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Rajoy prepara el modelo de financiación para frenar la tensión con Mas

El PP quiere reforzar el partido en Cataluña y diseña la próxima visita de Rajoy

Camacho acompañada de Rajoy, en octubre de 2010.
Camacho acompañada de Rajoy, en octubre de 2010.GORKA LEJARCEGI

El Gobierno mide mucho cualquier paso con Cataluña. Ahora prefiere no moverse para esperar a que baje la tensión tras la Diada, pero sabe que no puede quedarse totalmente de brazos cruzados. Descartada la posibilidad de aceptar una consulta soberanista, sea del tipo que sea, o una reforma constitucional, el Ejecutivo trabaja ya para diseñar el nuevo modelo de financiación, el elemento central con el que Mariano Rajoy quiere intentar negociar con Artur Mas para bajar la tensión independentista. Aunque será un proceso lento —durará un año— ya se están estudiando modelos y en la Comisión Delegada para Asuntos Económicos se han hecho debates para analizar cómo ha funcionado el fondo de rescate autonómico (FLA), del que Cataluña es el principal beneficiario, y qué habría que hacer para mejorar la financiación con los escasos recursos de los que dispone este momento el Ejecutivo.

El equipo económico se centrará en ese objetivo tras presentar los Presupuestos Generales del Estado, esta misma semana, el 27 de septiembre. Ese día se mejorarán un poco las previsiones económicas sobre las desastrosas cifras anunciadas en abril y se dará el pistoletazo de salida a lo que en el PP definen como “nuevos tiempos”. Cataluña es la gran preocupación del Gobierno en este momento, aunque habrá pocos movimientos. “Lo primero es bajar la temperatura. Y después, estabilizar”, señala un ministro comparando la crisis catalana con un enfermo hospitalizado.

Se trata de desarrollar el camino marcado por el presidente, que esta semana, en su primera intervención pública tras la Diada, suavizó el tono y redujo la presión sobre CiU para facilitar el diálogo con Mas. Pero cuando pase un tiempo, el Gobierno quiere abrir una etapa de negociación, que incluye una cuidada visita de Rajoy a Cataluña —que no es inminente pero sí segura— para empezar a hablar de financiación y tratar de sacar el foco de la independencia y el referéndum.

La crisis soberanista es también una de las cuestiones que más preocupan a la dirección nacional del PP y con ese interés se trató en la reunión que el presidente mantuvo en La Moncloa con la cúpula popular el pasado lunes. Dirigentes del partido admiten que no es un tema del que se hable abiertamente por su delicadeza y por la repercusión en los equilibrios políticos. En Génova, 13 saben que, aun sin instrucciones directas, deben medir todo lo que se dice sobre Cataluña y atenerse a la carta que el presidente del Gobierno envió a Artur Mas. El propio número tres de los populares, Carlos Floriano, se limitó ayer a apuntar que el Gobierno de la Generalitat “debería dedicarse a trabajar por los catalanes en lugar de emprender viajes a ninguna parte”. La orden es extremar la cautela. Aunque algunos van por libre, y Jaime Mayor Oreja, presente en la cita en La Moncloa —pertenece a la cúpula como portavoz en el Parlamento Europeo— comparó poco después de ver a Rajoy la hoja de ruta de la Generalitat con la de ETA.

En este contexto, y ante el ascenso de Ciutadans, la dirección del PP pretende reforzar el partido en Cataluña, con Alicia Sánchez-Camacho a la cabeza. La formación ha perdido peso en un momento en que la independencia arrolla todo el debate político en Cataluña. La presidenta del PP catalán ya adquirió en los últimos meses mayor presencia como portavoz nacional del partido. CiU y ERC tratan de ningunear al PP catalán y solo quieren hablar con La Moncloa. El PP quiere evitar esa imagen y por eso trata de reforzar a Sánchez-Camacho, aunque varios dirigentes nacionales, al igual que ministros y personas cercanas a Rajoy, mantienen contactos discretos con representantes políticos y empresarios, tanto en Cataluña como en Madrid.

“Lo primero es bajar la temperatura. Y después, estabilizar”, señala un ministro

El momento clave de ese proceso de diálogo y del impulso al partido será la visita de Rajoy a Cataluña, una cita todavía sin cerrar, que depende de la agenda y de la estrategia política y que podría coincidir con una interparlamentaria del PP en esa comunidad la primera quincena de noviembre, aunque la dirección baraja también otras posibilidades. El presidente ya aprovechó un cónclave popular celebrado en Barcelona el pasado otoño para proclamar que “Cataluña es España y España es también de los catalanes”. Un mensaje distinto al de Esperanza Aguirre, quien esta semana volvió a reclamar una revisión del modelo autonómico y propuso “catalanizar España”, eso sí con un discurso durísimo contra el nacionalismo catalán.

La estrategia de Rajoy con Mas y CiU arroja también una idea de sus planes para la dirección del PP, sobre todo después de un verano repleto de especulaciones sobre la continuidad de la secretaria general, María Dolores de Cospedal, y otros miembros de la cúpula. Lo que ha hecho el presidente al convocar al comité de dirección en La Moncloa —una reunión que pretende celebrar con una frecuencia mensual, en función de su agenda; hoy se reunirá en Génova— ha sido tomar las riendas del partido, acorralado por el caso Bárcenas, debilitado por la gestión del escándalo y sin la fuerza política que necesita una formación que cuenta con amplia mayoría parlamentaria y sustenta al Gobierno. Esta maniobra se interpreta internamente de dos maneras diametralmente opuestas: esto es, como un espaldarazo a la número dos, ya que de momento deja claro que no habrá cambios y, o como una desautoriza al evidenciar que el partido atraviesa una etapa de debilidad sin precedentes y está hundido en la mayoría de las encuestas.

El objetivo, con vistas a las elecciones europeas de la próxima primavera, en las que se teme un pésimo resultado, consiste ahora en remontar en popularidad al ritmo de la economía tras nueve meses de bloqueo por el caso del extesorero y casi dos años de recortes. Varios dirigentes son conscientes de que ha llegado el momento de empezar a tomar decisiones, no solo relacionadas con las listas. Y también preocupan los comicios municipales y autonómicos de 2015, que podrían suponer una debacle absoluta si el PP pierde la Comunidad Valenciana y Madrid.

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