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Ni un día de respiro para el Gobierno

La prima de riesgo vuelve a acosar a un presidente que confiaba en un alivio Ministros y PP sufren si les preguntan qué va a hacer Rajoy, no suelen saberlo

Carlos E. Cué
El presidente Mariano Rajoy, ayer en La Moncloa.
El presidente Mariano Rajoy, ayer en La Moncloa. GORKA LEJARCEGI

Si hay algo de lo que siempre ha presumido Mariano Rajoy es de ser previsible. Y, sin embargo, desde que llegó al Gobierno prácticamente ha mantenido a los suyos en un sobresalto permanente. Nadie, o casi nadie, sabe bien qué piensa el presidente, qué movimientos seguirá, qué decisiones tomará. Todo en el mundo de Rajoy es una sorpresa constante. Incluso algo tan sencillo y previsible como una rueda de prensa.

Las escenas que se vivieron en La Moncloa en la mañana del domingo delatan esa particular manera de hacer del presidente. Todo el día anterior, y hasta las diez de la mañana del domingo, los portavoces oficiales insistían en que no había ninguna comparecencia prevista. La lógica y el olfato de algunas fuentes indicaban lo contrario, pero oficialmente se negaba. Rajoy se iba a ir a Polonia sin hablar. ¿Qué pasaba? Que el presidente dudaba, y no se animaba a confirmarle a nadie su decisión.

Cuando decidió dar la cara, La Moncloa envió a las 10.29 un mensaje para convocar la rueda de prensa a las 12.00. Pero pilló tan de sorpresa a todos, que no había funcionarios de la Secretaría de Estado de Comunicación para atender a los periodistas ni policías suficientes para controlarlos. Todos fueron movilizados de urgencia en sus lugares de descanso e hicieron lo que pudieron para atender a los informadores a toda velocidad. Pero no por una crisis de última hora, sino porque el presidente no tomó la decisión hasta el último minuto. Tanto, que el PP tuvo que cancelar a toda prisa la rueda de prensa convocada a la misma hora por su portavoz, Carlos Floriano.

Para defenderle, los suyos aseguran que Rajoy es un motor diésel, de combustión lenta pero muy fiable. Va más despacio, pero dura más y consume menos. Sus críticos, por el contrario, ven cada vez más claro que toma las decisiones arrastrado, en el último minuto. Y, si puede, limita al máximo las explicaciones.

Poco antes de la última cumbre informal de la UE, celebrada el 23 de mayo en Bruselas, La Moncloa trató de mostrar que Rajoy estaba cambiando su política y había decidido dar más explicaciones. Anunció que el presidente comparecería en el Congreso inmediatamente después de esa cumbre. Pero él, siempre imprevisible, cambió de idea. Y ahora mantiene que, pese al rescate, no comparecerá hasta julio, después de la cumbre del 28 y 29 de junio. Por eso muchos de sus ministros y portavoces del PP sufren cuando les preguntan qué va a hacer el presidente: no tienen ni idea.

Rajoy trata de ofrecer imagen de normalidad. Sin embargo, nada es normal, y el presidente vive obsesionado, como antes Zapatero, por la prima de riesgo. A Rajoy le costó muchísimo decidirse a pedir el rescate. Trató de evitarlo hasta que no pudo aguantar más la presión de sus socios europeos. Pero el domingo, dicen los suyos, se le veía aliviado y disfrutando del partido de fútbol en Polonia. Estaba convencido de que los mercados le darían una tregua al menos hasta las elecciones griegas, unos días. Así empezó la mañana, con buenos datos, pero de nuevo la prima de riesgo se disparó muy por encima de 500 por la tarde. Y el Gobierno volvió a la angustia: ni un día de respiro.

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