_
_
_
_
Reportaje:

El cliente de la nueva prostitución es más joven

La cultura de la inmediatez y la oferta masiva de prostíbulos han cambiado el perfil del cliente - Hombres en torno a los 30 buscan el sexo rápido de pago sin ninguna consideración moral

María Antonia Sánchez-Vallejo

Sin tabúes. Sin estigmas. ¿Sin consideración? El acercamiento a la prostitución por parte de las nuevas generaciones -mujeres incluidas- resulta algo socialmente aceptado: son muchas las despedidas de soltero que terminan en un club o con compañía de pago. La oferta, inconmensurable en la última década debido a la explotación sexual de la inmigración -se calcula que hay unas 300.000 prostitutas ejerciendo en España-, es vista como una opción de ocio por los jóvenes, que, sin reparar en la trastienda del negocio, a menudo en manos de mafias, están contribuyendo a que el perfil del cliente se transforme: hoy tiene en torno a los 30 años de media, según algunas fuentes. El comercio del sexo sigue en el limbo: no es ilegal, pero tampoco legal. Un vacío pasto de abusos sobre el que se precipitan cada vez más jóvenes.

"Lo que ha cambiado es la percepción social de la prostitución"
El 27% de los varones de 18 a 49 años admite haber pagado por sexo
La fantasía del exotismo también propicia la experiencia
Hay muchísima información sexual, pero escasa educación sexual
La legalización de la prostitución aún enfrenta a contrarios y partidarios
Para estos jóvenes, la mujer es un objeto, incluso más que hace años

La cultura de la inmediatez, la voluntad de obtener de forma rápida y sin esfuerzo el sexo sin compromiso han sido factores clave para este cambio de perfil en una generación que, paradójicamente, ha nacido después de la revolución sexual.

"Ligar cuesta mucho trabajo y además no tienes ninguna garantía de éxito. Debes darle charleta a una tía durante horas, decirle cosas que a ella le gusten, de esas románticas; invitarla a cenar o a tomar copas y después a lo peor te quedas con las ganas, porque puede decirte que no. O te dice que sí para ennoviarte. Así que vamos al puticlub, pagamos y ya está. Es mucho más sencillo. Como irse de vacaciones a Cuba: allí, por unos pintalabios o un par de medias, tienes todo el sexo que quieres. Y sin complicaciones".

Rafa tiene menos de 30 años, estudios universitarios y las ideas muy claras: para qué "complicarse la vida" si por 50 euros puede disfrutar de un servicio completo en un club. Quién y en qué circunstancias viva la mujer que se lo preste, no le preocupa en absoluto.

Despedidas de soltero, celebraciones deportivas, cenas de empresa, cumpleaños o mayorías de edad. Remates a una noche de juerga o desahogo rápido tras una jornada de trabajo: las motivaciones son tantas como los clientes. Pero el denominador común aparece cada vez más claro: cuanto más rejuvenece la clientela, más aumenta la visión de la prostitución como parte integrante de la oferta de ocio. El perfil del cliente masculino de la prostitución en España es sensiblemente más joven que hace 10 años. Según los estudios de la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención de la Mujer Prostituida (APRAMP), el cliente habitual era en 1998 un varón casado y con cargas familiares, mayor de 40 años. En 2005 abundaban los jóvenes de 20 a 40. Es decir, con una media de edad de 30 años.

¿Estamos ante un fenómeno nuevo, o acaso se aborda la cuestión con más transparencia? El psicólogo Enrique García Huete, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, lleva dos décadas estudiando el asunto, para llegar a la conclusión de que lo que ha cambiado es "la percepción social de la prostitución, aunque muchos jóvenes siguen debutando en el sexo con meretrices". "Un abanico amplísimo de ofertas, una mayor permisividad y un nivel adquisitivo más alto que antaño hacen que los jóvenes se aproximen a ella", apunta García Huete. En otras palabras, "una accesibilidad asequible", producto de la abundante oferta, para todos los bolsillos, del sexo de pago.

"Si además hay una parte de ella más luminosa, divertida y atractiva, más lúdica en suma, muchos chicos sin pareja de 20 a 25 años no se lo piensan", añade el psicólogo. El factor grupal también cuenta: "Si alguno de los amigos ha recurrido a la prostitución, y transmite información positiva o incluso entusiasta, es fácil que contagie al grupo. Razonamientos como 'es que son auténticas profesionales', 'a éstas puedes entrarles sin rodeos' o 'saben hacer muy bien su trabajo', referidos a las prostitutas, acaban convirtiéndose en clichés que se repiten y perpetúan", explica García Huete.

La experiencia cotidiana desde el otro lado de la barra de alterne va también en dirección al grupo. "Los chicos jóvenes suelen venir a última hora, cuando cierran las discotecas", afirma Rosa, encargada de un club de carretera en Cantabria. "Lo hacen en grupo, a vacilar y tomarse unas copas. Luego, pueden rematar o no, depende, o algunos sí y otros no. Los que entran solos en el local sí vienen directamente por el sexo", añade.

La encargada confirma también la transformación de la parroquia: "Cada vez hay más chicos jóvenes, de 18 a 28 o 30 años. Hace sólo una década, el habitual tenía entre 40 y 60. Y vendrían muchos más

si las copas no fueran tan caras: hay chavales que salen de casa con 10 euros, lo que vale aquí un cubata".

Un frío viernes de enero, "un mes muy malo para el negocio", según Rosa, el club que regenta registra un lleno de hora punta: alrededor de 120 hombres, la mayoría por debajo de los 40 años, toman copas o charlan con las chicas, todas ellas extranjeras. El club es de tamaño medio, uno de tantos en la región occidental de Cantabria: una oferta de media docena de garitos en poco más de una veintena de kilómetros, todos ellos parte integrante del paisaje desde hace décadas.

Según el INE, el 27% de los varones españoles de 18 a 49 años reconoce haber recurrido alguna vez a los servicios de una prostituta. Pero el porcentaje podría ser sólo la punta de un iceberg: incluso pillados in fraganti, muchos niegan la mayor. "Venimos sólo a tomar copas, eh", advierte un treintañero acodado en la barra; "pero resulta difícil resistirse, con la cantidad de oferta que hay". En el taburete contiguo, otro chico subraya el exotismo como gancho suplementario: "Hoy puedes acostarte con una negra; mañana con una dominicana, pasado, con una rubia del Este. ¡En la variedad está el gusto! (risas)". El sistema de plaza, consistente en la rotación, cada 21 días, de las chicas por los distintos locales de una misma red, añade un factor de diversidad a la carta que el psicólogo García Huete cita también como determinante a la hora de acercar a los chicos más jóvenes al sexo de pago. "La fantasía del exotismo también propicia la experiencia", dice el profesor de la Complutense.

Pero, detrás de este comportamiento, ¿cabe ver también la ley del mínimo esfuerzo? ¿Una imperiosa inmediatez? El psicólogo confirma que la de los veinteañeros "es la generación de lo inmediato", pero atribuye sobre todo a la accesibilidad el éxito que estas formas de relación tienen entre los más jóvenes.

Eduardo Verdú, autor de varios libros sobre tendencias juveniles -entre ellos el titulado Adultescentes-, coincide en parte con García Huete en el diagnóstico del fenómeno. "Ese entorno interracial favorece la realización de anhelos y fantasías sexuales clásicas: la asiática, la chica de color, etcétera. Pero también es cierto que los chicos que van con prostitutas lo hacen no porque no puedan acostarse con chicas, sino porque no les merece la pena el esfuerzo para concluir el cortejo con una negativa. Sencillamente se ahorran el trabajo", explica Verdú.

Por lo demás, y aunque tanto Huete como Verdú señalan esa franja de prostitución atractiva estéticamente hablando -locales divertidos y oferta vistosa-, el rejuvenecimiento de la clientela no se circunscribe a los clubes o los locales de alterne; también la calle es exponente de ello. Carolina Hernández, miembro del colectivo de trabajadoras del sexo Hetaira, trabaja en un polígono industrial de las afueras de Madrid. "Hay cada vez más jóvenes, de 18 o 19 en adelante. A diario vienen después del trabajo, solos. Los fines de semana lo hacen en grupo, a la salida de las discotecas, bien porque no han ligado, bien porque quieren divertirse más. Tienen bastante menos prejuicios que los mayores, y están mucho más informados, también: usan condón mayoritariamente; lo llevan encima o te lo piden".

¿Y cómo son los nuevos clientes, una vez en materia? ¿Perpetúan clichés? ¿Son más amables o más fríos, por ejemplo? ¿Hay clientes fijos? Montse, que trabaja por su cuenta en un piso de Barcelona, subraya el caudal de información de las nuevas generaciones, pero les pone un suspenso en actitudes: "Hay muchísima información sexual, pero escasa educación sexual: el chico de 18 años te pide hoy lo mismo que el de hace dos décadas. Están despistadísimos, no salen del repertorio básico y ordenado de besos, caricias, felación y penetración". Esta profesional constata también el descenso de la media de edad, "pero sólo en la prostitución de noche, con un componente más lúdico que la del día: los chavales salen de la discoteca y se van a un local de strip-tease o a un club a tomar copas".

Para esta prostituta, la abundancia de la oferta y el fenómeno de las despedidas de soltero están en la raíz de este cambio de ritmo del mercado del sexo: "En la transformación tiene muchísimo que ver una oferta de locales cada vez mayor, la variedad de nacionalidades de las profesionales, que también ayuda, y la moda de las despedidas de soltero, que también están tirando de las mujeres hacia el sexo de pago. Las mujeres partimos de cero y tardaremos en alcanzar la igualdad en este campo, vamos muy rezagadas, pero estas celebraciones, bien vistas por el común de la sociedad, asumidas y además divertidas, facilitan un contacto más neutro con este mundo. Porque, más que de prostitución, yo prefiero hablar de otro fenómeno, el de fin de fiesta con sexo", afirma Montse.

La progresiva normalización de la prostitución -o, al menos, de su percepción por parte de un amplio sector de la sociedad- enfrenta aún más a partidarios y detractores de la legalización del oficio más viejo del mundo. Cristina Garaizábal, portavoz de Hetaira, celebra que "la prostitución esté saliendo de la clandestinidad y emancipándose de la doble moral. Que cada vez haya más jovencitos demuestra un acercamiento con menos prejuicios. Es algo que ya no se hace a escondidas, porque la prostitución es un servicio más, una opción de ocio. Sería lógico que el estigma que tradicionalmente recae sobre las prostitutas fuera diluyéndose y que a la vez se reconozcan sus derechos laborales. Eso permitiría luchar con mucha más eficacia contra la explotación y el abuso, rayano en la esclavitud, que se ejerce sobre muchas de ellas".

Clientes al margen, el debate sobre la legalización o la abolición del ejercicio de la prostitución, lejos de concitar intereses, parece más abismado que nunca, como demuestra la infructuosa comisión mixta del Congreso que en 2006 abordó la cuestión, en paralelo a movimientos de ficha legislativos en otros países de la UE. Asociaciones como APRAMP, partidarias de la abolición y que participaron en la comisión del Congreso, cargan las tintas también sobre el nuevo perfil de cliente. "En el último estudio que hemos hecho, sobre una muestra de 400 clientes, constatamos, sí, un considerable rejuvenecimiento, algo que en sí mismo no es ni positivo ni negativo. Pero también comprobamos que existe una menor percepción del riesgo entre ellos: hay clientes, también jóvenes, que no saben lo que es una sífilis o a los que no frena ni siquiera la posibilidad de contagio del virus del sida", cuenta Rocío Mora, portavoz de APRAMP. En lo que hace a la bisoñez de los nuevos clientes, esta asociación recalca que, jóvenes o viejos, todos ellos "incapaces de establecer relaciones de igualdad con las mujeres". "Porque pagan, exigen, de lo que se deriva una presión muchas veces difícil de soportar. En esa actitud se inscribe la demanda de sexo sin condón, o tonos y actitudes denigrantes, o como poco abusivas, con las mujeres", señala la portavoz de APRAMP.

Desarmar este perfil psicológico, neutralizar su carga viral, es el objetivo de otra asociación que persigue la abolición de la prostitución. Ésta, formada por varones: se trata de la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género (AHIGE). Su campaña de sensibilización en contra del uso de la prostitución -por lo que tiene de "perpetuación de un cliché machista y patriarcal"- choca con la evidencia de las madrugadas, -"cuando los clubes y algunas calles se llenan de chavales deseosos de rematar la noche"-. La urdimbre del comportamiento de estos nuevos clientes resultaría ser un neomachismo poco compatible con la modernidad, sostiene la asociación. "A las seis o las siete de la mañana, los polígonos de Málaga se llenan de chavales muy jóvenes que no han conseguido ligar durante la noche, o que quieren rematar de otra manera la fiesta. Es un fenómeno nuevo", apunta Antonio García, presidente de AHIGE. "Hay un boom, cierto. El negocio de la prostitución ha crecido muchísimo en España porque el mercado se ha abaratado, por eso está al alcance de todos. Un chaval de 17 o 18 años puede también acceder a él, no es un gasto inabordable", explica García. José Calderón, psicólogo de AHIGE experto en intervenciones de calle, va más allá y lamenta la actitud vejatoria que muchos chicos tienen con las profesionales. "Este acceso fácil, en teoría cada vez más normalizado, abunda en la cosificación de la mujer, lo que las hace más vulnerables al abuso. Yo he visto chavales en moto, zahiriendo y asustando a las chicas que hacen la calle. Para estos jóvenes, la mujer es un objeto, con un planteamiento tan descarado o más que hace años". O, en otras palabras, conspicuos representantes del neomachismo, como lo llama García: "Son metrosexuales que se depilan y perfuman, pero también machistas recalcitrantes que se enorgullecen de serlo".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_