“Con el ‘ojo por ojo’, todos ciegos”
Más de 2.300 alumnos en Euskadi han escuchado ya a víctimas del terrorismo en las aulas Un colegio de Leioa (Bizkaia) cuenta su experiencia a EL PAÍS
“Nunca ninguno de nosotros había estado tan cerca de una persona que hubiera vivido en su propia carne la violencia de ETA. Queremos que sepas que te admiramos por tu gran valentía. Nos enseñaste que nada puede justificar usar la violencia”. “Gracias por venir. Aprendimos que con el ‘ojo por ojo’ todo el mundo se queda ciego”. “Gracias a vosotros pudimos ver la realidad de la vida, que no sirve de nada devolverle a alguien el mal que te ha hecho a ti; solo que te convertirías en esa persona. Demostrasteis el valor que tuvisteis al tirar para adelante, confiando en que la justicia hiciese su trabajo. De repente echamos la vista atrás y pudimos arrepentirnos de pasadas ocasiones en las que no supimos controlarnos. Queremos daros las gracias por abrirnos los ojos”.
Con una grafía aún adolescente y escogiendo con cuidado las palabras, los alumnos de ESO y Bachillerato del País Vasco —entre los 13 y los 18 años— que han pasado por la experiencia de recibir a una víctima del terrorismo en sus aulas escriben al visitante qué han pensado tras la clase; cómo se han sentido al escuchar en primera persona lo que supone que maten a tu padre, a tu hermano, a tu madre, a los tres a la vez... Y cómo vives la vida a partir de ese momento: el odio inicial, el dolor, la lucha por superar el duelo, por recuperar la vida...
El objetivo es que los chicos conozcan lo que no debe volver a pasar”
Más de 2.300 alumnos en Euskadi han pasado ya por esta experiencia, según datos de la Consejería de Educación del Gobierno vasco. Un grupo de una quincena de víctimas de ETA, de los GAL y del Batallón Vasco Español lleva dos cursos académicos visitando escuelas dentro de un programa que comenzó rodeado de una inmensa polémica —el PNV y diversos sectores acusaron al Ejecutivo de Vitoria de tratar de “adoctrinar” a los alumnos con la presencia de las víctimas— pero que está comenzando a asentarse. La necesidad de contribuir desde la escuela a deslegitimar la violencia es un punto sobre el que cada vez hay un acuerdo mayor, y al Compromiso por la educación para la convivencia auspiciado por la Consejería vasca de Educación se han sumado, entre otros, las ikastolas y los centros religiosos.
En la calle Euzko Gudariak de Leioa (Bizkaia) está el colegio Nuestra Señora de las Mercedes, una de las escuelas que se ha apuntado a la experiencia de llevar a víctimas a las aulas. Es una escuela católica concertada —los colegios concertados fueron más reticentes en un principio a apuntarse al programa— en un municipio de marcado voto nacionalista (en las elecciones municipales de 2011 el PNV obtuvo nueve concejales; Bildu cuatro; otros cuatro también el PSE; tres el PP y uno Ezker Batua-Berdeak). El curso pasado el colegio se apuntó al programa, y en noviembre acudió a las aulas Iñaki García Arrizabalaga, hijo de Juan Manuel García Cordero, delegado de Telefónica en Gipuzkoa, secuestrado y asesinado en 1980 por los Comandos Autónomos Anticapitalistas.
“Por el ideario del centro, era un programa que encajaba perfectamente, pero sabíamos que debíamos tratarlo con mucho cuidado porque era un asunto delicado”, explica Edurne Bilbao, tutora de 4º de la ESO y coordinadora del proyecto en el centro. “Ha sido un tema que ha estado muy politizado, y en el peor sentido. Tenía una cierta contaminación. Nosotros creímos que estaba bien en sí mismo, al margen de la política y de los políticos, que encajaba dentro de nuestra apuesta por tratar la violencia en las aulas, como habíamos hecho ya con el acoso escolar y la violencia de género, y por eso nos interesamos”.
Los jóvenes no entienden que las víctimas no tengan deseos de venganza
La “contaminación” de la que habla la tutora hace que todo se lleve a cabo muy poco a poco: se habla con el claustro de profesores —por lo general, con una gran diversidad ideológica, como es habitual en Euskadi—, se hace una reunión con los padres... Para que todo el mundo esté tranquilo sobre lo que se va a hacer. El profesor de Ética de la Universidad de Deusto Galo Bilbao fue a hablar con los maestros sobre la fundamentación ética de la presencia de las víctimas en las aulas. Después, Andoitz Korta, hijo del empresario guipuzcoano José María Korta, asesinado por ETA en 2000, también se reunió con ellos. “Aunque tengas una coraza de hierro, es imposible que no te toque el relato de alguien como Andoitz”, expresa un profesor. “La gente que era más escéptica con el programa también se emocionó con el testimonio. Fue algo personal, de sentimientos, totalmente alejado de posturas políticas. Un relato sencillo, humilde. Te das cuenta de que encima de ser víctimas, algunas veces han estado señalados como culpables de algo, como si se lo hubieran merecido. Ver el sufrimiento en primera persona nos impactó a todos”.
Una vez que el claustro apoyó el programa, después de la reunión con Galo Bilbao y Andoitz Korta, los profesores hablaron con los padres a principios de curso. “Les pedimos confianza porque nosotros ya teníamos una idea bastante clara de cómo se iba a desarrollar la sesión con los alumnos”, explica Edurne Bilbao. “Hubo algunas preguntas, pero fueron positivas. Nosotros insistimos en que no se iba a adoctrinar a nadie, sino que era cuestión de que los chavales tomaran conciencia de lo que no debe volver a pasar”.
Antes de que la víctima acudiera al aula se llevaron a cabo un par de sesiones preliminares. Después, se dividieron en dos grupos las tres clases de 4º de la ESO con las que habló Iñaki García Arrizabalaga. Él ha acudido a tres colegios más desde entonces, pero esa fue su primera vez. “Iba nervioso”, recuerda. “Sabía que iba a estar en un entorno de respeto, pero vas tenso; sin saber qué pasará. Y lo que me encontré fue a unos chavales con unas ganas de escuchar increíbles. Mantuvieron un silencio sepulcral mientras estuve hablando y luego empezaron a hacer preguntas como ametralladoras en el debate posterior. Sin pelos en la lengua”. García Arrizabalaga recuerda que algunos se quedaban descolocados porque no quisiera vengarse de los que mataron a su padre. “Es algo que a esa edad no se entiende. Están acostumbrados al ‘si me dan, te la devuelvo”, relata.
Hasta los más escépticos se emocionaron con el testimonio”
“Creo que algo muy positivo fue que se dieron cuenta de que las víctimas del terrorismo somos personas de carne y hueso que podríamos ser su vecino, su amigo... Esos chicos estaban acostumbrados a ver los atentados como algo lejano, algo que les pasa a otros. La humanización de la víctima es uno de los efectos más importantes de estas charlas”, opina. Hablaron, también, del encuentro que había mantenido Iñaki con un preso de ETA acogido a la reinserción. “Algunos lo entendían; otros no estaban de acuerdo y decían que ellos no lo harían, pero todo dentro de un gran respeto”.
Los tutores preguntaron después a los alumnos cómo lo habían vivido. “Lo que más les llamaba la atención era que hubiera sido capaz de evolucionar y que no deseara vengarse”, explica Adolfo, profesor de Historia y tutor de otra de las clases de 4º de la ESO. “Desde un punto de vista educativo, les ha servido más esta charla que escuchar a un profesor durante 15 años decirles ‘si alguien te pisa, no lo machaques’. Es una gran lección porque quien lo cuenta no es el maestro, sino alguien que ha vivido directamente una experiencia tan traumática como esta”. “Yo he visto pocas veces ese nivel de atención. Estaban todos quietos”, recuerda Edurne Bilbao. “Cuando hablamos después, todos estaban de acuerdo en que la violencia no se puede justificar. Cuando salen del terreno político y se centran en los sentimientos, miran a Iñaki a los ojos, se dan cuenta de que se quedó sin padre a los 19 años, casi con la edad que tienen ellos ahora... ¿Cómo justificas eso?”.
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