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Columna
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‘Epifanía.Cat’

El sobrevenido liderazgo de Mas se ha limitado a sumarse a unas masivas movilizaciones

Enrique Gil Calvo

Por epifanía se entiende un acto simbólico de presentación en sociedad o aparición por primera vez ante el público. Pues bien, si hoy los católicos celebran la Epifanía del Señor, en 2014 los catalanes esperan celebrar la Epifanía de Cataluña: su solemne inauguración oficial, refrendada por la soberanía popular con una consulta de autodeterminación o unas sucedáneas elecciones plebiscitarias.

Como toda promulgación o rito de investidura, la epifanía implica una performance performativa: un acontecimiento crucial que al escenificarse como un conflicto dramático formulado con palabras sagradas (como derecho a decidir) crea una catarsis cívica que transforma la identidad de los participantes. Así lo postula el giro performativo teorizado por autores como Bourdieu, Butler o Alexander. Y estas performances transformadoras o generativas representan tanto un acto de poder (una declaración de guerra, una promulgación legislativa, una investidura presidencial) como de contrapoder: el 14 de Abril de 1931, el Mayo de 1968, el 11-S de 2001 o el 15-M de 2011.Si finalmente llega a producirse, la Epifanía de Cataluña será tanto un acto de poder, liderado por su élite dirigente, como un acto de contrapoder, protagonizado por las clases populares políticamente organizadas en movimientos sociales como la Asamblea Nacional de Cataluña (ANC).

Pero la iniciativa performativa ha surgido desde abajo y no desde arriba, pues el sobrevenido liderazgo del President Mas se ha limitado a sumarse con interesado seguidismo a unas masivas movilizaciones previamente convocadas por la ANC.La Epifanía de Cataluña ha de interpretarse no en clave política (y mucho menos económica) sino cultural: es un movimiento social emergido por generación espontánea desde la base del pueblo catalán. Y ha surgido conjurado por las manifestaciones convocadas en 2010 contra la sentencia del TC, en 2012 contra el austericidio y en 2013 por el derecho a decidir: un frame irrefutable. En tales performances Cataluña se transfiguró en una fiesta popular de la que brotó el genio del lugar (genius loci), tal como un conjuro ritual hace aparecer el genio de la lámpara. Pues al participar con efervescencia colectiva en esa catártica cadena de manifestaciones performativas, se transformó la identidad de los catalanes, generándose de forma espontánea su emergente vocación independentista.

Pero esa cadena de performances está destinada a culminar en 2014, cuando se celebre la conmemoración del tricentenario de la caída de Barcelona, además de la consulta escocesa y quién sabe si también la catalana. Será entonces o nunca cuando haya de cumplirse la profecía performativa generadora de la independencia de Cataluña. Pues para que surja la catarsis la función de teatro ha de acabar de una forma u otra al final de la obra. En 2014 todo es aún posible, después ya será demasiado tarde. Alea jacta est.

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