Los prostíbulos se llenan de veinteañeros
La policía alerta de la drástica bajada de edad de los clientes de prostitución
Fue hace un año, cuando tenía 20 recién cumplidos. “Yo jugaba en un equipo de fútbol y ganamos un campeonato. Nos fuimos todos de cena, invitaba el club como premio por haber ganado el torneo”. Antonio vive en Asturias, tiene 21 años y pide que se oculte su nombre verdadero.
“Cuando terminamos la cena, empezamos con las copas y de pronto el presidente y el entrenador propusieron que nos fuéramos a eso [dice así, Antonio: a eso]. Con la euforia y las copas casi todos nos animamos. Además, invitaban ellos. Después de aquello, en algunas noches de fiesta, he repetido. Forma parte del plan”. Como él, cada vez son más los jóvenes veinteañeros que incluyen la prostitución en sus noches de juerga, según el análisis de la policía. Pensar en qué condiciones trabajan las prostitutas o si pueden ser víctimas de trata no es algo que se les pase por la cabeza.
Nadie, del grupo amplio de chicos de entre 19 y 21 años que prestan su testimonio en esta historia, quiere dar la cara. “No digas ni de la ciudad de donde soy, por favor”, ruega por teléfono Antonio. ¿Un retrato de espaldas para poner imagen al testimonio? “Ni de coña”. Puede ser comprensible, pero lo cierto es que, en los entornos de chavales de esta edad, no es ningún tabú: es raro quien no conoce a alguien que haya acudido varias veces a un prostíbulo. “Diría que es casi frecuente”, dice Javier, otro chico, otro nombre falso. Él tiene 21 años y es de Cádiz. “Te pones a pensar y te empiezan a venir a la mente amigos o conocidos que han ido o se van… pues eso, de putas”. Piden anonimato para tratar un asunto que se le atasca al hablar, pero que, según asegura la Policía Nacional es corriente -casi habitual- y va en aumento entre muchos chicos de esta generación.
La normalización de acudir a un prostíbulo "de fiesta"
José Nieto es el inspector jefe del Centro de Inteligencia de Análisis de Riesgo (CIAR) de la Policía Nacional. A sus espaldas, más de 19 años de investigación y actividad contra la explotación sexual de mujeres y las mafias de la prostitución. Ha dirigido y participado en innumerables redadas. Y, sobre el terreno, en los últimos años, algo le ha llamado la atención. “La edad de los clientes. Todos tenemos en mente el perfil clásico del cliente de este tipo de lugares: señores de una edad a veces encorbatados. Pero últimamente, en los controles rutinarios, nos estamos encontrando mucho crío, muchos jóvenes de 19, 20 o 21 años. El perfil, definitivamente, ha cambiado. La edad ha bajado muchísimo”. Después añade: “No me estoy refiriendo a casos puntuales. Hablo de pandillas de chicos que ya han incorporado acudir a un club como parte de su ocio. Y también chicos que van solos. Cada vez lo vemos más”. “Para ellos es un servicio más en su plan de fiesta. A veces hablamos con algunos de estos chicos y nos dicen: pero si le doy 50 pavos. Ya me gustaría a mí ganarlos en un día”, añade Nieto.
Ninguno de los testimonios consultados afirma haber acudido a la prostitución por necesidad sexual. “Los amigos que tengo y que suelen ir a estos sitios, son chavales que no tienen problemas para ligar”, dice Antonio. El perfil, además, es variado, según explica José Nieto. “Nos encontramos chavales que son currelas, nos encontramos pijos, estudiantes… De todo”.
María José Martín es trabajadora social de la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituida (APRAM). “Estamos totalmente de acuerdo con la apreciación de la Policía. Si bien nosotras no ponemos el foco en el cliente, sino en la mujer prostituida, el perfil del consumidor de sexo en España está cambiando. Y es preocupante”. Para María José “esto es una cuestión, sobre todo, de oferta y demanda. Si hay demanda de chicos jóvenes, la consecuencia va a ser un mayor número de mujeres obligadas a prostituirse”.
"Es una forma de fiesta, yo lo veo así. Es divertido. Aunque es caro".
Javier, de Cádiz, estuvo durante el verano trabajando en un restaurante y fue entonces cuando acudió a la prostitución por primera vez. “El cocinero y otros camareros eran muy majos, me llevaba muy bien con ellos y algunas veces nos íbamos de fiesta juntos. Una noche me dijeron que nos íbamos a un club y me invitaron. Ese verano fuimos dos o tres veces, al final de la noche. Y siempre me invitaban”. Cuando terminó el verano y Javier dejó el restaurante, volvió al prostíbulo. Esta vez, él solo. “Fui dos veces más yo solo y otras dos llamé para que vinieran a casa. Es una forma de fiesta, yo lo veo así. Es divertido. Aunque es caro”, dice riendo.
En el caso de Tito, madrileño de 20 años que también pide anonimato, fue durante su beca Erasmus en Roma. “Amigos del Erasmus mayores que yo me contaban que era muy divertido, que habían ido varias veces. Yo, en ese momento, no tenía intención. Nunca me lo había planteado. De hecho, la noche que fui no tenía pensado hacer nada, sólo tomar una copa, pero se me acercó una chica y…”. Tito regresó a Madrid y repitió una vez más. “No creo que vuelva. Me lo tomé como una experiencia que ya viví. Aunque nunca se sabe”.
Es en este escenario —el que tiene que ver con el ocio nocturno y la búsqueda de experiencias— en el que frecuentan los burdeles. “No estamos hablando del chaval al que llevan al prostíbulo cuando cumple 18 años o esas cosas que se hacían. Estamos hablando de un perfil de chaval que va por su propia cuenta y que lo hace más de una vez, gastándose dinero en ello”, explica Nieto. “Forma parte del plan de ocio y se está convirtiendo en lo más normal del mundo”.
Marta Arasanz es psicóloga especialista en sexología. “No me sorprende”, responde cuando le damos a conocer las conclusiones de la Policía. “A pesar de que vivimos en la época de mayor libertad sexual y, tal vez, los jóvenes de hoy tienen el acceso al sexo más sencillo que nunca, esta generación vive en un mundo de inmediatez: todo tiene que ser rápido, aquí y ahora. Y el sexo no es una excepción”, explica Marta. “La prostitución encaja en esta filosofía de vida, en esta búsqueda del placer sin reparar en consecuencias ni compromisos”.
"No estamos hablando de algo puntual: nos encontramos cada vez más chicos de 20 años, muchos de ellos van solos al club"
Arasanz cree que esta práctica, a medio y largo plazo, puede tener consecuencias negativas para los jóvenes. “Son chicos que pueden acabar entendiendo el sexo desde un punto de vista ‘coitocentrista’, es decir, la búsqueda del placer propio, rápido y sin preocuparme de la otra parte. Sin empatía. Esto puede deformar su concepción del sexo y de las relaciones”.
La reflexión, para más tarde
En todas las conversaciones con los testimonios que ilustran este texto, la cuestión más tabú gira en torno al hecho de haber acudido a un club. Les da “vergüenza” hablar de ello. En ningún caso el malestar reside en la posibilidad de poder haber sido partícipe de explotación sexual. Eso es una reflexión a posteriori que parece quedar en segundo plano.
“Cuando regresé del Erasmus y se lo conté a algunos colegas, ninguno se indignó”, cuenta Tito. “Sí que hablamos algunas veces de que estas chicas pueden estar explotadas y tal, pero eso es algo que piensas después. En el momento no te lo planteas”. Tito también se lo contó a alguna amiga: “ellas se sorprendieron más, pero porque les parece poco higiénico o arriesgado para la salud. Pero ninguna me dijo nada de explotación o se refirió a la situación de las prostitutas”.
Tampoco Antonio o Javier parecen darle importancia a este punto. “Es algo que no te paras a pensar, eso es así. Luego a veces lo hablamos, pero tampoco le damos muchas vueltas”.
José Nieto cuenta que, en algunos de los controles, ha hablado con los chavales que se topa. “Siempre me dicen lo mismo: que la chica con la que ha estado no estaba ahí obligada, que era voluntariamente para ganar dinero. Yo les explico que eso no pasa casi nunca. Y menos en un prostíbulo”.
"La prostitución encaja con la forma de entender la vida de los jóvenes: búsqueda inmediata del placer, aquí y ahora".
“Está claro que falta mucho camino por recorrer en la concienciación de la gente. Especialmente de los chicos jóvenes”, retoma María José. “Parece que siguen sin darse cuenta de que están contribuyendo al sufrimiento de mujeres”.
Desde 2013, la Policía Nacional trabaja en la concienciación contra la trata de mujeres con programas dirigidos a jóvenes. “Damos charlas en institutos y universidades”, explica Nieto. “El objetivo es hacer pensar a los chavales, invitarles a reflexionar sobre que, muy probablemente, detrás de ese divertimento, hay una contribución a esclavizar a una mujer.
Hoy, un martes soleado de diciembre, Nieto acude a dar una charla a la Universidad Carlos III de Getafe, en Madrid. Allí explica la labor policial y la realidad que se esconde detrás de las mujeres obligadas a prostituirse. Entre los oyentes, muchos chicos y chicas jóvenes.
“¿Crees que estas charlas ayudan?”. Nieto reflexiona. “Para los chicos jóvenes, a simple vista, es difícil ver una víctima en la prostituta: no hay sangre, no hay lloros ni auxilios. Sólo una chica con poca ropa, sonriente, que les pide una copa. Nosotros tratamos de explicarles por qué son víctimas y a qué están contribuyendo ellos si acuden a estos locales”.
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