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El agente 007 de Marruecos en Cataluña

Ziani cumplió las consignas del espionaje de Rabat: trató de controlar a la inmigración, para que sea fiel a Mohamed VI y no se radicalice, y luchó contra el Frente Polisario

Ziani, en rueda de prensa el pasado 14 de mayo.
Ziani, en rueda de prensa el pasado 14 de mayo.GIANLUCA BATTISTA

 A Francesc Antich, entonces presidente de Baleares, Noureddin Ziani le fue presentado en Palma, en noviembre de 2010, como “el responsable de asuntos religiosos en Cataluña”. Ziani formaba parte de una delegación oficial que encabezaba el cónsul de Marruecos en Barcelona, Ghoulam Maichane, que recorrió entonces el archipiélago. A Mohamed VI, el rey de Marruecos, Noureddin Ziani, le fue presentado, agosto de 2009, como el presidente del Consejo Islámico Cultural de Cataluña, entonces el órgano más representativo de los musulmanes.

Ziani no ostentaba hace tres años ningún cargo como responsable de asuntos religiosos ni llegó nunca a encabezar el Consejo Islámico. Solo fue vocal. Cuando trascendió en Barcelona cómo había sido introducido ante el monarca se le criticó tanto en la comunidad marroquí que se vio obligado a dar una explicación: “Fue un error de protocolo, pero se ha utilizado en mi contra”, se justificó. Aun hoy en día es difícil encontrar alguien que hable bien de Ziani entre los cabecillas musulmanes en Cataluña.

Los errores de protocolo no suceden por casualidad. El marroquí de 45 años al que el Ministerio del Interior expulsó el viernes de España, vía la frontera de Melilla, a instancias del servicio secreto español (Centro Nacional de Inteligencia), intentó durante años hacerse con el control de las comunidades islámicas en Cataluña. En el empeño contó con el apoyo del consulado y de otras instituciones de Marruecos.

Ziani, natural de Oujda, llegó a Barcelona en 1999 procedente de Bélgica –expulsado, según el ministro del Interior Jorge Fernández Díaz- donde estudió la carrera. Al margen de algunos negocios inmobiliarios, dedicó sus 14 años de estancia a medrar conjugando religión –fue imán durante algunos años-, autoridades marroquíes y partidos políticos catalanes. Está casado con la filóloga Atiqa Bouhouria Moulay Meliani. El matrimonio no tiene hijos.

En la orden de expulsión que el instructor policial le entregó, el 3 de mayo, en la comisaría de la Rambla Guipúzcoa de Barcelona, el director del CNI, general Félix Sanz Roldán, le acusa nada menos que de ser “un colaborador muy relevante de un servicio de inteligencia extranjero desde el año 2000” y de poner “en riesgo la seguridad del Estado” español. Por la información que brindó a sus jefes “ha percibido las correspondientes contraprestaciones económicas”.

El CNI alude a la Dirección General de Estudios y Documentación, el servicio secreto marroquí con más presencia en el extranjero, que dirige Yassin Mansouri, un compañero de colegio del rey. La DGED tiene dos objetivos principales en España. El primero es controlar a los 800.000 inmigrantes marroquíes echando mano, sobre todo, de la religión para evitar que prendan entre los fieles ideologías extremistas o simplemente antimonárquicas como la que propaga el movimiento Justicia y Espiritualidad. Desbaratar, en segundo lugar, las actuaciones del Frente Polisario y de Argelia, su principal valedor.

“No trabajo para la DGED”, aseguraba Ziani a una publicación marroquí. Se declaraba además “indignado” por las acusaciones y sostenía que solo se consagraba a “fomentar la integración de la inmigración”.

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Ziani siguió, sin embargo, esa doble pauta marcada por la DGED. Intentó adueñarse del Consejo Islámico a principios de 2010, según relata la brigada provincial de información de la policía en Barcelona. Con tal propósito organizó un congreso islámico que contó con la ayuda de Mohamed Ahmed Ali, un influyente ceutí que reivindica la “descolonización” de su ciudad por España, y de Mohamed Chaib, un diputado del PSC de origen marroquí. Ziani coqueteaba entonces con los socialistas catalanes que dirigían la Generalitat.

Fracasó en su asalto al Consejo Islámico que acabó expulsándole. Entonces, en junio de 2010, Ziani fundó una organización rival, la Unión de Centros Culturales Islámicos de Cataluña (UCCIC). Pese a ser una recién nacida se convirtió en la niña predilecta de Rabat. Fue la elegida por el Ministerio de Asuntos Islámicos para enviar a sus imanes a Cataluña durante el Ramadán; recibió la segunda mayor subvención en España (158.700 euros desde 2010) de las que otorga el ministerio marroquí dedicado a la emigración. A Ziani no le debió de parecer suficiente. Pidió abiertamente a la Generalitat que “congele las ayudas” al Consejo Islámico, del que se estaba marchando, para dárselas a la nueva entidad. Lo consiguió.

Sí frecuentó a los responsables de mezquitas radicales, como la de Al Hilal en Salt (Girona), “fue más que nada para recabar información sobre lo que allí se hacía y trasladarla a sus jefes”, afirman dos destacados miembros de la comunidad musulmana de Barcelona que prefieren permanecer en el anonimato. Parece imposible que un “espía” marroquí contribuya “a la expansión de las tesis radicales” como le reprocha el CNI.

Ziani también cumplió su papel en la lucha contra el independentismo saharaui. Ayudó, por ejemplo, a un buen puñado de marroquíes a viajar, en marzo de 2010, de Barcelona a Granada –él mismo se desplazó- para manifestarse allí a favor del rey y por la “marroquinidad” del Sáhara durante la primera cumbre entre la Unión Europea y Marruecos. Se trataba de contrarrestar el cortejo a favor de la autodeterminación del Sáhara que recorrió la ciudad al empezar la reunión. “Allí donde iba se presentaba como la encarnación de Marruecos, como su representante discreto pero poderoso”, recuerda un compatriota suyo.

El PSC perdió las elecciones autonómicas en noviembre de 2010, el tripartito dejó la Generalitat, y Ziani empezó una nueva andadura en busca de otras alianzas. En marzo de 2012 cerró un acuerdo con Àngel Colom, que dirige la Fundació Nous Catalans, que le nombró director del espacio catalano-marroquí. Trasladó además la sede de su UCCIC, una entidad islámica, a la fundación creada por Convergència.

Tanto los responsables de Convergència como los de su socio democristiano, Unió Democràtica, han reiterado que las mezquitas eran un lugar de culto y no para hacer política. Temían que los radicales las utilizasen para propagar sus ideas. Aun así Colom y Ziani recorrieron, en noviembre pasado, un puñado de templos, durante la campaña electoral catalana, ensalzando las virtudes del Estado propio. “Proporcionará un mayor bienestar al inmigrante”, sostenían.

Rabat teme una hipotética independencia de Cataluña porque puede servir de ejemplo para el Sáhara. La inclinación soberanista de Ziani disgustaba en el Consulado marroquí de Barcelona donde la DGED tiene su antena. La ruptura de Ziani quedó escenificada el 19 de diciembre durante una reunión presidida en Barcelona por Abdellatif Mazouz, el ministro adjunto marroquí encargado de la emigración. El “espía” y el cónsul se enfrentaron públicamente.

Rabat dejó caer a Ziani. Prueba de ello es que la prensa oficialista marroquí, que en múltiples ocasiones ha arremetido contra el CNI culpándole de todo tipo de fechorías, guarda silencio o cuenta los hechos con exquisita neutralidad.

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