Después del año en funciones
Quizá ese era el objetivo de ciertas élites: pasar de la expectativa de cambio al triunfo del inmovilismo
Mientras el PSOE ultima los arreglos para el paripé de la abstención, pasemos ya la penosa página del año en funciones. Aunque el estado de los mimbres que han de recomponer el cesto no es precisamente alentador. El reprobado Jorge Fernández Díaz sigue ahí, confirmando que nada cambia en Rajoylandia. Ciudadanos y Podemos no salen de la depresión adolescente en la que les metieron las elecciones de junio. Ciudadanos cada vez es más invisible, como ocurre casi siempre al que se esconde en la bandera de centro para disimular su verdadero lugar, y a Pablo Iglesias se le ha ocurrido subirse al monte, en otro bandazo que aleja a Podemos de la oportunidad que le ofrece el desconcierto socialista.
A toro pasado todo es melancolía, pero, si el 20-D Mariano Rajoy y Pedro Sánchez hubiesen actuado en coherencia con los millones de votos perdidos y se hubieran ido a casa, nos habríamos ahorrado este año basura y la política respiraría mejor. Se puede pensar que estamos en una fase de transición que necesita tiempo para que las piezas encuentren su acomodo, pero todas las reformas que parecían urgentes siguen pendientes. Quizás este era el objetivo buscado desde ciertas élites: que las expectativas de cambio derivaran en el triunfo del inmovilismo. Todos los partidos han contribuido a ello, porque todos han estado en funciones.
Rajoy reinvestido heredará de sí mismo un negro panorama, fruto de su propia desidia: la estrangulación de los salarios, la liquidación de la bolsa de las pensiones, el bloqueo de la cuestión catalana (el mandato Rajoy ha sido el del gran salto del independentismo), la crueldad de las políticas de austeridad (cuya relajación se pide a gritos), la irrelevancia en el panorama internacional o el deterioro democrático simbolizado por la gestión de Interior. ¿El displicente Rajoy de la mayoría absoluta puede metamorfosearse en hacedor de alianzas para deshacer sus propios desaguisados? La presión de los demás tendrá que ser muy fuerte y hay dudas sobre su potencia.
Los socialistas necesitan una refundación. Si el barco va a la deriva es por su desigual implantación social y territorial. Urgen voces y propuestas nuevas que conecten con los sectores que les han abandonado. Solo si dan señales convincentes en esta dirección podrán empezar a recomponer la figura. Ciudadanos y Podemos han de demostrar que están preparados para representar los espacios abandonados por el PP, que resiste gracias al voto de los mayores, y por el PSOE. Su condición de nuevos ya caducó.
La verdad resulta cada vez más irrelevante en la escena pública: nadie se siente obligado a justificar sus propósitos y despropósitos. Y la palabra dada carece de todo valor. Es la expresión de la impotencia de la política. Por su propia defensa, después del año de los líos, es perentorio recuperar la palabra.
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