Maestros canteros españoles para restaurar el Capitolio
La empresa encargada de rehabilitar la vieja piedra ornamental del Congreso estadounidense busca profesionales labrados en la escuela provincial de Pontevedra
La oportunidad no los pilla en el momento más propicio, sobre todo a Francisco, que espera con su pareja un bebé que nacerá el mes que viene. Pero el panorama sigue presentándose tan difícil y "mal pagado" en España que para Francisco Castro y Manuel Rial no existía la opción de pensárselo dos veces. El 1 de junio estos dos gallegos empezarán a trabajar para la empresa Lorton Stone, encargada de la restauración de uno de los epicentros políticos del planeta, el ya bicentenario edificio del Capitolio de Estados Unidos, en Washington DC. Los propietarios de la firma, Rosa y Manuel Seara, dos emigrantes del municipio pontevedrés de Soutelo de Montes, precisaban buenos artesanos y escarbaron en sus raíces gallegas: llamaron a Enrique Velasco, hijo también de una vecina de Soutelo y profesor y directivo de la escuela provincial de canteros de Pontevedra, en el ayuntamiento de Poio. Él les facilitó una lista de antiguos alumnos. "Al final, se quedaron con cuatro nombres", explica Velasco, "y de esos cuatro, dos dijeron que sí". Tal era "el interés" de la constructora que, "en un tiempo récord, solo cinco meses, los abogados de la empresa consiguieron los visados de trabajo" por tres años.
"Todo el que ha querido trabajar, va a trabajar", cuenta humilde Manuel Rial, aunque antes reconoce que allá le exigieron todo tipo de garantías de su profesionalidad, "desde cartas de recomendación hasta recortes de prensa", algo "prácticamente imposible" cuando se trabaja en la sombra, como autónomo, para grandes empresas que son las que se llevan la fama. El sueldo exacto todavía no lo conocen, pero por lo que saben de momento multiplica lo que hoy están cobrando compañeros suyos, también salidos de la Escola de Canteiros de la Diputación de Pontevedra, que trabajan subidos al andamio de importantes monumentos españoles por "no mucho más de mil euros". "Aquí no salimos de la crisis", comenta este cantero de 48 años que prepara las maletas para emigrar: "Con suerte vas ganándote la vida porque te encargan un muro o, a veces, un escudito para la fachada de una casa".
El edificio en el que ahora van a trabajar, de estilo neoclásico, se inauguró en su primera fase en 1800, y está construido en "granito, mármol y piedra caliza". Por ahora los dos canteros pontevedreses, Manuel del ayuntamiento de Meaño y Francisco del de Poio (y con taller en Sanxenxo), tampoco saben demasiado acerca de los retos técnicos que allí les aguardan. "Lo único que nos enviaron fueron fotos", explican, imágenes de capiteles corintios dañados, de elementos decorativos que "faltan" porque han desaparecido, de balaustradas rotas, movidas, y adornos castigados por el tiempo en la gran cúpula blanca que corona la sede del Congreso.
Pero lo primero que van a tener que hacer al llegar a Washington, según les recomendaron sus futuros jefes, va a ser "sacar el carné de conducir y comprar un coche" para poder moverse con independencia. Aunque en el Capitolio hay tarea en principio para "ocho o 10 años", no saben todavía, ni quieren pensar en ello, el tiempo que acabarán viviendo en Estados Unidos. "Si lo que vemos no nos gusta, si no congeniamos con aquello, a disgusto no nos vamos a quedar", asegura rotundo Manuel, que ya trabajó un tiempo fuera, para un escultor en Lima.
Francisco y Manuel, ambos padres de familia, dejan "lo personal" atrás pero nada les ata en España "en lo profesional". Marchan sin saber apenas inglés. "Como ellos no aprendan a hablar español...", bromeaban el lunes en la rueda de prensa que convocó la presidenta de la Diputación de Pontevedra, Carmela Silva (PSOE) para anunciar este contrato internacional de dos canteros cincelados hace ya décadas en ese filón de artesanos que es la escuela provincial. De esta cantera de canteros han salido manos que ahora trabajan en la restauración de la fachada barroca del Obradoiro, en la Catedral de Santiago; o en la construcción de la Sagrada Familia en Barcelona, donde también se emplea granito procedente del pueblo lucense de Parga (Guitiriz), especial por sus características para materializar algunas de las formas que soñó Gaudí.
"Nos llaman hasta de EE UU porque allí suelen escoger lo mejor y canteros como los de aquí hay poquitos en el mundo", presume Enrique Velasco, exalumno y hoy profesor del centro de formación pontevedrés que empezó a funcionar en 1979 en los bajos del Monasterio de Poio, en sus inicios dependiente del Ministerio de Cultura. "La nuestra es, con mucho, la mejor escuela de cantería del mundo", proclama sin titubear el maestro, también preocupado por la "precariedad" de un sector viciado, como otros, "por las subcontratas de las subcontratas". La situación "es triste y es una vergüenza", protesta.
Para "dar esperanza" a los actuales alumnos, para que vean que "hay que seguir adelante" porque existe salida "aunque sea lejos", Manuel y Francisco planean enviar desde el Capitolio una foto que se van a hacer con camisetas de la Escola de Canteiros. "Artistas de la piedra", rezan orgullosas las prendas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.