El último gran reto europeo de Cañete

El ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, dejará su cartera por orden del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, para irse al Parlamento Europeo. Poco después de que se hiciera esto público, ha asegurado que este partido lo juega "en casa", aludiendo a su experiencia en la Unión Europea. Fue uno de los primeros enviados por Alianza Popular a Europa, ocupó un asiento de eurodiputado de 1989 a 1999 y ha participado en el acuerdo en Bruselas para la reforma de la Política Agrícola Común (PAC), una línea de inversión europea que funciona desde 1962.

Unos 14 millones de agricultores producen en la Unión Europea 300 millones de toneladas de cereal, 23 millones de toneladas de peras, manzanas y frutos cítricos, 7 millones de toneladas de huevos, 170 millones de hectolitros de vino, entre otros productos. Con estos datos el departamento de Agricultura y Desarrollo Rural de la Comisión Europea tiene como uno de los primeros objetivos alimentar a unos 500 millones de habitantes de los 28 estados miembros.

El 26 de junio del año pasado, después de dos años de negociaciones, los ministros de Agricultura pactaron la última reforma de una de las primeras líneas de actuación comunitarias: la PAC. Cañete, en contra de la pretensión del comisario europeo de Agricultura, Dacian Ciolos, logró evitar una "tarifa plana", es decir, un pago homogéneo a los agricultores: "Subirán las ayudas a los que no lo necesitan, como los cereales y le quitarán a los regadíos, al tabaco, al algodón o la remolacha", defendió entonces.

La reforma de la PAC garantiza al sector agrícola español fondos por valor de 47.000 millones hasta 2020, a razón de 5.500 millones de euros por año. Los retos del ministro no han acabado ahí. Después fue el turno de distribuir este dinero entre las comunidades autónomas. Andalucía se ha mostrado una de las más perjudicadas, que según el cálculo de la Junta perderá al menos 418 millones de euros en los próximos seis años.

Desde mediados de los años 80, el porcentaje del presupuesto europeo dedicado a la agricultura no ha hecho más que menguar –de un 80% a en torno a un 40%–, mientras que el número de habitantes de la Unión no ha parado de crecer, como el número de estados miembros adheridos.