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El negocio global de los detectives corporativos

Los profesionales rechazan la etiqueta de "espionaje" Existen múltiples conexiones entre los servicios de inteligencia y las empresas del sector

El edificio cerca la glorieta de Rubén Darío donde se encuentra la oficina de K2 Intelligence en Madrid es un lugar discreto. No hay cartel en el telefonillo, ni un directorio en el lujoso portal, ni nada que indique que allí se encuentra una de las empresas de inteligencia corporativa más punteras.

El fundador de K2, Jules B. Kroll, es el inventor de este negocio. Hace 40 años, con su compañía Krollde la que se deshizo en 2004—, comenzó a vender información sobre empresas, figuras gubernamentales y mercados emergentes a sus clientes, generalmente grandes empresas pero también Gobiernos. Fue el primer detective de inteligencia corporativa, una práctica que con la globalización económica y el crecimiento de las multinacionales no ha dejado de ganar peso en el mundo de los negocios.

Algunos analistas llaman al negocio “espionaje corporativo”. La industria rechaza la etiqueta: “Nosotros no hacemos espionaje, hacemos inteligencia competitiva”, aclara amablemente Bruce Goslin, director ejecutivo de K2 en Madrid. Goslin trabajó en la CIA durante 14 años antes de ser contratado por el señor Kroll. Le siguió luego cuando este vendió su empresa y fundó K2.

El magnate de EE UU Jules B. Kroll fundó la primera empresa del sector hace 40 años

El mundo de las agencias estatales de espionaje, los Gobiernos y el de la inteligencia económica tienen conexiones humanas, reales. “Puertas giratorias”, las denomina un extrabajador del sector que prefiere permanecer en el anonimato. Existen múltiples ejemplos. Mark Ozdarski, un directivo de la agencia Stratfor, trabajó durante 25 años como agente de inteligencia en la Marina de EE UU. La británica GPW está dirigida por Andrew Fulton, antiguo jefe en Washington del MI6.

Goslin explica que el secreto de estas empresas hace décadas consistía en obtener los datos, la “inteligencia externa e interna” de la que habla su página web, que permite a sus clientes “tomar decisiones empresariales informadas”. Los métodos clásicos, siempre legales según recuerda el director ejecutivo, incluyen el seguimiento de alguien de quien se quiera obtener información o el análisis de datos públicos.

“En una búsqueda normal de Google solo aparece el 30% de la información disponible”, afirma. Hoy deben ser capaces de manejar ingentes cantidades de datos para extraer lo relevante. Para ello cuentan con software de última generación como Palantir, inicialmente diseñado para la política antiterrorista del Gobierno estadounidense, que permite tomar distintas bases de Big Data (coordenadas de GPS, huellas dactilares, correos electrónicos o listines telefónicos) y cruzarlas para encontrar lo que uno necesita. El nombre es un guiño a la saga El Señor de los Anillos: un palantír es una bola de cristal que permite ver multitud de eventos y lugares a la vez.

Según una fuente interna de la industria, estas empresas también utilizan frecuentemente proxies (herramientas digitales que distorsionan la huella dactilar de un ordenador para que no se puedan trazar sus conexiones) y cuentan con expertos informáticos entre sus filas. Los exempleados de las industrias que hay que investigar también son buenas fuentes de información, añade Goslin.

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