pero no se sienten intimidados. Eso sí, lamentan que haya “mucha gente y sea todo muy caro”.

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PALMA | Revisar el modelo, no el trato

Con sombrero, mapa en mano y mochila anda por el céntrico Paseo del Borne Banina Santy, una turista de nacionalidad argentina que reside en Bélgica. Dice sentirse “muy a gusto” en su visita a Mallorca. Cuenta que ha sido bien recibida en todos lados, aunque entiende las quejas de algunos colectivos en contra del turismo. “Algunos tienen razón. Un hombre me contaba que antes había muchos más comercios típicos, pero que hace unos años ha empezado a perderse la tradición”. No opina lo mismo Michael, un septuagenario inglés que camina por la zona junto a su esposa. Ambos han venido en más de 10 ocasiones a la isla, pero siempre se han alojado en poblaciones alejadas de Palma. “Siempre nos han tratado muy bien”, afirma y aunque no comparte que pueda haber gente que esté en contra de los turistas “porque Mallorca se conoce gracias a eso” reconoce que en la zona monumental de Palma hay una gran afluencia de gente.

En la Asociación del Pequeño y Mediano Comercio de Mallorca están “totalmente en contra” de las acciones en contra del turismo, aunque creen que la Administración tiene que ser valiente para regularlo. Su presidente, Bernat Coll, insiste en la necesidad de dimensionarlo “porque el territorio en Baleares es el que es y no se nos puede ir de las manos”.

GRAN CANARIA | Espacios para la tranquilidad

Alec y Catherine se alojan en una casa rural en las cercanías de Las Palmas. Han pasado varios días en un hotel de Mogán, al suroeste de la isla, y ahora quieren tranquilidad. Es la tercera vez que visitan Canarias en 10 años. “Venimos a Canarias porque siempre hay espacio para encontrar lugares tranquilos y porque la hospitalidad de los canarios nos encanta”, dice Catherine, profesora de español residente en Mánchester. No se han enterado de los ataques ni del tourist go home que se ha comenzado a expresar en algunas zonas del Mediterráneo. Les sorprende, aunque entienden que pueda molestar cuando alteran el hábitat local. “Es normal, también pasa en algunas ciudades inglesas donde es imposible vivir con tranquilidad, pero a todos nos gusta viajar”, concluye Alec.

MÁLAGA | Un sector asumido

Al turista, una sonrisa. El viejo y exitoso eslogan de la Junta para promocionar Andalucía se aplica a la perfección en Málaga, capital de la Costa del Sol, buque insignia de la principal industria de la comunidad. ¿Hay turismofobia en la ciudad? “Para nada, todo lo contrario, si vivimos de esto”, apunta Jordi, camarero del céntrico restaurante Gorki, que ha contratado a seis personas (la plantilla habitual la forman 10 empleados) para la temporada alta. Más trabajadores y más facturación. Ángela, cordobesa, veranea en Benalmádena y está de visita en la capital. “Estábamos comentándolo ahora, da gusto venir a Málaga”, explica, mirando a su hija Eva. “España vive del turismo, no entiendo por qué quieren estropear esa fuente de ingresos”, dice la madre, sobre los ataques al sector en puntos de Baleares y Cataluña.

SANTIAGO | Cuestión de orden

El verano en Galicia está siendo de récord y la turismofobia ni está ni se le espera. A las hermanas Carmen y Loli Maldonado, que desde Granada han alquilado un piso en Muros (A Coruña), sus nuevos vecinos las han recibido “muy bien”, con la mejor de sus sonrisas y con predisposición incluso para hacer de guías. Isaac y Paco, de Cádiz y Huelva, respectivamente, que pisan por primera vez la plaza del Obradoiro, tampoco detectan en Galicia reparos al aluvión estival de visitantes. “No es solo porque no haya aquí tanta masificación. En Andalucía la hay y solo nos quejamos del turismo de botellón, no de todo el turismo”, subrayan. La buena cara con la que los gallegos reciben el crecimiento imparable del sector en los últimos años no supone falta de preocupación. “No hay turismofobia pero es cuestión de llevar un orden, de regular todo poniendo todos algo de su parte”, apunta el hostelero compostelano Jesús Cabanas, del Restaurante Central, cercano al Obradoiro, quien admite problemas con la recogida de basura y el reparto de mercancías en el creciente entramado de bares y restaurantes del casco histórico de Santiago.

En la taberna María Castaña, sus responsables, Xan y Chicho, critican que se haya impuesto en la capital gallega un “turismo barato, no de borrachera pero sí de descaro”. “A nosotros nos han pedido muchas veces que les invitemos por ser peregrinos”, señalan.

Este reportaje ha sido elaborado con información de Pedro Gorospe, Clara Blanchar, Lucía Bohórquez, Txema Santana, Esperanza Codina y Sonia Vizoso.

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