¿Quién ha cantado bingo?
Rajoy convierte la entrevista de TVE en un ejercicio de propaganda numérica eludiendo los errores de la legislatura
Acelerado y triunfalista, Mariano Rajoy parecía esta noche una máquina registradora o un animador del bingo. No pueden decirse más números en menos tiempo ni pueden amontonarse tantas medias verdades, aunque el esfuerzo de pedagogía se resintió de un error en el embrión mismo de la entrevista: “El rival de Rajoy soy yo mismo”.
Lo demostró delante de Ana Blanco en una mutación de registrador de la propiedad a pelotari. Todas las preguntas que le lanzaba la periodista, las devolvía el presidente con el mensaje de la economía. Cuando tenía sentido y cuando no lo tenía, abusando de la propaganda, incurriendo en el éxtasis de las comparaciones geopolíticas: nuestro sistema de pensiones es mejor que el de China, proclamó Rajoy en un alarde de megalomanía. Incluso dijo que España es la nación más antigua de Europa, por los siglos de los siglos. Y por la gloria de mi madre, podría haber añadido el líder popular en este ejercicio de onanismo mediático que lo opuso a un falso debate con la ciudadanía.
Ahora que Rajoy se aviene a romper la cuarta pared y abandonar el plasma, confina en el plasma a los compatriotas. Los encorseta en una voluntariosa pluralidad sociológica. Se crecía el pelotari en el muro. Y repetía hasta agotarse el papel del doctor Rajoy. Emulando al alter ego del vídeo, insistiendo en el concepto del enfermo español que ha sido reanimado y que necesita una sobredosis de autoestima. ¿Por qué debemos castigarnos de manera inmisericorde?, se preguntaba Mariano desde el púlpito.
“La gente no las entiende las decisiones difíciles”
Tiene sentido la alegoría religiosa porque nuestro presidente exhibió una elocuente tonsura y por el color negro-abismo de su traje, aunque el brillo refulgente de los zapatos lo identificaban con un artista de variedades, jugando a su antojo con los números, manipulándolos con las artes de un trilero, abrumando con ellos cualquier reflexión seria sobre la corrupción, la emergencia social y la catástrofe política de Cataluña.
Más que una entrevista de fin de época, Rajoy parecía que había ganado las elecciones por mayoría absoluta, de forma que prometió dos millones de puestos de trabajo en los próximos cuatro años y se erigió en timonel de una España irreconocible.
Trató Ana Blanco de “aterrizarlo”, procuró reclamarle un mínimo ejercicio de autocrítica, pero Rajoy perseveró en el regate y en la evasión. Degradando incluso la inteligencia de sus compatriotas: “La gente no las entiende las decisiones difíciles”.
Ya nos las explica usted, presidente. Nos las edulcora enjaezando las cifras como las crines de un caballo. Y repitiendo las mentiras hasta hacerlas incuestionables. Que si somos el país de Europa que más crece. Que si hemos respetado siempre el déficit. Que si el paro juvenil ha bajado. Que si hay más contratos indefinidos que en... 2007.
La tergiversación y el nerviosismo retrataron a Rajoy en una suerte de histeria numérica. Lástima que ninguno de los 12 ciudadanos seleccionados y enlatados en este experimento propagandístico alcanzara a preguntare por qué el juez Castro sospecha que la sede del PP, casa madre de los populares, se hubiera remodelado con dinero negro. Una noticia de este lunes para un programa diferido en directo, como diría María Dolores de Cospedal.
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