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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Dejarse de tacticismos con los nacionalismos

Cuando el PP tiene mayoría les convierte en el mayor enemigo, pero cuando les necesita, habla catalán en la intimidad o descubre la "gobernabilidad" del PNV

Luis R. Aizpeolea

La insólita invitación de Mariano Rajoy al PNV, en su reciente viaje a Euskadi, a participar en la gobernabilidad ha pasado desapercibida en el resto de España. El PP, que se siente ganador de las elecciones del 26-J, ha descubierto que los posibles seis escaños de los peneuvistas le vendrían de perlas para acercarse a la mayoría absoluta que trataría de trenzar con Ciudadanos de cumplirse sus previsiones. Eso explica el repentino descubrimiento de Rajoy de que el PNV “siempre tuvo vocación de ayudar a la gobernabilidad” y de que “en muchas cosas” pueden entenderse con ellos, según declaró en una entrevista. Algo sorprendente, tras una legislatura en la que las relaciones entre los Gobiernos del PP y el PNV han sido nulas.

La historia se repite. Cuando el PP dispone de mayoría absoluta hace del nacionalismo periférico, sin distinciones y venga o no a cuento, un enemigo con el que tensa sus relaciones hasta la ruptura para exhibir “firmeza” y movilizar a su electorado en el resto de España. Pero, cuando pierde esa mayoría y puede necesitarlo, o empieza a hablar catalán en la intimidad, como Aznar, o descubre la gobernabilidad de los nacionalistas vascos, como ahora Rajoy.

En la pasada legislatura, Rajoy, atrincherado en su mayoría absoluta, practicó la máxima de que todo nacionalismo es pernicioso sin distinciones. En su tratamiento no hay pedagogía. Solo táctica. Ignoró con la misma cerrazón a Artur Mas, que retaba al Estado con la secesión, que a Urkullu, que le ofrecía una relación en el marco constitucional y un contrapunto al secesionismo catalán. No solo no negoció nada con el vasco. Aumentaron los conflictos ante el Constitucional. E, incluso, Rajoy ninguneó su ofrecimiento para encauzar la crisis catalana y territorial, como ninguneó la reforma constitucional del PSOE.

“No es creíble” y “ya es tarde”, ha contestado el presidente del PNV, Andoni Ortuzar a Rajoy. Paralelamente, el PNV ha reforzado su relación con el PSE, con el que gobierna las tres Diputaciones y algunos Ayuntamientos, al introducirle en el gobierno municipal de Vitoria, con la singularidad de que fue Javier Maroto, hoy dirigente del PP, quien ganó hace un año y no fue investido al liderar el PNV una coalición en su contra.

El PNV tiene clara preferencia por el PSE y pretende gobernar con él en Euskadi si suman suficientes votos tras las elecciones vascas. Pero también es pragmático y si es el PP quien gobierna en España no rechazará negociar su investidura. Pero avisa de que el precio será “carísimo”, como el que le puso a Aznar en 1996 y permitió mejorar sustancialmente la fiscalidad vasca, además de una Ley del Concierto indefinida y no renovable. Como dijo Arzalluz: “Hemos conseguido en dos semanas con Aznar lo que no [logramos] en 13 años con Felipe González”.

Por regla general, el PP con mayoría absoluta es el campeón en combatir los nacionalismos periféricos. Pero cuando la pierde, se convierte en as de las concesiones territoriales. Dada la gravedad del reto secesionista catalán, no hay riesgo de que hoy repita esa regla en Cataluña. Podría intentarlo en Euskadi. Pero ya es hora de acabar con los oportunismos tácticos y de abordar la cuestión territorial con visión de Estado.

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