El niño soldado que cambió las armas por arroz
Un joven de Sierra Leona que logró escapar de la guerra civil supervisa en su país un proyecto altruista de la empresa española para la que trabaja
A unos 40 minutos en coche desde Madina, el pueblo más grande de Tonko Limba, Sierra Leona, crece arroz en campos antes manchados de sangre por la guerra. Hay 10 hectáreas de terreno comunal en Kakonki que han sido preparadas y sembradas por 20 personas de esta aldea y a final de año se espera una cosecha de cereal cercana a los 12.000 kilos. El supervisor de los cultivos, un proyecto sin ánimo de lucro de la empresa almeriense Biorizon Biotech, es Victor Adonis Young, empleado de la compañía nacido en Madina, pero residente en Almería desde hace nueve años. Young fue un niño soldado que pudo huir del horror y siempre soñó con formarse en agricultura. Ahora ha vuelto a su país para controlar una iniciativa que puede convertirse en un medio de vida para parte de la empobrecida población.
El joven llegó a España en 2007 para estudiar en la Universidad de Almería gracias a un programa destinado a niños soldado de Sierra Leona. Cuando Victor era menor fue reclutado por uno de los bandos que combatían en la guerra civil, pero escapó porque no quería pelear. En 2003 perdió a su padre y cuatro años más tarde salió del país gracias a la ayuda de Chema Caballero y de su programa de recuperación de niños soldado. Hay otra persona que Young no olvida en su listado de agradecimientos: Victoriano Rodríguez (“don Victoriano”, le dice él), profesor de la Escuela Agraria de Vícar y la persona que lo introdujo en el mundo laboral tras superar los grados medio y superior de Agricultura.
De la mano de su tutor llegó hasta Biorizon Biotech, empresa dedicada a la investigación y desarrollo de productos derivados de las microalgas para mejorar los cultivos. “Hablaba con él, le preguntaba por la familia, me decía que enviaba dinero para medicamentos, luego lo del ébola… Y pensé, ¿no nos podemos plantear hacer algo allí?”, explica el director general de la compañía, David Iglesias, sobre el origen del proyecto, en el que colabora el experto en cooperación Juan Francisco Domínguez.
La región de Tonko Limba, donde está Madina, es apropiada para plantar arroz porque el agua es abundante. El cereal se venderá a un “precio justo” para garantizar el acceso de la población a este alimento básico (se estima que se dará cobertura a unas 40.000 personas) y los ingresos se reinvertirán para ir creciendo poco a poco. “El año que viene queremos llegar a las 20 hectáreas, duplicar la superficie”, añade Iglesias. El objetivo final sería poner en marcha un centro de formación agraria. Con muy poco se puede hacer mucho.
Young, de buen carácter y risueño, se pone serio en este punto de la conversación. “Si ves aquello… No hay trabajo, no hay nada. Los jóvenes se levantan por la mañana y no hacen nada. La agricultura es muy importante y puede dar trabajo a mucha gente”, afirma, convencido. Insiste en la necesidad de la formación. En su país viven sus tres hermanos, otros tantos sobrinos y su madre, Marie Young, una mujer de 52 años (la esperanza de vida en Sierra Leona roza los 50 años, una de las más bajas del planeta) que se resiste a jubilarse y a dejar la guardería que dirige.
A Young no le gusta hablar del pasado, sino del futuro. “Estoy feliz con lo que estamos haciendo, quiero que siga adelante y que se convierta en un medio de vida y que la población tenga alimento”, subraya. Está animado porque la acogida del proyecto ha sido buena, tanto entre hombres como entre mujeres. “Hay mucha gente que quiere incorporarse y les he dicho que a ver si puede ser la próxima campaña”, argumenta. Tiene su vida hecha en Almería. En la ciudad andaluza está su novia, aunque de momento no piense en formar una familia porque “se necesita un poco de estabilidad”. Le gusta estar donde está, pero se preocupa por su gente.
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