El erizo invisible
Cataluña ha sido históricamente más zorro que erizo. Ya conocen como Isaiah Berlin clasificaba a filósofos y escritores: el zorro sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una sola que es la más importante. Para el zorro es una gozada una noche electoral como la europea: hay que merodear por todos lados, atender a todos los perfiles y admirarse por los cien fenómenos que producen esos 400 millones de electores de 28 países votando a la vez y de forma bien diversa durante cuatro días. El erizo, en cambio, tiene que concentrarse en su sola idea soberanista e intentar hacerse visible con sus espinos erizados en mitad de la algarabía de la noche europea.
El proceso soberanista sale reforzado, pero Artur Mas, debilitado
Pues bien, ha ganado el erizo de la única idea y ha ganado incluso en la competición entre soberanistas. Algo del zorro le queda todavía al presidente Mas, pero eso es lo que ha sido desautorizado de nuevo por las elecciones. Todas las bazas victoriosas que puede exhibir ahora ya no le pertenecen. El proceso sale reforzado, pero Mas debilitado. En las autonómicas de 2012 fue el liderazgo único el que salió tocado: el zorro admitió el liderazgo compartido con un erizo empeñado en hacer una misma cosa desde la oposición y en el apoyo al Gobierno. En estas europeas de 2014, Convergència pierde la hegemonía en el proceso y sale tocado el propio Artur Mas en su liderazgo compartido.
Pero la victoria del erizo queda amortiguada. Hubo movilización, pero no una avalancha hacia las urnas. El hambre de urna no es tan intensa como pretendían vendernos. Apenas hay abstención diferencial. Cataluña se sitúa en el mismo nivel que el resto de España, solo dos puntos por encima. Nadie puede exhibir un europeísmo diferencial. Si acaso, una recuperación de la apetencia de urna por parte del votante soberanista después de haber dado muestras de una profunda desafección hace cinco años, cuando la abstención diferencial fue clamorosa, pero por la inhibición catalana: en las europeas de 2009, 37,5%; pero antes, en las de 2004, 39,8%.
Este pequeño mamífero no puede competir con Marine Le Pen, es evidente. Hay que tropezar con el erizo agazapado en su rincón para darse cuenta de su presencia. Nada descarta que algún día Europa se lo encuentre en mitad del camino. Por el momento, y al menos en esta noche de las elecciones, como en los próximos días, Europa apenas se ha enterado de su existencia.
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