Protagonista del consenso constitucional
Gregorio contribuyó de manera decisiva a forjar el marco de convivencia democrática del que hoy disfrutamos.
Recibir ayer la inesperada, casi repentina, noticia del fallecimiento de Gregorio Peces-Barba me conmovió profundamente. Gregorio no solo ha sido uno de mis predecesores en la presidencia del Congreso de los Diputados. Gregorio ha sido, sobre todo, un amigo, con el que desde hacía años he tenido la suerte de cultivar una cariñosa relación personal.
Mi última conversación con él se produjo precisamente a propósito de un artículo que publicó hace pocos días en el diario EL PAÍS en el que se mostraba crítico con una decisión mía. En cuanto lo leí, lo llamé por teléfono, y encontré una vez más a mi amigo. Mantuvimos un diálogo muy cordial en el que nos manifestamos nuestro mutuo reconocimiento y aprecio.
Pero más allá de esa amistad personal, pienso que todos los ciudadanos españoles tenemos con Gregorio Peces-Barba una enorme deuda de gratitud. Gregorio contribuyó de manera decisiva a forjar el marco de convivencia democrática del que hoy disfrutamos. No solo porque fue uno de los siete miembros de la Ponencia Constitucional; sino, sobre todo, porque su trabajo fue decisivo para que se materializase el gran acuerdo constitucional entre la UCD y el PSOE que posteriormente sirvió de referente para otras formaciones políticas.
Gregorio Peces-Barba contribuyó a que la Constitución de 1978 sea un marco de convivencia, sin imposiciones ni exclusiones, sin vencedores ni vencidos. Desde que fue designado miembro de la Ponencia, Gregorio Peces-Barba quiso que la Constitución que se estaba alumbrando ofreciese un espacio a todas las fuerzas políticas y todas las corrientes ideológicas, pues sólo eso garantizaría su permanencia y estabilidad. Hoy, 34 años después, podemos estar orgullosos de la estabilidad de nuestra Carta Magna, que ha propiciado el periodo de normalidad democrática más prolongado de nuestra historia reciente.
Culminada la etapa constituyente, Gregorio Peces-Barba fue el primer presidente del Congreso de los Diputados tras la victoria del Partido Socialista en las elecciones de 1982. A su gran prestigio como jurista, profesor, analista y comprometido político, se unió su moderación, tolerancia, respeto, ecuanimidad y sentido de Estado. Recibió en su elección también votos de la oposición, contando con el apoyo prácticamente unánime de la Cámara. Gregorio fue leal con el apoyo recibido, y ejerció su tarea como presidente del Congreso con una auténtica independencia e imparcialidad.
En ocasiones he discrepado de las opiniones de Gregorio Peces-Barba. Pero aun en la discrepancia, he encontrado siempre su amistad y apreciado su profundo sentido democrático. Hoy ocupa ya un lugar destacado como referencia ineludible en la historia democrática de nuestro país.
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